En gran medida, el éxito de todo acto depende del profesionalismo, creatividad y habilidad del maestro de ceremonias, bajo cuya responsabilidad está la conducción del evento y entretejido de una relación invisible entre el público, los participantes y el staff de la organización.
Un buen maestro de ceremonia no busca su lucimiento personal, sino el del acontecimiento que lo convocó. Tampoco se expresa en primera persona ni mucho menos adopta una actitud que se esperaría de los anfitriones.
Esta figura carga con el compromiso capital de presentar e ir desarrollando el programa previsto, como también anunciar a los distintos oradores que subirán al escenario. Mientras más destacado sea un invitado, más detallada y personalizada debe ser la presentación que se le dedique.
Una cualidad completamente imprescindible para el perfil de un maestro de ceremonias es la capacidad de permanecer en un estado de alerta constante, pues podrían suscitarse ligeros contratiempos a los cuales mantendrá bajo control, presto para atenuar cualquier percance y seguir con el programa.
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No es para nada recomendable que se pase todo el acto pidiendo aplausos –valiosa reacción colectiva de naturaleza espontánea, que será así mientras el responsable sepa provocarlo con el adecuado manejo de la voz–.
Vestir apropiadamente
Como regla general, es mejor pecar de formal antes que de informal, sobre todo en el caso de los varones, para los que resulta más fácil despojarse de la corbata que verse obligados a esconder la camiseta.
De más está decir que el maestro de ceremonias debe acudir a la sede del evento, al menos, una o dos horas antes de que se inicien las actividades. Esto le permitirá familiarizarse con el entorno, conocer la ubicación del escenario y el atril, saber dónde tomarán asiento el público y los ponentes, repasar el programa, tomar nota de los nombres de las personas y autoridades asistentes en estricto orden de precedencia, verificar la instalación del equipamiento audiovisual y asegurarse de contar con las herramientas aptas para resolver a tiempo cualquier imprevisto.
Llegado el momento de dar cierre al acto, se dejará envolver por la misma emoción e intensidad que imprimió a la apertura, pero, esta vez, agradeciendo a los presentes, oradores y otras personas involucradas. Es de buena educación conferir un breve reconocimiento a aquellos que contribuyeron con la organización de la cita.
Para finalizar el abordaje de la fecha, me gustaría extender mis sinceros agradecimientos a los maestros de ceremonias con los cuales trabajé y continúo compartiendo escenarios en este maravilloso mundo del protocolo. A ellos, gratitud, ya que con su profesionalismo y dedicación colaboran día a día con el brillo y orden –elementos tan anhelados de nuestros actos y encuentros–.
Hasta la próxima entrega…