Lirismo sincrónico

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Sucesos culturales e históricos son el trasfondo que sirven de preámbulo a la creación de la primera ópera compuesta por el maestro Diego Sánchez Haase, conducida en la trama por el acervo literario de Augusto Roa Bastos y estrenada el miércoles en el Teatro Municipal de Asunción. El dramatismo que guarda la narrativa de la Guerra del 70, conjugada con atonalidades en la partitura, el ensamble adecuado entre fragmentos instrumentales y el caudal vocal de los cantantes dan la pauta de una creación contemporánea de la más acertada ejecución.

Mucho quedará por decir de esta obra; por tal razón, hoy nos detenemos en desglosar con sus protagonistas, Alba Álvarez (Pancha Garmendia) y Monserrat Maldonado (Elisa Lynch), pormenores del proceso estético y los diversos niveles que confiere en el plano del estudio artístico.

Tras encauzar tu formación profesional y carrera en Buenos Aires, ¿qué significa hoy, luego de ese bagaje, encarnar desde la lírica a Madame Lynch, teniendo en cuenta el peso histórico devenido de un libreto de Roa Bastos?

M: Hace seis años empecé mi carrera en el Teatro Colón, continuando la formación lírica que inicié aquí. Participar en un proyecto de gran envergadura como esta ópera fue algo que siempre estuvo en mi mente realizar, más aún en el Paraguay. La propuesta de Diego Sánchez Haase abarca todo eso: me encuentra en un proceso idóneo del lenguaje contemporáneo que propone la composición y, por sobre todo, el texto escrito por nuestra gloria literaria –Augusto Roa Bastos– conforman un deleite que puedo encarar, más aún por ser gran admiradora de su obra y el profundo afecto que siento hacia su labor poética.

Luego de participar con Sánchez Haase en varias propuestas líricas de carácter barroco o antiguo, ¿cómo abordás el desafío de esta pieza, aproximada más a la contemporaneidad estética, la atonalidad por algunos momentos, pero con motivos que remiten a un hecho dramático?

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A: Creo que me he adaptado rápido al estilo. Muchas veces, los músicos que hacen barroco también abordan el estilo contemporáneo, ya que hay algunas similitudes, sobre todo en la emisión del sonido y el decir del texto.

A lo largo de tu carrera encarnaste roles que toda intérprete lírica soñaría realizar. Luego de ese recorrido, ¿cuál es el mayor deleite de protagonizar esta ópera contemporánea, visualizando sus dificultades en el planteamiento del lenguaje y la composición?

M: A lo largo de mi carrera es un decir, recién estoy arrancando. Si bien vengo de dos años que fueron sumamente importantes y felices, en los que pude cantar roles bastante poderosos y soñados para mi voz, de los cuales destaco a Mimí, de La Bohème, el camino fue arduo, significó mucho poder hacerlo y pude crear un currículo interesante para próximas convocatorias. Partiendo de ahí, para abordar el lenguaje contemporáneo, haber trabajado eso me pone en un sitio de más experiencia, me sirve para dibujar y plasmar con la voz nuevos requerimientos en la partitura del estilo. Dentro de la formación tenemos herramientas para abordarlo. En sí, tiene muchas formas que, al haber trabajado lo anterior, confiere diversidades sonoras. Hacer música contemporánea es algo que a todos los cantantes nos toca. Tiene muchísima actividad. En el Teatro Colón se le dedica una temporada dentro del ciclo anual, además de contar con un departamento de creación de obras contemporáneas escenificadas, instrumentales y vocales. La oportunidad de hacerlo en mi país y con Sánchez Haase es muy grande.

Si le damos la espalda, quedaríamos fuera de un circuito muy atractivo.

¿Qué significa para vos ponerte en la piel de Pancha Garmendia, teniendo en cuenta que es una de las mujeres más trascendentes de nuestra historia?

A: Para mí, es muy fuerte la carga emocional que se siente al revivir las situaciones que ella pudo haber pasado. Ponerme en la piel de Pancha Garmendia también es un privilegio y orgullo, por todo lo que ella fue y representó como mujer digna y luchadora en nuestro país. Un ejemplo a seguir.

¿Cuáles podrían ser las principales dificultades para cualquier extranjero, estudiando y formándose en un núcleo cultural tan grande, competitivo y dinámico como Buenos Aires, pero –a la vez– con mayor alcance a las herramientas de preparación?

