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Es una enfermedad infecciosa, parasitaria, causada por protistas del género Leishmania, que presenta unas veinte especies diferentes. Es transmitida a los seres humanos y otros mamíferos por la picadura de flebótomos hembras infectadas (Karachã en guaraní). Existen muchas especies de estos insectos que actúan como vectores. La OMS calcula que cada año se infectan aproximadamente un millón de personas y ocurren unas 30 000 defunciones por causa de la enfermedad. El desarrollo de la misma se relaciona con un estado inmunológico disminuido y con malas condiciones de vida (desnutrición, hacinamiento).
Los mamíferos, como roedores, marsupiales y caninos, actúan como reservorios de la enfermedad y de allí puede pasar al ser humano si se dan las condiciones adecuadas. Los caninos (perros) son, en el Paraguay, los principales reservorios. Aunque esté infectado, el ser humano no es considerado un reservorio.
Cuando el flebótomo pica a un mamífero infectado bebe la sangre que contiene los parásitos que se desarrollan dentro de su tubo digestivo y cuando pica a otro mamífero son introducidos al sistema del mismo. Existen dos variedades de la enfermedad: visceral y tegumentaria. La leishmaniasis visceral o kala azar es la más grave y la tasa de mortalidad es muy alta si no se trata. Afecta a los órganos internos y sus síntomas son fiebre, anemia, pérdida de peso, palidez, hígado y bazo agrandados, y hemorragias.
La leishmaniasis tegumentaria presenta dos tipos: cutánea y mucocutánea. La cutánea es la más frecuente, y se caracteriza por formar úlceras en la piel con formas y tamaños variables y que cambian con el tiempo. Las lesiones pueden aparecer en uno o varios lugares y diseminarse por todo el cuerpo. En la leishmaniasis mucocutánea se forman llagas o úlceras en las mucosas: mucosa nasal, labios, paladar, faringe y laringe que las van destruyendo con el tiempo.