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“Para mí la necesidad de retratar el cuerpo desnudo y el retrato viene desde mi infancia. Mi mamá dibujaba y tenía sus dibujos de vivos por toda la casa. Ella fue quien me enseñó a observar. Nos ponía ejercicios y nos armaba bodegones para que mi hermana y yo dibujemos. Muchas de las plantas, alocasias y floripondios ella también dibujó y pintó se trasladan a mi jardín interior donde yo hago mis retratos”, comenzó contando Hugo sobre las inspiraciones detrás de esta búsqueda.
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Cataldo recordó que de pequeño dibujaba desnudos femeninos. Afirmó que le daba “miedo mirar o retratar el cuerpo masculino por más que amaba ver los bocetos desnudos de Miguel Ángel”. Pero en ese entonces también descubrió entre los libros de arte de su madre los bocetos de desnudos de Klimt y Picasso. “Desde entonces tengo una fascinación por los bocetos eróticos de artistas”, dijo.
Asimismo, explicó que su mirada particular sobre el cuerpo masculino viene desde su primera clase de dibujo vivo a los 16 años, pasando por los 8 años que dibujó vivo todos los días porque trabajaba como animador 2D en Europa. “Siempre me costó mucho dibujar el cuerpo masculino ya que sentía que mi mirada delataba el deseo en cada trazo que acariciaba la hoja. Me costaba mostrarme a ese nivel”, confesó.
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“Desde que volví de Europa en el 2007 siempre traté de dibujar del vivo pero también empecé a retratar en fotografía a mis modelos y definir que esa mirada iba a ser lo que iba a pintar en óleo. Para cada lienzo dibujo un boceto detallado en grafito para ser luego tapado con la pintura. En el caso de esta nueva exposición, con la curaduría de Osvaldo Salerno y texto de Ticio Escobar, se detiene el proceso en el dibujo detallado sobre el lienzo para dejarlo suspendido ahí. El dibujo es la obra final que se sostiene sobre esta tela que se asocia con el sudario”, profundizó.
Detalló que en esta exposición “se exhiben en diálogo obras de artistas que relacionaron con ese elemento, símbolo al cual asociamos las imágenes y sus metáforas. Ahí es donde vemos ese limite efímero entre Eros y Thanatos sugerido en el montaje. La mirada al desnudo masculino dentro de esta serie es un guiño al dibujo académico pero más que nada es mirar la belleza y la exuberancia de la vida con el filo de la muerte. Pulsión creativa ante la inevitable muerte y el olvido. Ese lugar extremadamente poderoso”, planteó.
Todo esto conforma así parte de una nueva y gran exposición individual para él, quien también está expectante del encuentro de la gente con estas obras. “El encuentro con el público siempre es una reacción química. Depende de cada espectador y cómo prenden estos símbolos en sus psiquis. Espero que las imágenes generen y estimulen algo en los espectadores. Espero que sientan la belleza que está puesta con mucho amor en estos dibujos”.
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Finalmente, se atrevió a esbozar un pensamiento sobre el papel crees que juega el arte en la sociedad actual. “El arte es fundamental para desarrollar una sociedad activa y comprometida en diálogos diversos y amplios, donde vamos aprendiendo de conocer al otro para en parte aportar a conocernos a nosotros mismos”, señaló, invitando a la gente a visitar la exposición.
“El revés de los sudarios” estará habilitada hasta mediados de marzo en el horario habitual de la galería (lunes a viernes de 8:30 a 12:00 y de 16:00 a 19:00, sábados de 9:00 a 12:30). El acceso es libre.
Texto curatorial
La exposición cuenta con curaduría de Osvaldo Salerno y texto de Ticio Escobar. En ese sentido, el crítico de arte Ticio Escobar, menciona en su escrito que la muestra “consta de dos gestos impulsados en distintos sentidos”.
El primero, explica, “detiene el momento del dibujo en su fase de puro esquema o proyecto de un trabajo a ser terminado posteriormente. En general, Hugo Cataldo en el desarrollo de su pintura esboza la obra con líneas que trazan el campo de la imagen, sostienen las figuras y diseñan la composición. Pero en sus últimas obras, el dibujo sobrepasa los requerimientos de un croquis destinado a ser oculto; recubiero por capas de color, texturas y formas volumétricas”.
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Sigue diciendo que “el artista parece olvidar que se trata de una figuración transitoria y sigue dibujando minuciosmente, desarrollando detalles inútiles en términos de bocetos; haciendo crecer la narrativa más allá del alcance del pincel, el espacio plástico y el temperamento de la materia pictórica. En rigor, no es un boceto, pues no se trata de un apunte previo dirigido a orientar la realización de una obra pendiente; consiste en el levantamiento de los cimientos, la estructura secreta de la obra, la base al óleo dispuesta a ser sepultada y anulada por este”.
“Pero en esta muestra, el boceto disputa sus derechos significantes: reniega de su función de incompletitud y deja a la vista las nervaduras crecidas más allá de lo exigido por la obra. El dibujo se empodera del campo visual; se presenta desnudo, doblamente desnudo, en su intrincado engranaje de puro armazón. No habrá ya pintura; las líneas asumen el control del espacio de representación y dejan los valores del óleo como memoria o promesa de otra escena”, explica.
“El segundo gesto se centra en el lienzo mismo y en el cuerpo desnudo que lo marca. Paralelamente a los dibujos de Cataldo, se exponen algunas pocas obras que relacionan el lienzo con el sudario y vinculan este con la forma humana que encubre; la forma que toca y mancha, que dibuja su envoltura y se anuncia del otro lado. Y al hacerlo, establece un haz y un revés en la superficie. Si un lado se encuentra sellado por la muerte que apaña, el otro remite a su revés inevitable: el plano inscrito por la pulsión vital; por la naturaleza de frondas y sexos opulentos”, señala.
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Continúa diciendo que “se abre, así, una contraescena habitada por organismos henchidos por el puro vigor de sus potencias orgánicas, demasiado ivas, apenas separadas en su esplendor por la milimétrica distancia del otro lado; la más alejada en el ámbito del sentido, la más próxima en los dominios del tiempo. Al final, ambos gestos pueden coincidir en un instante esquivo, ambos movilizan los lugares de lo guardado y lo mostrado y ambos impulsan a que se crucen, aún fugazmente, lo que aparece y se sustrae. Es este uno de los lances más oscuros y fecundos del arte”.