Impotencia que duele

El agua llegó de golpe, antes de que se dieran cuenta y mientras todavía estaban durmiendo. La tormenta que dejó destrozos en buena parte del territorio nacional la semana pasada los obligó a dejar sus casas. La impotencia también causa dolor.

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El agua avanzó en cuestión de horas. A pesar de la fuerte tormenta del viernes, hasta el sábado la cancha del club San Juan, la misma en la que el papa Francisco se reunió con pobladores del Bañado Norte, una de las zonas más pobres de Asunción, durante su visita a Paraguay en julio pasado, se encontraba en buenas condiciones. Pero para el domingo, la situación era completamente distinta y el campo donde un día antes se había jugado uno de los tantos torneos del barrio estaba repleto de agua y con ella, también la basura.

En una de las esquinas, la pequeña capilla San Juan Bautista muestra aún los arreglos que se hicieron meses atrás para la histórica visita. Al otro lado de la cancha, sentada frente a la ventana que da al campo de juego, una mujer golpea con fuerza algunos pedazos de carne que se convertirán en milanesas para vender o quizás para la cena familiar. Rami, como nos cuenta que se llama, lleva años conviviendo con el avance del agua en las temporadas de crecidas.

La tormenta del pasado viernes generó preocupación en su casa, donde vive junto a otras cuatro personas, debido a que el año pasado el agua había cubierto buena parte de su propiedad, por lo que decidieron construir una segunda planta, adonde llevar las cosas de valor. Una nueva lluvia podría hacer que el agua llegue y la construcción todavía no se ha completado.

En una esquina cercana a la canchita que se hizo famosa por ser el sitio donde el papa Francisco se reunió con los bañadenses, nos encontramos con Patricio Pintos, uno de los dirigentes principales del Bañado Norte. Tiene la apariencia de un hombre fuerte, pero en su mirada pudimos notar la impotencia y el dolor. “Ver a la gente sufriendo es muy fuerte”, nos confesó.

A Patricio Pintos no le avergüenza confesar que, en algunas ocasiones la tristeza le gana la pelea y derrama lágrimas de impotencia. Desde pequeño le enseñaron que los hombres no lloran, pero, ¿qué más te queda cuando mirás a tu esposa y a tus dos hijas adolescentes y sabés que no tenés un techo digno para protegerlas? ¿Cómo reaccionás cuando ves tus pocas pertenencias adquiridas con mucho sacrificio destruidas por un capricho de la naturaleza?

Además de ser cabeza de su hogar, Patricio es uno de los dirigentes principales de la zona. Ni bien comienza a hablar, notamos que tiene años de experiencia en la organización vecinal y mucho conocimiento del sistema.

Mientras un camión de la Secretaría de Emergencia Nacional se pone en marcha, llevando a decenas de personas con sus pertenencias hasta alguno de los refugios, Patricio nos cuenta que el trabajo estatal está lejos de cubrir las carencias de los pobladores. "Este móvil viene a las 08:00 o 09:00 y a las 15:00 ya se retira. Máximo hacen dos viajes por día, llevando gente, porque dicen que no tienen rubro. Por eso critico tanto a Emergencia Nacional", puntualizó el líder.

Sin embargo, rescató la labor de la Municipalidad. "Los funcionarios de la Comisión Municipal de Emergencias y Desastres (COMUEDA) traen tres camiones y más gente, y están todo el día haciendo traslados. Además, entran hasta el fondo del Bañado, donde también hay gente que necesita".

Como contábamos en la entrega anterior, la disciplina organizativa de la gente del Bañado es una cualidad que muchas otras entidades del país deberían emular. Definitivamente, no se cruzan de brazos a esperar a que el Estado les haga caso. Motocargas, bicicletas, carritos, a rastras, lo que puedan cargar en hombros.... todo es válido a la hora de salvar sus escasas pertenencias. Quizá para quien mira de lejos pueden ser solo un montón de "cosas", pero para ellos son bienes invaluables. Es que cuando la vida pega duro y las necesidades son muchas, hasta el más mínimo artículo es un bien preciado.

Patricio trata de parecer tranquilo durante la charla, pero cuando nos invita a acompañarlo unos pasos para mostrarnos su casa, que está a punto de ser completamente avasallada por el avance de la inundación, podemos ver la angustia en su mirada.

