No todos los días se empiezan con el pie derecho, ni tampoco las cosas resultan bien siempre, lo cual hace que uno se sienta frustrado y argel. En ese “terrible” estado odiás todo a tu alrededor y probablemente, sin darte cuenta, maltratás a las personas que quieren ayudarte.
Cualquier ruidito que escuches por ahí te pone los pelos de punta: ya sea el chisme que se cuentan tus compas o el barullo a tu alrededor. Todo te fastidia y no hay ni un solo milagro caído del cielo que aleje un poquito esa cara larga que tenés.
Si hablamos de peleas con los socios, la más común surge cuando uno se enoja por lo que el otro dijo. Pues, quizás te sucedió que cuando hablabas con un amigo tranquilamente, de la nada se alteró y te enzoquetó un “ndetavyma pio”. De seguro para él no era un buen día y decidió rematar por vos.
Ese inoportuno encontronazo que tuvieron te dejó con rabia, porque sin razón alguna tu socio se puso agresivo y te insultó, pero ya es tarde; también se te pegó la mala onda y descargás tu argelería en otras personas.
Lo mejor que podrías hacer es contar hasta diez y respirar antes de reaccionar, porque las expresiones que uno utiliza cuando está enojado lastiman mucho, y en este caso el viento no se llevará esas palabras, como lo afirma la famosa frase.
Las personas pasamos por malos momentos constantemente, ya que no todo es color de rosa siempre, y aunque tratemos de animar a la gente que se ve bajoneada, hay veces que no lo conseguimos. Ni el chiste o las boludeces que le cuentes a alguien para sacarle una sonrisa funciorán. Pero no por esta razón vas a alejarte y dejar que el tiempo haga su trabajo como prefieren algunos, sino brindar tu apoyo con la presencia. Que tu amigo sepa que estás ahí y que puede contar contigo para lo que él necesite.
Por Gabriela Vera (17 años)