No se trata de clases tradicionales ni de simples grupos de estudio, sino de comunidades de indagación que promueven la participación activa, el pensamiento crítico y la creatividad. Para los estudiantes de altas capacidades, esta estrategia resulta especialmente significativa porque responde a tres de sus principales necesidades educativas: la profundización de contenidos, la estimulación del pensamiento complejo y la oportunidad de interactuar con pares que comparten intereses similares.
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Uno de los beneficios más destacados de los círculos de aprendizaje es que se estructuran en torno a un tema de interés genuino para los estudiantes. Por ejemplo, un grupo puede conformarse en torno a la astronomía, la inteligencia artificial, la narrativa fantástica o la resolución de problemas matemáticos avanzados. El rol del docente es facilitar el acceso a materiales, plantear preguntas desafiantes y orientar la indagación, sin imponer un camino rígido. Esta flexibilidad favorece la autonomía y la motivación intrínseca, dos factores fundamentales para los alumnos con altas capacidades.
Desde el punto de vista metodológico, los círculos de aprendizaje se organizan en varias fases
1. Primero, se identifican los intereses y fortalezas de los estudiantes.
2. Luego, se conforma el círculo con un número reducido de integrantes, generalmente entre cinco y ocho, para asegurar la interacción fluida.
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3. A continuación, se establece un plan de trabajo con metas y productos finales que pueden variar: una presentación, un informe de investigación, una exposición artística o incluso un proyecto de impacto social.
4. Finalmente, se realizan sesiones periódicas en las que los estudiantes intercambian hallazgos, discuten, formulan nuevas preguntas y avanzan de manera colaborativa.
El impacto de esta estrategia en los alumnos con altas capacidades es múltiple. En primer lugar, potencia el desarrollo cognitivo, ya que los estudiantes aprenden a formular hipótesis, contrastar información, analizar distintas perspectivas y generar conclusiones fundamentadas. En segundo lugar, fortalece las habilidades socioemocionales, puesto que el trabajo en círculo implica escuchar, respetar opiniones, negociar significados y construir acuerdos. De esta manera, los niños con altas capacidades, que a veces enfrentan dificultades para integrarse socialmente, encuentran un espacio de pertenencia y reconocimiento.
Además, los círculos de aprendizaje fomentan la metacognición, es decir, la capacidad de reflexionar sobre los propios procesos de pensamiento. Al evaluar cómo han investigado, qué estrategias les resultaron útiles o qué obstáculos encontraron, los estudiantes desarrollan autonomía y se preparan para aprendizajes más complejos en el futuro. Por otro lado, esta propuesta contribuye al enfoque inclusivo de la educación. En lugar de separar o etiquetar a los alumnos con altas capacidades, se les ofrece un espacio diferenciado dentro del mismo entorno escolar.
Fuentes:
- AROCAS SANCHÍS, E. Altas capacidades intelectuales. Programas de enriquecimiento curricular. Editorial CEPE. 2012. Madrid, España.
- ALEGRÍA, R Y OTROS. A mí no me parece. Casos prácticos para comprender la alta capacidad. Ediciones Parainfo. Madrid. España. 2015.