Un amanecer bajo el agua

Detrás de los informes oficiales, de la noticia del día que escuchamos de pasada, están las historias de cientos de seres que deambulan día y noche, descalzos, por angostos pasillos, entre barro y pedazos de vidrio.

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Ellos son los habitantes de los bañados, víctimas de la naturaleza y del abandono del estado, que claman a gritos en medio de la impotencia, de la miseria.

Pero sus voces no son escuchadas.

Al menos eso es lo que se puede deducir luego de un recorrido de nuestro equipo periodístico por los pasillos del barrio San Juan, Bañado Norte.

El estruendo de la tormenta despertó a don Carlos. No había manera de seguir durmiendo mientras afuera de su pequeña casa ubicada en el barrio San Juan de Asunción los truenos estallaban produciendo un alboroto poco habitual. Y los relámpagos iluminaban todo en intervalos irregulares de tiempo. ¿Cuántos segundos pasaban entre uno y otro? A veces eran apenas fracciones, otras un poco más.

Cuando sintió que la lluvia amainó un poco, llegó hasta la puerta de su casa para tratar de conocer la situación. Por lo que había escuchado, la lluvia y la tormenta habían sido muy agresivas.

Cuando abrió la puerta, el agua ya estaba llegando a su casa.

El hombre de 70 años sacudió a su hijo y su nieto, tomó todo lo que pudo cargar en sus brazos y juntos salieron como pudieron. “Casi nos ahogamos esa noche. No podíamos quedarnos, pero tampoco podíamos salir”, relata sentado sobre un pedazo de madera convertido en silla improvisada.

Junto a otras siete familias, la de don Juan juntó lo que pudiera servir y levantó una casa improvisada dentro de un enorme terreno al que el agua amenaza con llegar en caso de nuevas lluvias. Lo que llama casa son apenas algunas maderas terciadas que hacen las veces de paredes delantera y trasera y techo. La construcción se completó con plásticos de carteles publicitarios viejos. “Hendy ko”, afirma.

Son unas 48 personas que conviven dentro de un terreno en el que además caminan gallinas, se levantaron improvisados espacios para sus pocos animales y la basura, arrastrada por el agua, predomina. El refugio se encuentra en el barrio San Juan del bañado Norte, en el camino de tierra que lleva al tradicional club Mbiguá, al otro lado de la bahía de Asunción y a escasas dos cuadras de la cancha de tierra en la que el papa Francisco mantuvo un encuentro con los vecinos de una de las zonas más pobres de la capital de Paraguay durante su visita a nuestro país en julio pasado.

La cancha también está bajo agua y quienes viven alrededor de ella están preocupados por la posibilidad de nuevas lluvias. Pero esa historia la contaremos mañana, en una nueva entrega de esta serie.

El agua está a poco más de un metro de algunas de las casas. Utilizando un caño viejo, uno de los pobladores muestra la profundidad y queda claro que un niño pequeño podría fácilmente ahogarse, por lo que el riesgo es verdaderamente importante. Don Carlos Estigarribia cuenta que la gran mayoría de sus casas sigue en la casa que levantó con esfuerzos y en la que vive desde que era un pequeño niño.

¿Ayuda? Hasta el momento al menos para don Carlos no ha llegado nada ni tampoco hubo representante de alguna institución del Estado que se acercara a preguntarle sobre su situación. Caminar se le hace difícil mientras conversa con nosotros, es que durante las apuradas para correr del agua, algo le produjo un corte en el pie, que se terminó por infectar debido a que el agua se encontraba sucia y también por la falta de atención médica necesaria.

“Nadie vino todavía. Lo que pasa es que la desesperación es grande porque en otras partes también están así. Hay mucha desesperación y así difícil que vengan enseguida para ayudarnos”, dice. Y si de algo sabe muy bien es de tener que mudarse cada vez que el agua asedia su casa.

Una cama cómoda y un techo son lujos que están lejos de la realidad de estas familias, que pasan sus días trasladando sus pertenencias entre las aguas, que, con suerte, les llegan hasta las rodillas. El año pasado don Carlos tuvo que mudarse cuatro veces, durante las cuales perdió muchas de sus pertenencias y otras les fueron robadas.

