La magia de Trinidad

Más de 300 años pasaron desde su fundación, mas sus ruinas permanecen desafiantes a los años. Las paredes de piedra, algunas desgastadas por la humedad, aún conservan la historia de la última misión jesuítica instalada en Paraguay: Trinidad del Paraná.

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A 402 kilómetros de Asunción se encuentra la última y mejor conservada reducción construida por los jesuitas españoles que se asentaron en Paraguay en los siglos   XV y XVII.

Las ruinas de Santísima Trinidad del Paraná, en Itapúa, destacan por su diseño urbanístico, obra del arquitecto Juan Bautista Primoli.

Los restos de la misión, que datan de 1706, se encuentran a 700 metros de la ruta 6, a la altura del kilómetro 31.

Previo pago de G. 15.000 (G. 25.000 para extranjeros y G. 5.000 para niños y oriundos de los nacidos en Itapúa), el visitante ingresa acompañado de un guía para descubrir el antiguo mundo jesuita-guaraní.

Los circuitos diurnos se desarrollan todos los días, continuamente de 07:00 a 18:00, explica Édgar Paredes, jefe general de la Misión Jesuítica Guaraní Santísima Trinidad del Paraná.

Al ingresar al lugar, que abarca un total de 13 hectáreas, el circuito se inicia con la Plaza Mayor, un espacio común bordeado por las casas de los nativos, estas a su vez adornadas con arcos que recuerdan el estilo romano.

Más adelante, se yergue la construcción principal, la Iglesia Mayor, donde se aprecian verdaderas piezas de arte, como la pila bautismal, tallada en 1720, y el púlpito del sacerdote, finamente trabajado con figuras religiosas de estilo barroco guaraní.

Las paredes aún esconden retazos de figuras y otros elementos arquitectónicos, como las estatuas, todas descabezadas.

En los pisos también pueden apreciarse restos de la pintura original del edificio, obtenida generalmente de plantas nativas.

Casi en el centro se encuentra una cripta de piedra -reconstruida en parte por especialistas contemporáneos- donde fueron enterrados algunos de los principales líderes religiosos españoles.

Los jesuitas igualmente construyeron en la reducción instituciones de enseñanza para los indígenas, además de cementerios, talleres y zonas de cría de ganado y agricultura.

Contiguo a la Iglesia Mayor se encuentra un calabozo, donde -según historiadores y guías- eran recluidos temporalmente los nativos que quebrantaban las normas de la misión.

Más alejadas del centro de la reducción -declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, en 1993- se encuentran la torre del campanario, la Iglesia Primitiva y otras edificaciones menores.

Dentro del complejo jesuítico se puede admirar un museo en el cual se exponen piezas ornamentales hechas por los guaraníes, además de partes de algunos detalles arquitectónicos del conjunto de edificaciones.

En el recinto se exhibe además un esqueleto de un nativo de la época, encontrado durante los trabajos de recuperación de las ruinas, ya en el siglo XX.

Para quienes no puedan acudir durante el día, la Secretaría de Turismo (Senatur) desarrolla un espectáculo único con luces y sonido.

El circuito nocturno se inicia a las 19:30 (20:30 durante el horario de verano), de jueves a domingos, y dura aproximadamente 45 minutos.

“La idea es transportar a las personas al tiempo de los jesuitas y que sientan cómo se vivía antes”, explica Édgar Paredes.

A través de la tecnología instalada, los visitantes pueden oír sonidos cotidianos de la época, como el de una campana o de los animales que se manifestaban en los alrededores al caer la noche.

A lo largo del recorrido, encabezado por un guía, el turista admira igualmente un paisaje acondicionado con juegos de luces y proyecciones de videos explicativos.

De esta manera, las ruinas de Trinidad otorgan al visitante una jornada entretenida y única, a través de la cual se sumerge en un mundo cargado de arte, historia y religión.

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