Cargando...
Es normal escuchar o leer en las redes sociales la manera en la que las personas confunden dos términos muy diferentes: política y politiquería. Decir que la primera es para enriquecimiento ilícito y solamente sirve para que los “manguruyúes” vivan del Estado es algo muy común entre la ciudadanía; de hecho, de tanto que se repiten las mismas acusaciones, la gente ya relaciona directamente la política con la corrupción.
Esta cuestión no es de ahora ni nació hace 20 años, sino que es un cúmulo de cosas negativas que hacen creer a los paraguayos que la política es mala y “no debemos luego meternos en eso”. Por ejemplo, si miramos a políticos daneses o finlandeses y los comparamos con los nuestros, notaremos que existen notables diferencias éticas y morales entre estos.
Hay una línea muy delgada entre política y politiquería; de hecho, existen pocos verdaderos políticos en nuestro país. Lastimosamente, los que más abundan son los politiqueros; es más, los planilleros, las niñeras de oro y las secretarias vip se burlan de los compatriotas, ya que cobran sin trabajar gracias a sus “cuates”, mientras que el pueblo se rompe el lomo día a día para llevar el pan a la casa.
En un sentido más amplio, la politiquería es el aprovechamiento egoísta del poder o la posición pública para fines de vanidad o enriquecimiento ilícito. Los casos de corrupción en los entes del Estado, que casi siempre están dirigidos por politiqueros, el planillerismo dominante en las oficinas estatales y la justicia que beneficia solo a unos cuantos son los causantes de la desconfianza de la ciudadanía hacia la política.
Hay una gran diferencia entre ambos términos, pero no es algo nuevo decir que nuestro país está repleto de politiqueros. Es una lástima saber que estas personas viven a costillas del pueblo, y no hacen más que enriquecerse y “joder” a los compatriotas.
Por Brian Cáceres Verón (17 años)