El paro educativo que se arrastra en nuestro país

Tenemos la peor educación a nivel escolar de Sudamérica y, posiblemente, del continente.

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Esta inadmisible situación viene arrastrándose desde hace varios años y no existe una expectativa seria de que las cosas mejorarán.

Un altísimo porcentaje de los que enseñan o pretenden enseñar a nuestros niños se han aplazado estrepitosamente en los test implementados por el Ministerio de Educación y esta mediocridad no podrá ser superada apretando un interruptor.

El Gobierno ha repartido costosísimas notebooks a los alumnos y profesores como estrategia de mejoramiento de la educación.

El problema es que muchos maestros son tan limitados que serán posiblemente sus propios alumnos los destinados a enseñarles los fundamentos básicos de la informática y de Internet.

En otras palabras, no tenemos bueyes sino muchos burros para la sustancial tarea de educar a nuestros niños y jóvenes.

Esta realidad es incuestionable y, sin embargo, los dirigentes gremiales de quienes deben cumplir con tan relevante y fundamental tarea de educar a nuestros niños, lejos de preocuparse por la lamentable situación de la que ellos también son responsables como siempre en los últimos veinte o más años, están anunciando un paro en reclamo de reivindicaciones salariales.

Poco o nada les importa que esos paros solo perjudican aún más a los niños que están condenados a recibir la mediocre educación que aquellos imparten.

Necesitamos revertir con urgencia el problema y permitir que nuestros jóvenes reciban una educación que mínimamente les permita proyectar un mejor futuro para sí y para el país.

Una Alianza entre la UNA y el MEC como posible solución

No soy experto en la materia, pero creo que una alternativa de solución progresiva a este problema sería recurrir a acuerdos entre el Ministerio de Educación y la Universidad Nacional de Asunción, tendientes a lograr que los profesores universitarios y hasta los egresados de las distintas facultades se incorporen a la tarea de capacitar a los maestros y profesores en las distintas ramas del conocimientos y también, impulsar e implementar esa misma estrategia directamente con nuestros niños y jóvenes.

Este servicio podría implementarse como medio para que los egresados de la Universidad Nacional retornen en beneficio del pueblo lo que el Estado invirtió en su formación personal y, al mismo tiempo, abrirles un mercado de trabajo adicional para los primeros años de vida profesional, que no siempre son fáciles.

Tal vez lo que estoy diciendo sea un gran disparate, pero estoy seguro de que el planteamiento ofrece una mejor expectativa que el statu quo actual que solo garantiza seguir con un pésimo nivel educativo.

Además, de esa manera las universidades también intervendrán en la formación de los futuros estudiantes universitarios sin verse obligadas a reducir sus exigencias de evaluación y rendimiento para ajustarse al mediocre nivel de formación básica de aquellos.

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