Y de los políticos ya no espera mucho, porque es habitual que aparezcan solo en las épocas de campaña. “A los colorados ya les dejaron sus correlí por eso y ahora perdieron (en las municipales) como consecuencia. Opama ko la tavy (se terminó la ignorancia)”, reflexiona.

“Y a nuestro presidente (Horacio Cartes), nunca le importaron los pobres”, agrega.

Las inundaciones siempre fueron parte de la vida de los habitantes de esta zona de la capital, pero, la tormenta que azotó el pasado viernes 4 de diciembre los dejó desolados. Los destrozos se cuentan por montones, electrodomésticos descompuestos, muebles destruidos, y lo más grave de todo, dos muertes registradas.

Cruzando la calle, doña Marga observa sentada en una silla cable desde el portón de su casa. En la parte del fondo de su propiedad, uno de sus hijos carga sus pertenencias ya que la parte que le corresponde ya está bajo agua.

En medio de tanta necesidad, a doña Margarita del Valle (61) aún le quedan fuerzas para regalarnos una amable sonrisa e invitarnos a compartir un terere frente a su vivienda. La casa a vecina a la suya está completamente inundada. Para evitar que el agua llegue a su propiedad, ella se esfuerza cargando capas de arena, pero aún así, es imposible detener el avance implacable de la inundación. Por su experiencia de años en este trajinar, doña Marga sabe que en pocos días su casa también estará bajo agua.

"Vivo en este lugar hace más de 40 años. Acá nacieron mis siete hijos. Al principio estábamos entre cartones y hules. Cuando nuestros hijos crecieron, nos levantaron para nuestra casita de material”, nos contó la mujer, antes de agregar que, lo más difícil en estos momentos es mudarse. “Además de que no queremos dejar nuestras casas, porque nos roban lo poco que tenemos, no hay luego lugares para mudarse. Todo está ocupado y los precios no están a nuestro alcance", manifestó la pobladora.

El año pasado tuvo que vivir en alquiler unos tres meses, pagando la suma de G. 1.000.000 mensual. Si bien no quiere dejar su hogar, reconoce que a veces piensa en la posibilidad de comprar algún terrenito en otra parte.

La capacidad de organización que tienen los bañadenses sorprende. Ni siquiera en el ámbito político vemos tanta disciplina. Ahora que gran parte de las casas están inhabitables, crearon refugios donde se reúnen varios grupos de familias y subsisten en comunidad.

Niños descalzos, con afecciones respiratorias, y necesidades de todo tipo. Ese es el panorama “normal”, de la zona, según nos relatan sus propios pobladores.

Adela Jara es dirigente vecinal, y está a cargo de 56 familias que se mudaron a vivir a uno de los refugios.

Mientras caminamos y nos presenta a madres de familia, ante la atenta mirada de los pequeños, Adela nos cuenta que, desde que terminaron las elecciones municipales, ni un solo político volvió a pisar el barrio.

“Los colorados ayudan, pero solo a quienes los ayudaron en su campaña, el resto no existe. Queremos que Mario (Ferreiro) ya que ganó, venga a visitarnos, para que se entere de cómo estamos viviendo acá. En días más esto se llena, la próxima que vengan, tendrán que llegar en canoa hasta acá”, lamentó la líder vecinal.

Mientras tanto, el movimiento en la calle no para. “Jahake, jahake (vamos, vamos)”, grita alguien desde uno de los camiones utilizado para las mudanzas y a bordo de los cuales los bañadenses deberán ir a buscar lugar para ubicarse en alguno de los refugios prácticamente saturados. A lo lejos, soportando el peso de su carga como puede y tratando de mantener el equilibrio mientras lucha contra el agua para caminar, un hombre carga un ángel de hierro, que debía utilizar como adorno navideño. No estaba dispuesto a dejarlo.

Al fin y al cabo, a veces la fe es el único consuelo que queda.

juan.lezcano@abc.com.py - @juankilezcano

estefanhy.ramirez@abc.com.py - @estefhycantie

Fotos: Celso Ríos, ABC Color.

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