Las fronteras necesarias

Cuando bajamos todos los conceptos ya desarrollados sobre la función educativa de los padres a la tierra de la vivencia y la práctica cotidiana, hay que hablar de límites. «Para que los miembros de una comunidad puedan llevarse bien entre sí, siempre es necesaria una clara determinación de los límites».

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Una familia es una comunidad, a veces los límites se omiten por temor a que, al ponerlos, seamos rechazados. Y ese afán disfuncional de establecer cercanía y confianza, solo produce, al final, confusión, mezcolanza y también malestar. Lejos de poner en riesgo una relación (y mucho menos la relación entre padre e hijos), los límites contribuyen a dar solidez y claridad al vínculo. Los hijos necesitan de límites para poder desarrollar su identidad, del mismo modo en que nuestros cuerpos necesitan de piel (el gran órgano de límite y contacto) para que podamos saber qué forma física tenemos, hasta dónde llega, a qué punto alcanza y desde dónde comienza nuestra presencia, que no puede ser atravesada o avasallada. «La función de los límites es contener, proteger y cuidar».

Desde ya limitar no es reprimir. La cultura hedonista, amante de los atajos y opuesta al esfuerzo, la cultura de lo quiero todo (aunque no sepa porque) y lo quiero ya (aunque no sepa cómo ni para qué), ha impuesto masivamente modelos de vida y de vínculos en los cuales no caben la paciencia, el esfuerzo, la experiencia de atravesar un proceso antes de arribar a un logro. En ese contexto abonado por un desarrollo tecnológico orientado a la ganancia y no al servicio, y por un modelo económico tan fundamentalista como utilitarista, todo obstáculo, toda imposibilidad, toda frontera, todo límite es vivido como «represión».

Si púberes con un vocabulario pobre y en formación son capaces de amenazar a sus mayores con incluirlos en la categoría de «represores», es porque esos mismos adultos se acostumbraron a la repetición mecánica de una consigna que luce «políticamente correcta», que no es suficientemente comprendida ni por ellos mismos (a punto que usan autoritarismo y autoridad como sinónimo) y que termina por provocar graves desencuentros y accidentes vinculares, amén de estimular la deserción en el cumplimiento de funciones vitales de parte de los adultos hacia los chicos.

Actividades.

Responde.

1. ¿Cuál es tu función principal, ser padre o amigo de tus hijos?

2. ¿Pones límites o fronteras a tus hijos?

3. ¿Sancionas el traspaso de esas fronteras?

Fuente

Límites sanadores. Bs. As, Bonum, 2005; Cómo poner límites a los hijos, Bs. As, Paidós, 2006; Quien educa a nuestros hijos, Bs. As, Sergio Sinay, 2012.

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