Sutileza al compás

Esta joven bailarina paraguaya es miembro de la compañía Boston Ballet y visitó al país para aportar sus conocimientos en un curso sobre el método balanchine, la cual no se practica aquí, según comenta.

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Como buena avezada en materia de armonía corporal, responsabilidad y disciplina que exige la práctica profesional del ballet, la joven incorpora otros pasos en las clases que imparte, como assemblé, balancé, battement y glissade. La bailarina Diana Ojeda Aguilera, más conocida como Diana Albrecht, cuenta con la capacidad de interpretación y expresión que tanto su talento como su espíritu de superación fueron forjando. A la mala crítica siempre le muestra buena cara, actitud con la que logró afianzar su desempeño, la cual la condujo a conquistar 15 primeros puestos en concursos nacionales e internacionales. Obtuvo dos medallas de oro del Consejo Interamericano de Danza (CIAD), fue electa alumna sobresaliente en el Centro Danza de Río de Janeiro, bajo la dirección de la profesora Marisa Estrella, y tuvo la oportunidad de sumarse a la compañía Joven de Ballet de Río de Janeiro por dos años. Los escenarios incrementaron su energía y no fue diferente en la edición del año 2005 del concurso de estudiantes de ballet y danza contemporánea más grande del mundo: el Youth America Grand Prix, celebrado en Nueva York. Durante el certamen, Diana se ubicó entre las finalistas y fue una de las seis mejores entre los 3500 participantes. Esa posición le valió una beca para la temporada de verano en San Francisco Ballet School para luego ser contratada por Washington Ballet, prestigiosa compañía en la que permaneció durante seis años.

¿Cuándo inicia tu aventura como bailarina? A los tres años, viendo bailar a mi prima les dije a mis padres que quería bailar; eso me cuentan ellos. Me inscribieron en la escuela de Elizabeth Vinader y recuerdo que a los 11 años decidí asistir solo a clases de ballet. Fui alumna de la reconocida bailarina y profesora Nicole Dijkhuis, en cuya academia estuve hasta los 16. Luego viajé al Brasil, gracias a una beca que recibí del Consejo Brasileño de la Danza para ir al Instituto Danza de Río, que enseguida me aceptó en la compañía Joven de Ballet.

¿Y por qué fuiste a los Estados Unidos? Porque gané otra beca para estudiar en el San Francisco Ballet School y en Washington Ballet. Esta última me contrató y desde hace nueve años vivo allá. Ahora integro la compañía Boston Ballet, una de las mejores por su trayectoria; de nivel estricto y competitivo. Cada año nos contratan y al finalizar el plazo, nuevamente somos llamados para audicionar; en ese momento debemos demostrar nuestras destrezas, aunque cada día nos ponen a prueba.

¿Te sentís presionada por eso? Para nada; mi objetivo es mantenerme en el Boston Ballet, entonces el esfuerzo máximo al que me someto es por gusto.

¿En nuestro país aprendiste lo mismo que allá? En el Paraguay me enseñaron el método ruso vagánova, transmitido universalmente, pero no tenía idea del método ruso balanchine, creado por uno de los coreógrafos más destacados del ballet estadounidense –George Balanchine–. Su visión era que en el escenario la bailarina luciera más esbelta, rápida, y que su baile constituyese una ilusión para el público. Lastimosamente, aún no se practica en nuestro país, por lo que me pareció interesante venir al Paraguay para exponer mis conocimientos, solo que lo hice en un curso que duró tres días, porque no tenía tiempo para más.

¿Cuál fue tu metodología para enseñar? Aunque no creas, el hecho de que las alumnas conozcan la técnica vagánova ayudó a que aprendiese balanchine. Enseñé en las instalaciones del Ballet de la Universidad del Norte y lo que planeé fue mostrar el paso que ellas conocen y cómo deben cambiarlo para que se torne un balanchine. Realizaron la comparación y les resultó más fácil. Existen muchas diferencias en cuanto a lo tradicional, desde las posiciones de las manos y los pies, hasta la terminación de un paso.

¿Te comprometiste a volver? Cada año vengo en el mes de julio, porque la compañía nos da vacaciones. La idea es repetir la misma experiencia; las niñas quedaron entusiasmadas. Ojalá pueda.

¿Cómo definirías al ballet en tu vida? Es una carrera a la que estás supeditada a cumplir más de ocho horas de entrenamiento y en Estados Unidos es incluso más riguroso. Para mí, es un disfrute constante. Creo que el baile, además de enseñarme a ser disciplinada, me ayudó a mantener una figura elegante, que adquirí con el devenir de las clases. A través del baile me expreso.

¿Estuviste tentada a terminar con esos horarios? Jamás dejaría de bailar, quiero darme el lujo de hacer lo que me apasiona. Reconozco que muchas veces me sentí cansada luego de tantos ensayos, pero no imagino mi vida sin la danza.

¿Te hubiera gustado ejercer otra profesión? Sí, estoy cursando el segundo año la carrera de Business Management (Administración de Empresas) en Northeastern University, en Boston, Massachusetts, gracias al patrocinio de la fundación que apoya al Boston Ballet, que me cubre el 80 % de los gastos, y con mi salario de la compañía cubro lo demás.

¿Alguna lesión durante tu carrera? Tuve varias lesiones, pero nada grave por suerte. Hasta el momento no ingresé en sala de cirugía, otras compañeras mías, lamentablemente sí.

¿En el año cuántas obras presentan? Tenemos seis temporadas (desde agosto hasta julio). En octubre próximo presentaremos El lago de los cisnes. Promocionamos nuestra obra en el Boston Common Swan Boats, y en diciembre bailaremos El cascanueces. Ya sabemos qué mostraremos dentro de dos años, pues los profesores planifican tres años antes, porque los derechos del coreógrafo deben ser abonados.

¿Ustedes invierten en el vestuario? No, nos entregan. Solo nos corresponde adquirir los productos de maquillaje y, posteriormente, nos reembolsan el importe. Por nuestra cuenta queda la producción del peinado y maquillaje para cada presentación, porque esa actividad es parte del conocimiento del bailarín.

¿A qué edad pensás retirarte? Depende de cómo mantenga mi cuerpo, algunos bailarines se retiran a los 30 o 40 años. Espero que mi salud continúe bien.

En el año 2008, Diana Albrecht fue seleccionada como figura del año por la revista estadounidense Dance Magazine. Además, fue imagen publicitaria del Boston Ballet de la obra La bella durmiente, para la temporada 2012 y 2013.

FAMILIA, IDIOMAS Y OBRAS

Habla a diario con sus padres vía Skype y los visita en julio y diciembre. “Estar en mi casa es lo mejor, me miman mucho, mi madre cocina todo lo que me gusta y solemos ir al interior en familia”, dice Diana. Una de sus dificultades fue aprender rápido el portugués y el inglés. “Por suerte, mis compañeros me ayudaron y me propuse hablarlos fluidamente, si no, no podría permanecer”. En cuanto a sus piezas favoritas cita a Don Quixote, de Rudolf Nuréyev; Romeo y Julieta, de John Cranko; La Bayadère, de Florence Clerc; El cascanueces, de Mikko Nissinen; Études, de Harald Lander; Close to chuck, de Jorma Elo, entre otras.

Texto dbattilana@abc.com.py 

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