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Desde muy temprana edad, los niños, fascinados por alguna persona en particular, expresan el deseo de “cuando sea grande quiero ser…”, lo que es tomado como punto de partida para la vocación profesional.
María Elisa Sosa, psicóloga educacional, explica que desde esta premisa en los pequeños “podemos darnos cuenta de cómo ellos perciben el mundo que les rodea y les nace el deseo de ser algo o ser como alguien”.
Añade que eso sucede “desde los primeros años de vida, en donde quienes les inspiran son primero con los que conviven diariamente como mamá, papá, tíos, tías, etc., y posteriormente profesores y otras personas que formen parte de su entorno”.
La especialista sostiene que la vocación profesional “está revestida de fantasías propias de la edad y, a medida que crecen, van descubriendo cuáles son sus intereses y las profesiones que se adecuan a los mismos”.
Al terminar los felices años en la escuela, los niños, ya adentrándose en la turbulenta ola de cambios de la adolescencia, enfrentan una de las primeras decisiones importantes en sus cortas vidas: elegir a qué colegio asistirán para continuar sus estudios.
“La familia cumple en un primer momento un modelo a seguir para el niño y la niña, y a medida que éstos se van desarrollando, tiene la tarea de estimularlos a través de diversas actividades, proporcionándoles una amplia gama de experiencias para que posteriormente tengan más posibilidades a la hora de elegir su camino”, reflexiona la psicóloga.
Sin embargo, en la mayoría de los casos son los padres quienes sugieren el camino que han de seguir sus hijos, ya sea colegios con orientación técnica o humanística.
Sobre este punto, la psicóloga resalta que “si el padre o la madre sugieren sin presionar a través del diálogo, no tendría que surgir ningún conflicto. Muchas veces sucede que a mitad del año un alumno o una alumna pide un traslado de especialidad por no poder cumplir con las exigencias de la misma, o porque no se siente a gusto”.
Si durante la primaria y secundaria en el niño no se ha despertado un interés sostenible hacia una profesión, no hay por qué alarmarse, según la especialista.
“Cada vez se abren más posibilidades en el mundo laboral, y es importante no presionar a los jóvenes para que decidan inmediatamente. Existen diversas opciones, como tomarse un tiempo para conocer las propuestas de las diferentes universidades, la posibilidad de estudiar carreras cortas o realizar algunas pasantías para explorar mejor los propios intereses y orientación vocacional de un joven”, expone.
No descubrir una vocación profesional “sería un problema si la persona se encasilla en tener una profesión tradicional o se preocupa por el estatus de la carrera que elija, sin pensar en sus intereses personales; sin embargo, también puede suceder que una persona realice diversas actividades sin limitarse a una profesión en particular y sentirse plena y satisfecha con su decisión”, concluye.
Antes de saltar al campo laboral, existen test diseñados especialmente para intentar encauzar a los jóvenes en la orientación profesional que aún no logran descubrir.
La psicóloga empresarial Lidia Saggia explica que “los test vocacionales forman parte de una batería de pruebas; las baterías de pruebas constituyen herramientas para medir diversos aspectos de una persona. La mayoría de los colegios dan a sus alumnos la posibilidad de realizar un test vocacional, y si este test es realizado por profesionales en el tema, seguramente se dará con las carreras acertadas”, indicó.
“El mercado laboral está cada vez más exigente, tener un título no es una garantía para el éxito; las personas con mentalidad flexible son las que están aptas para el mercado laboral actual”, sostiene la especialista.
También resalta que “trabajar en lo que uno quiere es bueno y, claro, es un lujo, pero también se debe estar atento a revisar la actitud laboral. Para trabajar en lo que se desea se debe conocer qué está requiriendo el mercado y enfocar la búsqueda hacia esas opciones de estudio y salida laboral”.
Es frecuente que, por la dificultad de acceder a puestos laborales para aquello en lo que uno se ha formado, termine trabajando en algo que no le despierta el mismo interés, y es ahí cuando surgen algunos conflictos.
Para la Lic. Saggia, la falta de pasión por el trabajo se visibiliza en síntomas como: las tareas asignadas resultan tediosas y demoran el doble de tiempo; la persona asume una actitud defensiva ante las tareas que les son establecidas; se dan frecuentes charlas entre compañeros resaltando solo los aspectos negativos del entorno laboral, así como perder el tiempo en los chats y redes sociales, entre otros.
La falta de orientación vocacional o profesional -sostiene la especialista- causa deserción tanto en las universidades como en estudios técnicos y en los lugares de trabajo, además de generar desmotivación, sentimientos de minusvalía, cuando los jóvenes creen que han defraudado a sus padres, familia y a sí mismos.
Saggia reflexiona que generalmente no se tiene en cuenta la elección del joven a la hora de decidir su interés vocacional; a esto se suma que al culminar la secundaria la mayoría carece de experiencia laboral, desconoce sus propias habilidades y tampoco maneja el comportamiento del mercado laboral y su demanda.
“Entonces aparece la orientación vocacional o profesional, cuyo objetivo es despertar intereses y ajustarlos a la competencia laboral de la persona y a la demanda del mercado. Cuando la orientación vocacional está bien aplicada, saca a relucir el talento de la persona, mostrándole a la vez la realidad en la que está inmersa (socioeconómica, tiempo, oferta y demanda, etc.) para que el joven tome una decisión madura y de su conveniencia”, puntualiza.