Dueña de una figura extraordinaria, Patricia Caballero Peña (28) es mamá de Valentina (5) y esposa de Bruno Zubizarreta; se dedica, desde hace tres años, cien por ciento al entrenamiento del deporte que la apasiona: vóley de playa. En el 2001, culminó sus estudios secundarios en el colegio San Ignacio de Loyola (SIL), luego optó por la carrera Ciencias del Deporte en la universidad Unida, donde obtuvo el título de licenciada en Educación Física. Se desempeñó como entrenadora personal y profesora en casas de estudios y clubes sociales hasta que las exigencias de la disciplina que abrazó la obligaron a abocarse exclusivamente a su adiestramiento. Desde pequeña estuvo involucrada activamente con el vóley e integró la selección de menores hasta los 17 años. A esa edad hizo un stop en todo porque ya no quería estar alejada de los amigos o perderse de las fiestas de colación. “Dije: ‘Basta’, paré, no volví nunca más. Recién lo retomé a los 26 años”. Durante su distanciamiento inició su carrera, hizo “un millón de amigos” y corrió maratones. En la actualidad, además de formar parte de la selección paraguaya de Beach Vóley, también integra el equipo de piso del Club San José y la selección nacional de mayores de la disciplina, con la que viajó a competencias internacionales por dos años consecutivos.
¿Qué o quién te introdujo en este deporte? Una amiga, Karin Tinke, que también es mamá, me metió en todo esto. Al principio, no quería porque este juego tiene su temporada alta en verano y te saca todo el tiempo que podés disfrutar con la familia en vacaciones. Dejás todo de lado para viajar e ir a competir representando al país. Por ello no me interesó mucho antes, hasta que analicé que cuenta con más opciones por tratarse de un deporte olímpico. Así, empecé con Karin y con el entrenador Gino Lombardo. Lastimosamente, a una semana de la primera competencia de la que íbamos a participar, ella se tuvo que retirar porque quedó embarazada. Recuerdo que incluso me pidió perdón por algo que para mí forma parte de la vida.
¿Cómo se solucionó el episodio? Estaba en una encrucijada; no quería dejar a un lado todos los meses que entrené y decidí que jugaría de cualquier modo. Inicié la búsqueda de una compañera, y así hablé con otra amiga, Yghirda Sanabria, y competimos nuestra primera fecha nacional y salimos campeonas. A partir de allí surgieron los circuitos sudamericanos, continuamos y en 2010 logramos la medalla de bronce en Bucaramanga, Colombia. Por ese escaño me dije a mí misma que podía ir por más, y así fue. Esta es mi tercera temporada y sigo arriba en el ranking uno nacional,
que es individual. Continuaré peleando para llegar a lo máximo, que sería clasificar a los Panamericanos y las Olimpiadas.
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¿Qué etapas deben superar para poder clasificar? Está vigente la Beach Volleyball Continental Cup, un torneo al estilo de la Copa Davis, donde diez países sudamericanos pelean por un lugar en las Olimpiadas, que van jugando entre sí hasta que queda el mejor. Anteriormente no existía esta posibilidad y las duplas debían mantenerse en el ranking participando en un circuito mundial, cuyas etapas se juegan en África, Asia o Europa, lo que resulta muy costoso para los equipos sudamericanos. La Continental Cup arranca nuevamente en el 2013; nuestra meta es posicionarnos arriba y lograr ese cupo para Paraguay. Todos estamos en el mismo nivel; aquí la fórmula es trabajar para estar siempre entre los primeros cinco que irán a los Panamericanos y de esos cinco pelearemos por el único lugar en las Olimpiadas. Es difícil, pero no imposible.
¿Ahora quién es tu dupla? Hasta que tuvo que retirarse porque se lesionó, Gabriela Filippo fue mi dupla. En este momento estamos en un proceso de elección. El entrenador está sondeando el potencial de las mejores jugadoras convocadas. De esa tarea resultará mi nueva compañera. Creo que volveré con Yghirda, con la que tuve resultados y probablemente se convierta en mi dupla para las competencias internacionales que ya arrancan en febrero, marzo, abril, junio, sin parar.
¿Qué te apasiona del vóley de playa? Me gusta porque tenés más protagonismo, ya que somos solo dos. En el de piso, por ejemplo, son seis y necesitás más fuerza bruta para echar una pelota; en cambio, el de playa es mucho más técnico y todo depende solo de tu compañera y vos. Además, no es tan determinante el biotipo físico, esto quiere decir que no necesitás tener dos metros de altura para competir, porque la red es igual para todos, no estás enfrente a una “pared de jugadoras” que bloquea el balón. También está bueno porque recibimos apoyo más fácilmente, ya que solo somos dos atletas, en comparación con los 14 de la otra modalidad que pelean bastante para conseguir pasajes y rubros para asistir a los torneos.
¿Cómo lograste ser mamá y deportista? Cuando nació Valentina, fui probando cosas para ver si lograba volver al deporte. A los cinco meses de haber nacido mi bebé, me convocaron para la selección de vóleibol de piso y viajé por 15 días al exterior. Mi niña resultó una ídola, así como mi familia, que me apoyó de manera incondicional, tanto mi suegra como mi mamá y mis hermanos, que son también voleibolistas, a todos nos apasiona el deporte, al igual que a mi esposo. Si no fuera así, sería muy difícil para mí. Hoy, Valentina me acompaña a todas partes y le encanta lo que hago, hasta en el colegio ya dibuja las canchas para explicar a qué se dedica su mamá.
¿Qué aspiraciones tenés? Ahora solo practico vóley de playa, a estar con mi hija, ir al gimnasio y entrenar en la arena, por suerte, gracias a que existe apoyo por los resultados obtenidos. Costó llegar hasta donde estoy, soportando lesiones de por medio por no descansar bien. Mi objetivo número uno es participar del circuito mundial, al que Paraguay nunca pudo acceder; el número dos es clasificar a los Panamericanos y todo esto tendría como consecuencia natural obtener un cupo en las Olimpiadas, además de impulsar a otras personas a que realicen, como yo, lo que les gusta.
“En lo individual, lograremos mucho más. Hay que pelear y demostrar lo que valemos”.
Ella cree que Paraguay debe abrirse campo en disciplinas que nadie practica; que las empresas apuesten más por los deportistas talentosos y que estos busquen cooperación.
“Mi niña resultó una ídola, así como mi familia, que me apoyó de manera incondicional, tanto mi suegra como mi mamá y mis hermanos, que son también voleibolistas, a todos nos apasiona el deporte, al igual que a mi esposo. Si no fuera así, sería muy difícil para mí”
leticia.barrios@abc.com.py