Heath Ledger, cinco años sin un mito a medio forjar

Cinco años después de la inesperada muerte de Heath Ledger, su carisma vulnerable sigue emocionando a los amantes del cine, pero no ha detonado ese mito, ese aura de “nuevo James Dean” que se esperaba.

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El 22 de enero de 2008, el mundo del cine se conmocionaba con la muerte por sobredosis accidental de Heath Ledger en su apartamento en Manhattan.

Conocidos eran sus coqueteos con los fármacos, su insomnio y su inestabilidad emocional, pero también su devoción a su hija Matilda y su entusiasmo en el set de la película que dejó inacabada, “ El imaginario del Doctor Parnassus ” , de Terry Gilliam, y que completarían en homenaje a Ledger Colin Farrell y Johnny Depp.

La juventud de Ledger, que murió con 28 años, la ambigüedad inicial de su fallecimiento, con implicación de Mary-Kate Olsen incluida, y las primeras imágenes de su creación de Joker divulgadas poco después con una indudable vocación escalofriante, fueron los mimbres para un mito que, en cambio, pasados cinco años, parece más condenado a diluirse que a permanecer.

“El caballero oscuro”, ese verano, se convertía en la segunda película más taquillera en Estados Unidos, llegando a rozar el récord de “Titanic”. El tono mesiánico de Christopher Nolan y la nueva solemnidad trágica de Batman colaboraban a la fiebre por la película, pero sin duda fue la interpretación de Ledger el reclamo central para su éxito.

Los más morbosos quedaron satisfechos al ver en pantalla a un Ledger inmejorable, con un histrión inquietante y un discurso filosófico cercano al nihilismo y la autodestrucción, y muchos comenzaron a repasar la carrera de Ledger de manera retrospectiva.

Se reivindicaba de Ledger una sensibilidad a flor de piel y un genio creativo y melancólico también detrás de las cámaras, como mostraba el videoclip que hizo para la canción “Morning Yearning” de su amigo Ben Harper.

Y se recuperaban frases concedidas en entrevistas como la que dio al New York Times en 2001, en la que decía: “La gente piensa que, si como actor puedes mostrarte seguro de ti mismo en la pantalla, ¿por qué no lo haces en la vida real o actúas en tu vida social? ¡Porque no puedo!”.

O, sobre todo, la que en 2007 aseguraba: “La semana pasada probablemente dormí una media de dos horas por noche. No podía parar de pensar. Mi cuerpo estaba agotado y mi mente seguía y seguía”.

Ledger había comenzado como una cara bonita en pleno desembarco de las estrellas australianas en Hollywood, capitaneadas por Nicole Kidman.

Descubierto su potencial dramático gracias a Mel Gibson y Roland Emmerich en “El patriota”, los estudios lo habían alimentado como cebo para las adolescentes en “Destino de caballero” y “10 razones para odiarte”, una adaptación sui generis de “La fierecilla domada”, de Shakespeare.

Sin embargo, en su primer intento para convertirse en estrella con una nueva versión de “Las cuatro plumas”, de A.E.W. Mason, en 2002, y rodada con exquisito gusto por el indio Shekhar Kapur, la taquilla le dio la espalda, algo que le impulsó a buscar con más ahínco el prestigio que la rentabilidad.

De esa decisión nació su vuelta a Australia con “Ned Kelly” o radicalizar su aspecto en “Los amos de Dogtown” y, aunque como secundario brilló brevemente en “Monster's Ball”, donde las miradas estuvieran puestas fue en la oscarizada interpretación de Halle Berry.

Sería Ang Lee el que cambiaría su vida al convertirle en Ennis del Mar, el “cowboy” homosexual de “Brokeback Mountain”.

Su primera nominación al Óscar y primera muestra de su carácter camaleónico, de una sutileza interpretativa capaz de transmitir de manera parca pero arrolladora el tormento interior, el romanticismo enmudecido por la no aceptación.

Esa película, además, le cambió en lo personal. A pesar de que su novia antes de empezar la película, Naomi Watts, fue la que le animó a aceptar el papel, su sufrida esposa en la ficción, Michelle Williams, se convirtió en su nueva pareja en la vida real, la que alumbraría a su adorada hija, de la que fue padrino su compañero de reparto, Jake Gyllenhaal.

“Brokeback Mountain” ganó el León de Oro en una Mostra de Venecia en la que también estuvieron presentes “El secreto de los hermanos Grimm”, de Terry Gilliam, y “Casanova”, de Lasse Hallström. Ledger, por la vía del prestigio, era, ahora sí, una estrella, aunque su siguiente paso sería regresar a Australia para hacer “Candy”, filme sobre la adicción a las drogas que, tras su muerte, fue reinterpretada por no pocos fans.

Su interpretación de Bob Dylan en “I'm Not There” contribuyó a forjar su fama de buen actor, que se coronaría con un Óscar indiscutible incluso sin el factor emocional que sumó su categoría de “juguete roto”. Cinco años después de su muerte, su talento permanece en sus películas. Pero, ¿despegará por fin la leyenda?.

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