En Encarnación ya no hay herreros para los caballos del carumbé

En las calles encarnacenas todavía circulan los famosos carumbé. Estos carritos tirados por un caballo, pintados de amarillo, son el símbolo de la ciudad. A pesar de su vigencia ya no hay herreros para los cuidados de los equinos. En épocas florecientes este medio de transporte llegó a tener una flota de 270 unidades.

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ENCARNACIÓN (José Miguel González, de nuestra redacción regional). Uno de los primeros herreros de esta ciudad que fabricaba y colocaba las herraduras a los caballos de los carumbé era Juan Sawchuk. Poseía una fragua donde moldeaba, ajustaba y clavaba las herraduras a las caballerías, comentó el historiador Julio Sotelo.

Recordó que posteriormente se sumó don Portakievich, cuya herrería se encontraba en 25 de Mayo casi Carlos Antonio López. El taller de Sawchuk, en tanto, estaba ubicada por calle Mariscal Estigarribia, frente a lo que hoy es la farmacia Atenas, indicó.

El historiador expresó que un principio inviolable de aquel tiempo era que la herradura se debía ajustar según la disposición particular del casco del equino. Así, la obligación del herrero, en todas circunstancias, era que la herradura tuviera la misma configuración que el casco sobre el cual debía aplicarse.

“Al no haber más herreros de caballos, hoy en día cada carumbesero coloca la herradura a su equino”, explicó el médico veterinario Gerardo Aguirre, propietario de la Veterinaria San Luis. Aguirre comentó que los dueños de los carritos compran las cuatro herraduras, necesarias para circular por el empedrado o asfalto y hacen que no se destruyan el casco del noble animal.

Algunos, muy versados en la materia, rápidamente sacan las viejas y colocan las herraduras nuevas aquí en frente de la veterinaria, dijo el Dr. Aguirre. El precio de las cuatro herraduras es de G. 28.000.

Explicó que su local cuenta, además de las herraduras de trabajo, con las de carrera (a un precio de G. 115.000 las cuatro, fabricadas de aluminio) y de descanso, a un valor G. 26.000. Según el veterinario, otros clientes vienen a adquirir las herraduras para adorno.

Sotelo indicó que los primeros dos carumbé trajo Remigio Rejala, un mayor del Ejército, que en 1940 vino desde Pedro Juan Caballero comisionado a la cuarta región militar, ubicada en la Plaza de Armas de Encarnación.

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