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“Las hierbas frescas cambian todo. Agregan sabor, personalidad y ayudan a complementar sabores. Las dividimos en dos grupos: las que ponemos durante la cocción (de sabor fuerte, que liberan su intensidad de a poco, fundiéndose con los otros productos), son las de tronquito: el romero, el tomillo, el orégano, la salvia, el laurel... Y las que podemos usar también para terminar los platos, sumando su sabor fresco, intenso o suave, para terminar de redondear y abrir los aromas sobre el final. Las que podemos usar ahí son el perejil, el estragón, la menta, el cilantro, la albahaca y el perifolio”.