¡Declarale la guerra al kaigüetismo!

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"Tengo que estudiar para el examen de mañana, ayudar a mamá con la limpieza, y encima estoy recansada; voy a dormir cinco minutos más y después me levanto a hacer todo". ¿Cómo dejar de escuchar a esa voz que instiga a la pereza? Con tan solo dormir ocho horas diarias y realizar las actividades una a la vez, sin distracciones, podrás decir adiós al kaigüetismo.

Estás acostado con las piernas arriba, comiendo pororó y viendo la novela, que cada vez se pone más apasionante, mientras un montón de tareas te esperan. Tu conciencia te dice que debés levantarte a hacer tus deberes, pero al parecer hay una gran barrera que impide que te pongas de pie. Esa valla es la pereza; lo bueno es que nada más depende de vos derribarla.

Uno de los trucos infalibles para evitar el desgane es esquivar las distracciones. Si querés estudiar u ordenar tu pieza, evitá ver la tele o chatear al mismo tiempo. No se pueden hacer muchas cosas a la vez y, si las hacemos, es posible que no nos salgan tan bien como deseamos.

Si se nos enciman las actividades debido a que las dejamos para último momento, es evidente que nos sentiremos desganados a la hora de realizarlas. Organizar el horario y las tareas son imprescindibles para que la holgazanería no nos gane.

El cuerpo y la mente necesitan descansar del ajetreo cotidiano, es por eso que se debe dormir las horas necesarias: ocho mínimamente. Si ni siquiera reposamos debidamente, es casi imposible que tengamos energía suficiente durante el día.

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Autodesafiarnos o competir sanamente con los compañeros puede ayudar a motivarnos. Huír de los retos y pensar de forma negativa no contribuyen a la superación personal. Asimismo, debemos conocer nuestras limitaciones y no desempeñarnos en actividades fuera de nuestro alcance que solo nos estresen.

Realizar deportes, por lo menos unos trotecitos, ayudarán a generar vigor; es cuestión de organizar los horarios y hacer un poco de espacio. Es importante renovar nuestra energía y dejar atrás la pereza, ya que nos aleja de nuestras propias metas y nos generan frustraciones.

Por Dayhana Agüero (18 años)