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En sus mejores momento, Barry Seal es un más que decente ejemplo de “Scorsese light”, bebiendo de manera obvia pero esmerada de la fuente de la inspiración de épicas criminales como Casino o El Lobo de Wall Street, guiándonos por el meteórico ascenso de su protagonista al cruzarse, como una especie de Forrest Gump sin inocencia, con algunas de las figuras históricas más importantes de las maquinaciones estadounidenses en Latinoamérica durante la Guerra Fría.
El filme, narrado por su protagonista como suele ser el caso en este tipo de películas, sigue a un piloto de aerolíneas llamado Barry Seal (Tom Cruise). Aburrido con llevar turistas de aquí para allá, Seal salta ante la oportunidad que le presenta un agente de la CIA llamado Schafer (Domhnall Gleeson) de hacer vuelos de reconocimiento sobre zonas de conflicto en Centroamérica, en una época en la que los servicios de inteligencia estadounidenses miraban con alarma el éxito de movimientos izquierdistas como los sandinistas en Nicaragua.
Una cosa que Liman emula bien de Martin Scorsese es la energía y el ritmo al que mueve la película, llevándonos rápidamente por los momentos clave de la meteórica carrera de espionaje y criminal de Seal, con algunos desvíos al futuro para adelantarnos lo obvio: que las cosas no siempre le van a salir bien a nuestro carismático contrabandista de cocaína.
Es un filme que se mueve con confianza y estilo, jugando con el público para hacer amena lo que básicamente es una lección de historia embellecida; incluso se roba el chiste de John Oliver de los países en el mapa como comentario de lo poco que el estadounidense promedio probablemente conoce sobre Centroamérica.
Hay un sentido del ridículo del que el filme está muy al tanto, y parece apenas poder contenerse de simplemente parar el filme por momentos para, al estilo del Pain & Gain de Michael Bay, aclarar que efectivamente sí, lo que vemos está basado en hechos reales.
Y es quizá allí donde la película sufre, al tomar una historia tan insólita, reconocer lo insólita que es, resaltarlo con un gigantesco reflector y no ir un poco más lejos en la creatividad con la que lo encara. Liman se para sobre los hombros de Scorsese, pero no trata de trepar a su cabeza, y eventualmente la película comienza a volar en piloto automático, como tachando ítems de una lista de cosas que las películas como esta suelen incluir.
Así que no es extraordinaria, no va a volver irrelevantes a las grandes historias de criminales en ascenso rutilante y descenso meteórico que nos han traido maestros como el arriba mencionado, pero es un filme más que decente, bastante bien actuado y expertamente armado por un director que está en racha.
Vale la pena, ni más ni menos.
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BARRY SEAL: SÓLO EN AMÉRICA (American Made)
Dirigida por Doug Liman
Escrita por Gary Spinelli
Producida por Ray Angelic, Doug Davidson, Brian Grazer, Brian Oliver, Kim Roth y Tyler Thompson
Edición por Andrew Mondshein
Dirección de fotografía por César Charlone
Banda sonora compuesta por Christophe Beck
Elenco: Tom Cruise, Domhnall Gleeson, Sarah Wright, Alejandro Edda, Mauricio Mejía, Caleb Landry Jones, Jesse Plemons y Jayma Mays