Las hierbas en la cocina

Las hierbas aromáticas son ese pequeño gran elemento que puede transformar un plato normal en uno excepcional, además de ofrecer propiedades beneficiosas para nuestra salud. Las podemos aprovechar frescas o secas, en la cocción o espolvoreadas sobre la comida cuando ya están en el plato. Aprendamos cómo usarlas.

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La menta, el romero, el tomillo y las hierbas aromáticas en general son responsables de una de las cosas más importantes en nuestros platos: el olor. Muchas veces, un toque de tomillo en nuestras carnes o un poco de menta en nuestros postres pueden cambiar totalmente el aroma del plato y, por lo tanto, también el sabor y la percepción que tengamos a la hora de sentarnos a la mesa.

Sin embargo, las hierbas aromáticas no son solo esas especias que nos ayudan en la cocina, sino también grandes remedios poco conocidos, ya que sus propiedades saludables han quedado a la sombra de su aroma. La menta es un ejemplo muy claro de ello. Se trata de una planta muy digestiva (ideal para tomar en infusión después de una comilona), aunque algunos solo la utilicen para decorar y aromatizar, sobre todo, postres.

Hierbas frescas, mejor

Tanto en la cocina como en la medicina natural, lo ideal es hacer uso de las hierbas cuando están frescas; además, resulta bastante fácil cultivarlas en una maceta o un rincón del jardín sin mayores cuidados.

Cuando se usan hierbas secas en la cocina, hay que tener en cuenta que una cucharita de té de hierbas secas equivale a tres de hierbas frescas. 

Para usar las hierbas frescas, conviene añadirlas a la comida en los últimos minutos de cocción, para que el calor haga que desprendan su aroma. 

Siempre es mejor cortarlas a mano, para que el filo del cuchillo no oxide sus hojas.

Conservación

Para que las hierbas frescas duren por más tiempo, podemos lavarlas con agua fría y escurrirlas bien en el centrifugador de lechuga. Si no tiene uno, se lavan y envuelven en servilletas de papel absorbente, para que no quede ni una gota de agua en ellas, dado que hace que se pudran. Cuando se haya asegurado de que no tienen humedad, dentro de un envase con tapa hermética coloque algunas servilletas de papel, ubique las hierbas y tape el recipiente. Este truco sirve para conservar la frescura del perejil, el cilantro (kuratû), la salvia, la menta y el estragón durante 15 a 20 días en la parte más baja de la heladera.

También se puede recurrir a alguna forma de conservación:

Congelar: se pueden picar las hierbas, limpiarlas y congelarlas en cubitos de agua o caldo. También se pueden congelar entre hojas de papel absorbente, sobre todo las hierbas de hojas grandes, como la salvia.

En suspensión: se pueden conservar también en aceite o vinagre, preferentemente en recipientes opacos, para que la luz no llegue a ellas.

En sal: alternando en un recipiente, capas de sal y hierbas. La proporción sería una parte de sal por cuatro partes de hierba.

Secas: se pueden secar las hierbas frescas al calor del sol, pero sin sol directo o cerca de una estufa. Las hierbas se secan sin lavar, atadas en pequeños ramos y colgadas boca abajo. Hay que tener cuidado de que no se toquen unas a otras. Para desmenuzarlas, se puede utilizar un palote de madera (el que se usa para amasar) y, luego, se guardan en tarros de vidrio herméticos.

Matrimonios exitosos

Algunas hierbas y especias tienen una reconocida alianza con ciertos alimentos, de manera que su combinación resulta agradable y sabrosa, siempre sin excederse con las cantidades.

Carne vacuna con páprika, curry, romero, tomillo, salvia y cáscara de limón. 

Arroz con azafrán, nuez moscada y curry. 

Huevos con perejil, cebollino y estragón. 

Escabeches con enebro y comino. 

Cordero con tomillo, romero y menta. 

Cerdo con comino, salvia e hinojo.

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