La venganza de los 47 ronin

“47 Ronin”, la nueva película de acción y fantasía protagonizada por Keanu Reeves, está basada en hechos reales. Sí, la película con monstruos y una bruja que se transforma en un dragón.

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Obviamente, la magia, los monstruos y Keanu Reeves son algunas de las libertades que la producción se tomó a la hora de adaptar la historia, pero la base del argumento, sobre la muerte de un noble y el deseo de 47 de sus guerreros samurái de vengar su muerte, es algo que ocurrió de verdad y se convirtió en una de las historias populares más icónicas de la historia de Japón.

La palabra “ronin” era utilizada para referirse a los samurái -la élite guerrera japonesa que vivía regida por un férreo código de honor llamado “bushido”- que se hallaban sin un señor al que servir; esencialmente, samuráis desempleados.

Como toda historia que llega a tener el alcance popular que tuvo la de los Shi-ju-shichi-shi, los 47 samurái sin señor, la historia ha sido embellecida innumerables veces en obras de teatro y en los tiempos modernos en cine y televisión. Sin embargo, aún existen documentos históricos que detallan los hechos.

Los 47 samurái que protagonizan la historia eran parte de las decenas de guerreros al servicio del daimyo o señor feudal Asano Takumi-no-Kami Naganori, regente del feudo de Ako, ubicada al oeste de la provincia de Honshu.

Asano, junto con otro señor feudal -Kamei, del feudo de Tsuwano-, fue elegido como el encargado de organizar una recepción digna para los enviados del Shogun (Emperador) Higashiyama, en la ciudad de Edo, actual Tokio.

En preparación para esta labor, tanto Asano como Kamei fueron puestos bajo la tutela de un oficial de alto rango del imperio llamado Kira Kozuke-no-Suke Yoshinaka, quien debía instruirlos en etiqueta. Kira trataba mal a ambos daimio, insultándolos constantemente; el porqué de este maltrato difiere según las fuentes, con algunos argumentando que Kira se ofendió al considerar los presentes que ambos le ofrecieron por su instrucción insuficientes, mientras que otros afirman que esperaba de ellos un soborno que no recibió.

Aunque lógicamente a ambos daimio les ofendía enormemente el trato que Kira tenía con ellos, el más afectado en un principio era Kamei, quien luego de no mucho tiempo ya estaba planeando matar a Kira por la ofensa, aun cuando eso no solo le acarrearía una sentencia de muerte segura, sino que también llevaría al deshonor y la ruina a todo su clan. Quizá previendo ese desastroso desenlace, los consejeros de Kamei entraron en acción y, discretamente, sobornaron a Kira con una considerable cantidad de dinero.

Desde entonces, Kira comenzó a tratar mejor a Kamei, pero concentró todo su maltrato en Asano, de quien aún no recibía nada. Aunque hasta entonces el señor feudal de Ako había soportado el maltrato, eventualmente los insultos y las ofensas fueron más de lo que pudo aguantar.

Era el año 1701 del calendario gregoriano occidental cuando, en el corredor principal del Castillo de Edo –un lugar en el que todo tipo de violencia, incluso el desenvainar una espada o daga, estaba terminantemente prohibido-, Asano atacó a Kira con su daga. Tuvo tiempo para solo dos golpes antes de ser reducido por los guardias; el primer golpe alcanzó a Kira, dejándole un importante pero no grave corte en el rostro, mientras que el segundo erró su blanco y acabó alcanzando solo una columna.

Asano había asaltado a un oficial del Imperio en la mismísima residencia del shogun, lo que suponía un crimen de enorme gravedad. Al señor de Ako se le ordenó que cometiera “sepukku” o “harakiri”, suicidio ritual, una práctica reservada a samurái u otro tipo de nobles que habían cometido ofensas serias; el sentenciado hundía un “tanto”, una espada corta, en su abdomen, y luego lo movía de izquierda a derecha, efectivamente destripándose.

La noticia fue recibida en Ako por el líder de los samurái y principal consejero de Asano, Oishi Kuranosuke Yoshio, quien inmediatamente mudó a la familia Asano de su castillo y acató las órdenes de entregar el castillo del señor feudal al gobierno. Como dictaban las órdenes imperiales, los bienes y tierras de Asano fueron incautados y sus guerreros quedaron convertidos en ronin.

Los ronin se dispersaron, arruinados. Oishi se mudó a Kioto, donde comenzó a hacerse notorio por beber alcohol de manera profusa, y era frecuentemente visto caminando ebrio por las calles, visitando burdeles, durmiendo en la calle y comportándose de forma obscena. Un samurái caído en el más absoluto de los deshonores, incapaz de comportarse con la dignidad de un guerrero y mucho menos de buscar una venganza contra Kira que honrara a su señor fallecido.

Era exactamente así como Oishi quería ser visto, específicamente por los espías que sabía que habían sido puestos a vigilarlo por orden de un Kira temeroso de que Oishi quisiera vengar a su señor, aun cuando el shogun había prohibido tal acción. Pasó dos años como un paria, mostrándose abiertamente arruinado, hasta que Kira se convenció de que él y los demás ronin no representaban amenaza alguna. Bajó la guardia.

