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La licenciada Nadia de Font Reux, fonoaudióloga, afirma que “mientras que el tartamudeo puede ser leve, en su forma más severa interrumpe la comunicación hasta el punto de que un individuo puede ser incapaz de comunicarse verbalmente”.
“Estudios actuales demuestran que la tartamudez afecta a uno de cada diez niños menores de cuatro años, por lo que es mucho más común en los más pequeños que lo que se pensaba”, indica.
Agrega la profesional que “hay poca evidencia de daño en la salud mental, así como en el temperamento psicosocial relacionado con la calidad de vida. Incluso los infantes muestran mejor lenguaje y habilidades no verbales que sus contrapartes no tartamudos”.
Pero ¿cómo ayudamos a estos niños? “Los niños tienden a imitar a sus padres, así que podemos ser sus mejores modelos para hablar correctamente”.
¿Qué hacer?
* Evite actuar de manera excesiva.
* Hable lentamente haciendo pausas al preguntar o responder algo al niño, y cuando hablamos con otros frente a él.
* Hay días buenos en los que no se presentan mayores dificultades y podemos aprovechar para dejarlo hablar, para que disfrute de la elocución correcta, en cambio. En los días malos, se podrán desarrollar actividades que requieran menor esfuerzo verbal, como pintar, andar en bicicleta, etc.
* No haga demasiadas preguntas a su hijo, ni demuestre excesiva preocupación.
* Anímelo a cantar.
* Mantenga el contacto visual.
* No le diga: “hablá más lento”, “respirá y empezá de nuevo”, “pensá antes de hablar”, dado que la tartamudez es algo involuntario, por lo que el niño no puede controlarlo.
* No lo interrumpa cuando habla.
* Enseñe a sus hijos a escuchar cuando otra persona está hablando.
* Evite completar las palabras o frases por el niño.
* No lo sobrecargue con actividades y respete los horarios de descanso.
* Evite las burlas por la forma de hablar.
Los llamativos tics
La doctora Alicia Aldana, neuróloga, refiere que “la tartamudez no tiene relación directa con los tics nerviosos en niños; sin embargo, pueden estar relacionados de alguna manera”.
La doctora dice que “cuando hablamos de tics, no es que exista una lesión en el cerebro, ya que solo se trata de un trastorno a nivel de los neutransmisores, que son los encargados de transmitir información de una neurona (un tipo de célula del sistema nervioso) a otra neurona consecutiva, unidas mediante una sinapsis”, resalta.
También subraya que “los tics son movimientos repetitivos, bruscos, absurdos, no propositivos, que se repiten con cierta recurrencia. El afectado siente una necesidad irresistible de realizar estos movimientos, aunque pueden ser suprimidos en forma voluntaria durante algún tiempo”.
“Estos tics aumentan con la ansiedad y la fatiga y disminuyen con actividades que requieren concentración. Pueden clasificarse como motores simples: parpadeos y movimientos de la boca, de la cara. Los motores complejos se enfatizan al mover los brazos, las piernas, alzarse el pantalón, arreglarse la camisa”, entre otros, culmina la profesional.