“El agua sube 20 centímetros y mi casa estará bajo agua. Tengo que salir ya nomás. Y eso que yo estoy ubicado en la parte más alta. Imaginate. Si yo tengo que salir, más aún los vecinos de toda la cuadra va a tener que mudarse”, lamentó.

Al escuchar sus estos relatos, es natural ponerse a pensar en cuál sería la posible solución para que estas personas dejen de pasar por este éxodo reiterado en cada crecida.

Luego de pensar un poco en nuestro cuestionamiento, Patricio nos cuenta cuál es el anhelo de la mayoría de sus vecinos.

“Nosotros queremos que se habiliten refugios, pero no en la caballería. Los albergues tienen que estar en el barrio. Si te mudás lejos de tu casa, los perros te roban lo poco que tenés. Lo ideal sería estar cerca para poder revisar nuestras casas todos los días, igual nomás si están inundadas, aunque sea en canoa nos iríamos a controlar un poco nuestras viviendas”.

Pero querer ocupar las zonas más altas es imposible. “Queremos irnos aunque sea a las veredas de las calles principales del barrio, pero no nos permiten. Nosotros no queremos andar así, no da gusto, pero la desesperación es grande”.

De los políticos, ni hablar. Patricio insiste en que la presencia de autoridades o candidatos terminó tras las elecciones. “Vinieron a repartir volantes, pero esos no nos sirven para ir al supermercado. Mario Ferreiro nunca vino a mostrar su cara acá, ni ayuda. Yo lo que me pregunto es por qué el intendente electo no está trabajando ya ahora. Estamos dependiendo otra vez de la gente que está saliendo del cargo. Por lo menos queremos su presencia, y aliento para la gente en este mal momento”, manifestó Patricio.

Es un reclamo de años y un sueño para estas personas, pues sería la salida definitiva para que puedan vivir sin la constante incertidumbre de no saber cuándo tendrán que huir de nuevo. A pesar de que ya está un poco resignado, porque sabe que sus pedidos nunca son escuchados, Patricio se anima a pedir una vez más a través de nuestro medio. “Si la defensa costera, más de 7500 familias viviríamos dignamente. Pero no lo hacen porque no van a poder negociar más a costa de los desastres naturales. Ellos facturan con los supuestos gastos que hacen por nosotros, y no nos dan los elementos básicos”.

Muchos son los vecinos que vienen a contarle a Patricio lo mal que la están pasando, a suplicarle por ayuda, y a él le duele no poder hacer nada. “Soy dirigente, ver a la gente sufriendo es muy fuerte, pero no está en mis manos. Yo también me mudo, también paso por todo esto con ellos”.


“Nunca nadie viene”, dice don Guido Sánchez desde el mirador del pequeño copetín que tiene a escasos metros de la famosa cancha de San Juan. Es poblador de la zona desde pequeño, en los años en los que una olería funcionaba allí y si bien alguna vez abandonó el barrio, fue tan infeliz que decidió volver.

El agua ya llegó hasta la pared externa de su casa y con una nueva lluvia, ya estaría llegando hasta su familia. El año pasado tuvo que ir a vivir en alquiler en la zona de Luque, pagando G. 800.000 mensuales y G. 500.000 por flete en dos viajes (G. 1.000.000).

Don Guido sabe bien que los políticos aparecen en épocas de campaña y después desaparecen. Todavía tiene bien guardada en su memoria la caminata que realizara en 2010 Arnaldo Samaniego, entonces aspirante a la intendencia municipal, prometiendo un sinfín de cosas para ellos que al final nunca llegaron. Aunque cierta esperanza todavía guarda con respecto a la administración que debe asumir en días más.

La visita del Papa en julio pasado sirvió para que se arreglara aunque sea superficialmente la calle que lleva hasta la zona, aunque cinco meses después la capa de ripio ya se encuentra visiblemente deteriorada.

En el camino de regreso, un grupo de niños, con sonrisas de oreja a oreja, no aguantaron las ganas y pidieron a nuestro reportero gráfico que les tomara una foto.

Ahí, descalzos, expuestos a enfermedades, con la canchita inundada donde estuvo el papa de fondo, los pequeños posan felices, ajenos a la dura realidad que viven, y que aún no comprenden.

Su inocencia los protege del dolor.

juan.lezcano@abc.com.py - @juankilezcano

estefanhy.ramirez@abc.com.py - @estefhycantie

Fotos: Celso Ríos, ABC Color.

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