Tras la muerte de Asano, 47 de sus samurái, con Oishi a la cabeza, habían jurado en secreto vengar a su señor. Sabiendo que hubieran fallado si atacaban inmediatamente, ya que Kira esperaba el ataque, se dispersaron y esperaron. Oishi incluso se divorció de su esposa, poniendo un énfasis aun mayor en su aparente desgracia; en realidad lo había hecho para que ella y su familia no sufrieran las consecuencias de lo que iba a hacer.

Durante los dos años, varios de los ronin conjurados se habían convertido en obreros, carpinteros o mercaderes, y algunos habían logrado acceso a la residencia de Kira, por lo que pudieron familiarizarse con el edificio. Uno de ellos incluso se casó con la hija del arquitecto responsable del edificio.

Llegado el momento tras la larga espera, los ronin fueron llegando a Edo, trayendo consigo armas de forma ilegal y armadura hecha por ellos mismos para no despertar sospechas comprando vestimentas de combate. Sabían que iban a cometer un crimen que les costaría la vida.

En la noche del 30 de enero de 1703, los ronin entraron en acción. Divididos en dos grupos -uno liderado por Oishi y el otro por su hijo de 15 años, Chikara-, fueron a la mansión de Kira. Oishi atacaría el portón principal, mientras que Chikara y los suyos se infiltrarían por una entrada trasera. Antes, el portero fue reducido y atado, y arqueros se ubicaron en puntos altos para evitar que alguien intentara escapar del lugar para pedir auxilio. Los vecinos fueron avisados antes por los ronin de que no eran ladrones, sino samurái en busca de vengar a su señor, y se les prometió que no corrían peligro alguno.

Finalmente, un tambor dio la señal para el inicio del asalto. Unos diez guerreros leales a Kira salieron a intentar repeler a los atacantes del porton principal, mientras Chikara ingresaba al recinto por la entrada posterior, superando sin dificultad a los demás hombres de Kira, que habían salido a enfrentarlos desde las barracas en las que dormían. Rápidamente, los defensores fueron neutralizados; los ronin no habían sufrido bajas, mientras que entre sus oponentes había 16 muertos y 22 heridos.

Inicialmente no hallaron rastro de Kira. Solo había mujeres y niños, pero Oishi estaba convencido de que su blanco se hallaba aún escondido, ya que su cama aún estaba cálida. Eventualmente, los atacantes hallaron una entrada a un jardín oculto detrás de un lienzo. Allí neutralizaron a otros dos hombres de Kira y pronto lo hallaron escondido; este intentó atacar al hombre que lo descubrió, pero fue prontamente inmovilizado mientras los demás ronin se reunían a su alrededor.

Oishi se arrodilló frente a Kira y, en honor a su alto rango, le informó de forma respetuosa que él y los demás atacantes eran hombres de Asano, que venían a vengarlo como correspondía a verdaderos samurái. Oishi invitó a Kira a morir con honor, cometiendo sepukku, prometiéndole que él mismo actuaría como kaishakunin, la persona encargada de decapitar a alguien que comete sepukku para darle una muerte rápida.

Kira se negaba a responder, por lo que finalmente Oishi ordenó que lo inmovilizaran y le cortó él mismo la cabeza con su daga.

Tras ordenar a uno de los ronin, Terasaka Kichiemon, que fuera a Ako a dar la noticia de que la venganza había sido cobrada, Oishi y sus otros 46 acompañantes salieron marchando hacia el templo Sengaku-ji, donde descansaban los restos de Asano. A su paso, los vecinos de la ciudad, ya enterados de lo que había ocurrido, los felicitaban.

Habiendo llegado al templo, limpiaron la cabeza de Kira y, junto con la daga que había acabado su vida -era la misma con la que Asano había herido al oficial- la postraron ante la tumba de su señor. La venganza estaba completa.

Los 46 fueron ante el abad del templo y le dieron todo el dinero que portaban, pidiéndole enterrarlos y rezar por ellos. Luego se entregaron a las autoridades imperiales.

Aunque el pueblo pidió clemencia para los ronin, cuyas acciones estaban de acuerdo con los preceptos del bushido, éstos efectivamente habían desobedecido la autoridad del shogun. El emperador decretó que, en vez de ser ejecutados como simples criminales, a los ronin se les permitiera cometer sepukku. Así, los 46 murieron por mano propia, lo que se consideró una muerte honorable, y fueron enterrados junto a su señor.

El ronin que había sido enviado a dar la noticia en Ako retornó a Edo y se entregó cuando cumplió con sus órdenes. Eventualmente, fue perdonado por el shogun y vivió hasta los 87 años. Al morir, fue enterrado junto a sus 46 compañeros.

El acto cometido por los 47 sirvió para limpiar el nombre de la familia Asano y todos los samurái a su servicio. El feudo de Asano fue restablecido por el hermano menor y heredero del señor feudal, con permiso del shogun.

Hasta estos días, las ropas, armas y armaduras que vistieron los ronin en el ataque, junto con el tambor con el que señalizaron el ataque y el silbato con el que declararon la muerte de Kira, se conservan en el templo Sengaku-ji, en Tokio.

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