Prenda íntima

El corsé es una de las armas de seducción más antiguas en la historia de la moda femenina. Tan amada como criticada, esta seductora prenda se ha mantenido firme durante siglos como referente estético.

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Hoy decimos corsé, derivado del galicismo corset, que proviene, a su vez, del antiguo francés cors, es decir, “cuerpo”. Los primeros tienen sus orígenes en culturas antiquísimas, como la de Creta, Grecia, Roma, Egipto, Siria, cuando las mujeres lo usaban para practicar ciertos deportes que requerían un traje bien ceñido. Las figuras que apreciamos en los cuadros del Renacimiento nos dicen que en el siglo XVI y XVII comenzó a ser llevado por todas las damas, sin distinción social. El fin fue siempre el mismo: mejorar la mala postura, levantar o aplanar el busto y afinar la cintura. En los primeros corsés, el esqueleto se elaboraba con varillas de hierro o de madera, también de hueso de ballena. España y Francia lo pusieron de moda, y fue tan apreciado que en el siglo XVII hasta niñas de siete u ocho años y hombres de clase alta los utilizaban. A mediados del siglo XVIII surge el conocido como victoriano, el tight lacing (encordado ajustado), que, a costa de lograr el canon de belleza de la época, sometía al cuerpo femenino a una presión extrema. Aunque las mujeres se lo ponían solamente para bailes y encuentros sociales, su uso y abuso podía ocasionar desmayos, debido a la reducción de la caja torácica –que impedía que los pulmones recibieran el aire necesario–. Con la Revolución francesa muchos conceptos, también en la moda, cambiaron y el corsé cayó en desuso, pero aquellas nuevas ideas no pudieron con la ambición estética de la mayoría de las mujeres y, pronto, volvió al ruedo. Napoleón Bonaparte, aunque sus dos esposas lo utilizaban, lo calificó como “el asesino de la raza humana”. El gran militar, que alcanzó el grado de emperador de Francia (1804-1815), consideraba que el corsé tenía efectos negativos para la natalidad, pues en sus intenciones de conquistas, la patria necesitaría futuros soldados. Además de Napoleón, a través del tiempo, también médicos, críticos de la moda y hasta pensadores han opinado sobre esta prenda, degradándola a insana vanidad.

Tras la Segunda Guerra Mundial, hubo una fuerte corriente femenina que reaccionó contra los estereotipos del busto alto y la exaltación de las caderas, y se masculinizó, también, incitaba a cortar los cabellos. Pero duró poco, las damas volvieron al corsé en busca de la curvilínea sensualidad.

El corsé de hoy

Con el paso del tiempo, la moda ha logrado no solo ofrecer el cambio de color del cabello y los ojos, sino también la forma del cuerpo, muchas veces, de manera contraindicada, pues el ajustado corsé no ha perdido sus defectos: desplaza y comprime al estómago y los intestinos, afectando así a otras estructuras, como la vejiga y los riñones. Además, puede causar atrofia muscular severa y desviación de la columna vertebral. Por fortuna, moda y salud pueden darse la mano cuando hay creatividad, así sigue formando parte de muchos armarios, pero ya no es una prenda para llevar diariamente. Actualmente, hay derivados como los tops –los góticos son un buen ejemplo– que no causan ningún problema, sufrimiento ni incomodidad. El avance de la química ha logrado que las industrias desarrollen diversos materiales, por ello, aunque existan corsés con ballenas de acero, también hay modelos más cómodos con ballenas de plástico o siliconas.

Recomendaciones

Para evitar los riesgos que pueda provocar el uso del corsé, se recomienda realizar diariamente ejercicios para el torso y la espalda, y no ceñir la cintura en más de un 10 % de la medida de la misma.

lperalta@abc.com.py

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