Evocación territorial

Partiendo del imaginario roabastiano, la compañía Camarín Cultural de Asunción propuso un viaje por las memorias de los espacios y personajes universales, interpelando al olvido, la tristeza y acercando mitos anacrónicos a una experiencia teatral.

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Enunciativamente podemos decir que las raíces de una idea perduran en toda la anatomía que integra su esencia. Augusto Roa Bastos desarrolló con literaria profundidad las sinestesias de nuestros acontecimientos más sublimes y aquellos que llegan con el dolor de una pérdida, acentuando en todo momento los sitios, sus lugareños, el polvo, los cauces de río y todas las metáforas que navegan en ellos.

De este modo, su imaginario se fusiona con el de la creadora cultural Raquel Rojas, ofreciendo disonancias históricas en una propuesta multidisciplinaria: Novena Pahá.

“Se trató de una obra en espacios alternativos; teatro de la memoria relacionada con un territorio: Punta Karapá”, explica la directora de la propuesta.

“En este espacio, considerado en los 60 como un sitio de resistencia artística, conocí a Arturo Pereira, músico y alumno de José Asunción Flores, quien rescató el lugar”, recuerda la artista. “Juntos defendíamos fundamentos políticos y sociales, y desde siempre tuve en la memoria el barrio como un espacio de identidad territorial, por eso llevamos la obra ahí”, sostiene Rojas.

Introspección raigal

“Amo de Roa Bastos esa mirada de raíces. Hace 10 años hice una producción basada en sus cuentos de Moriencia. Fue una versión más costumbrista. Con este grupo de jóvenes actores decidimos dar vida nuevamente al ritual planteado en sus textos, partiendo de la idea de la muerte como el inicio de la resurrección, fusionándola con una visión de mi propia experiencia con ella”, reflexiona Raquel.

“Como artista tuve pérdidas sensibles y fuertes, amigos como Humberto Gulino, Alejo Pesoa, Jorge Garbet, Rubén Visokolán, Arturo Pereira, construyendo desde esas experiencias un simbolismo que direccione la muerte”, puntualiza la gestora.

“En estos rituales de entierro hablamos del final de la tristeza, pasando por varias estaciones hasta llegar a la resignación, con un final esperanzador: estamos vivos siempre que nos recuerden”, acentúa.

Caleidoscopio de talento

El proceso ritualístico de fiesta y alegría está cercado en Roa Bastos y, también, en esta versión, con hechos sucedidos en el Paraguay: muertes, masacres, el pueblo es víctima de las ambiciones. En ese sentido, el trabajo del elenco conformado por Rojas incorporó facetas realistas, desglosando el imaginario fantástico.

“Desde el mundo mítico de Roa Bastos amalgamamos sus historias, jugando con la visión popular de la muerte. El proceso fue muy enriquecedor. Me permitió conocer más sobre la Chacarita y el texto, adentrándome a las vivencias del lugar, fijándome en la cotidianeidad. Como actor es una magia increíble”, expresa Hugo Matto, quien interpretó a Rubén Visokolán en la puesta.

“Compartir con la señora que vivió con Visoka y que ella me diga: ‘Vos sos Visoka’, es una experiencia surreal. En realidad, se siente el afecto de la gente del barrio; cómo se meten en el cuento y sienten con nosotros las raíces de lo que contamos”, agrega el intérprete.

“El personaje se presentó como una suerte de defensor moderno, sin miedos y con una visión muy amplia de la libertad de las personas”, enfatiza Hugo.

María Liz Barrios planteó con este desafío nuevos abordajes en su carrera: “Me basé en las directrices, la dramaturgia y el proceso particular, trabajando el espíritu de Punta Karapá”, refiere la actriz. Cada personaje es un reto. “Al crearlo e interpretarlo siempre existe una cuota de vulnerabilidad. El año pasado interpreté a Madame Lynch, con características muy diferentes al papel que hago ahora. Esta mujer se asemeja más a una señora arraigada a su barrio, muy orgullosa de él”, esgrime.

“En el cuento va a tiempos distintos, hablando por momentos de Punta Karapá y otros de Manorá, acentuando similitudes y diferencias, el bien y el mal. Contrariamente a su visión integradora, prefiere cerrar los ojos a la realidad, a la hilera de revoluciones que se dieron y se siguen dando. Remarca un paraguayismo que no quiere evolucionar pese a la belleza de su territorio”, subraya María Liz.

El espíritu de José Asunción Flores despidiéndose de su barrio antes de ir al exilio es una labor que Arturo Arellano interpeló desde las vivencias del artista y, así como acogió interpretativamente a un personaje histórico, también encarnó la visión que en esta pieza asume la muerte.

“Son dos personajes muy opuestos entre sí. La muerte como una visión imaginada, algo que nunca fue visto. En ese sentido, trabajé sobre el supuesto, basándome también en la comedia del arte para satirizarla un poco, sin darle el tinte trágico, sino más bien como algo que forma parte de nuestra existencia y, al mismo tiempo, no”, argumenta Arellano. “Flores, por el contrario, como referente de la cultura y la música, permanece vivo en su legado. Es ponerse en la piel de aquel que amó profundamente su espacio, su terruño en el mundo y debe abandonarlo sin perder la esperanza de que lo que busca va más allá de un espacio geográfico, trascendiendo desde su obra”, subraya el actor.

Avasallante como suele ser la juventud, incluso la sinceridad de la niñez y ese espíritu cargado de libertad son aspectos que Lidia López incorporó a su personaje: “Soy una joven –ahijada de una vieja lugareña del barrio– a quien llevaron desde que nació a vivir ahí. Dentro de su inocencia tira y suelta verdades que suceden en el lugar, tipo sin querer queriendo, con los mayores tratando de callarla o pisarla cuando dice algo”, comenta la intérprete.

“Ella es muy colorida desde la construcción del personaje, casi simpática. Con su jopara llega bastante al público, mezclando el guaraní con el castellano. En el cuento representé a una ñe’êngatula que, sin ser tan distinta a la joven, defiende posturas sociales, incluso en las que cree firmemente”, acota Lidia.

Sinergia interdisciplinaria

“El trabajo en territorio no fue fácil ni mágico. Nos ayudó que Punta Karapá tiene una historia muy importante y especial que reconoce festejos, el esfuerzo cultural de la comisión del barrio que nos apoya”, remarca Rojas. “Resalto la gran voluntad de la Orquesta Sinfónica Nacional, acompañando la puesta con una visión musical folclórica, muy de la mano con la línea argumental. Ellos estuvieron entre las personas, en los distintos escenarios del recorrido, con canciones antiguas”, acota.

Fotos: Virgilio Vera

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