M: Podría ser una dificultad para cualquier extranjero en realidad. El desarraigo o apego a la tierra de la cual uno proviene, pero al ser joven es una oportunidad que debemos desarrollar con empeño y concentración, más la determinación de ingresar al círculo competitivo. Cuando uno llega a eso, se vuelve más fácil usar el tiempo correctamente, esforzándose en todo momento por superar errores y avanzar. Una vez que se logra eso, no creo que haya mayores desventajas o dificultades. Sí hay que tener en cuenta que existe mucha competencia y, en ese sentido, uno debe conquistar, más bien, desarrollar todo su potencial. En el mundo de la lírica, suele ocurrir algo similar a lo que pasa en el mundo de la moda: hay prendas y estilos que se adaptan mejor a uno, cortes o líneas que llevamos mejor que otras. Bueno, en la lírica ocurre igual; con el tiempo podemos reconocer cuáles son las vertientes estéticas que se enmarcan con mayor armonía al instrumento que poseemos. En todo momento debemos tener una postura determinante, no hacer nada a medias porque lo que está afuera es excelente. Procurar conocer el mundo de sus instrumentos y salir al campo a mostrarse con toda seguridad, con toda convicción, porque eso también genera mucho atractivo en los proyectos a los que se nos pueda convocar más adelante.

En relación con la esencia y todo lo que conlleva el universo de una ópera contemporánea, ¿cómo dialoga el aspecto musical –tu trabajo vocal– con las marcaciones escénicas de Agustín Núñez y la observación en el tiempo que implica tu personaje?

A: Muy bien, las marcaciones no interrumpen en ningún momento el trabajo vocal. Se puede cantar cómodamente, lo cual es sumamente importante.

Abordás este compromiso con tu colega Reinaldo Samaniego, con quien ya protagonizaste varias obras importantes. En ese sentido, ¿cómo fluye la organicidad musical con un compañero constante, estudiando roles exigentes y en qué ámbitos de tu personalidad fortalece ese intercambio a la experiencia lírica? M: Trabajar con mi queridísimo compa Samaniego es siempre un placer. Él es una gran dupla, generoso, muy serio y comprometido. Una persona que recibe un trabajo y lo lleva con excelencia. Desde que iniciamos los ensayos en Buenos Aires me dio muchas herramientas para seguirle el ritmo a la composición y afianzar nuestros papeles. Nos conocemos y tenemos confianza. Acudíamos a cada sesión de estudio muy concentrados en la partitura. Sabemos que en el escenario realmente estamos solos y debemos sacar adelante nuestro trabajo. Él cuenta conmigo y yo cuento con él.

Luego de transitar escenarios regionales en música lírica, ¿cómo ves posicionado al género en nuestro país, pese a la escasa producción de obras y cuáles podrían ser los factores que aceleren ese dinamismo?

A: Aún hay mucho por hacer. Dentro del campo artístico todavía somos los últimos, pero veo que hay un grupo de gente que estaría dispuesto a llevar adelante este género tan valioso. Por supuesto que generar un movimiento implica tener un elenco y coro estables, en los que los cantantes tengan el espacio y apoyo apropiados. Esto solo es posible con buenos presupuestos, ya sea del Gobierno como también de empresas privadas. Creo que es el sueño anhelado de los cantantes líricos de nuestro país.

¿Tenés planes de establecerte en algún momento por aquí y desarrollar tu carrera, ya sea desde la enseñanza o como intérprete?

M: Siempre está el deseo de quedarse en el Paraguay, pero para eso falta aún. Todavía debo probar más y seguir creciendo, afianzando mi carrera musical. Tengo muchas metas, como grabar un álbum de música paraguaya o de cámara –en realidad, ese es un sueño que atesoro hace tiempo–. También está latente el traer lo aprendido y enseñar a las nuevas generaciones; esa es una misión, aunque estoy transitando el camino para ofrecer lo mejor de mi cuando llegue el momento. Necesitamos que la juventud continúe formándose y más espacios culturales en los que desplegar su talento. Creo que la música de por sí es un espacio y tenemos maestros dispuestos a potenciar esa realidad.

Hablanos de tus proyectos en puerta tras esta participación.

A: Por ahora, no hay nada concreto, pero hay proyectos de recitales para este año, y musicales y ópera para el año que viene. Están las actividades en mi instituto en Encarnación; también estamos preparando óperas cortas con los alumnos, para fin de año.

Algunos detractores indican que géneros como la ópera –por más que se aborde según construcciones musicales contemporáneas– está algo desfasada. Pues bien, como muestra solo basta observar la expectativa que generó el estreno de esta obra, la interpretación de los cantantes y el recorrido al que nos invitó el desglose literario de Roa Bastos, sumado a la visión artística devenida de una epopeya trágica como la que nos ofreció Sánchez Haase, y nos servirá para notar que el lirismo ostenta la fuerza de donde proviene y otorga en las voces de estas talentosas compatriotas nuevas maneras de comprender pasajes históricos y potenciar la creación colectiva que conlleva la cultura.

Alba Álvarez y Monserrat Maldonado

Tras el estreno de la ópera Pancha y Elisa, estas portentosas intérpretes relacionan la contemporaneidad de sus carreras y otorgan voces atemporales a dos figuras emblemáticas en nuestra historia, al tiempo de vivenciar la ejecución de una pieza enmarcada en los procesos culturales vanguardistas.

Fotos: Arsenio Acuña, Silvio Rojas y gentileza