Las nominadas al Oscar a Mejor Película Extranjera

La alemana “Toni Erdmann” era hasta hace poco la gran favorita para el Óscar a mejor película en lengua no inglesa, pero las opciones de la iraní “The Salesman” han aumentado.

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Redacción internacional (por Alicia García de Francisco).  La alemana “Toni Erdmann” era hasta hace poco la gran favorita para el Óscar a mejor película en lengua no inglesa, pero las opciones de la iraní “The Salesman” han aumentado después de que su director, Asghar Farhadi, anunciara que no irá a la gala por la política de Trump contra los musulmanes. Farhadi decidió boicotear los Óscar en respuesta al veto decretado por el presidente de EE.UU. Donald Trump a la entrada de ciudadanos de Irán y de otros países de mayoría musulmana.

El humor surrealista de “Toni Erdmann“, dirigido por Maren Ade, conquistó a los espectadores y a la crítica desde su primera proyección, en el Festival de Cannes. La compleja y especial relación de un padre y su hija, con grandes interpretaciones de Peter Simonischek y Sandra Hüller, llevaron a este filme a conquistar premios de los críticos de Toronto (Canadá), Noruega, Nueva York, Londres o Denver (EE.UU.) y de festivales como los de Palm Springs (EE.UU.), Sevilla (España) o Bruselas. Arrasó en los premios de cine europeo, con cinco galardones, y se llevó también el Lux del Parlamento Europeo a la mejor película del año y desde el primer momento se situó como una de las grandes favoritas al Óscar, especialmente desde que “Elle“, de Paul Verhoeven, no pasara el primer corte de la Academia de Hollywood. El que es el tercer largometraje de Maren Ade ha conseguido la décima nominación para Alemania desde la reunificación y, de llevarse el Óscar, sería el tercero para su país tras los de “Nowhere in Africa” en 2002 y “The Lives of Others” en 2006. Si Ade lo consigue, será la cuarta realizadora en llevarse el Óscar en esta categoría tras la holandesa Marleen Gorris (“Antonia’s Line” en 1995), su compatriota Caroline Link (“Nowhere in Africa”) y la danesa Susanne Bier (“In a Better World”).

Hace seis años, el iraní Asghar Farhadi conquistó un Óscar que estaba cantado por “A separation“, que era sin ninguna duda la mejor película en lengua no inglesa del año. Para esta edición, Farhadi se situó entre los nominados con “The Salesman“, una película muy bien recibida en Cannes, donde se llevó el premio a mejor actor para Shahab Hosseini y el de guion para el realizador. Un ejercicio de reflexión sobre la violencia ideológica que hay en el mundo a través de una violencia doméstica. En palabras de Farhadi, “un ejemplo de cómo va el mundo de hoy.” Una película que contaba con pocas posibilidades de ganar el Óscar hasta que a finales de enero su director decidió boicotear la gala que se celebrará este domingo en protesta por la “injusta” política de Trump en contra de los ciudadanos de siete naciones de mayoría musulmana. La reacción mayoritariamente a favor de la postura de Farhadi ha hecho subir exponencialmente las apuestas a favor del Óscar para su película que, en medios estadounidenses, se sitúa ahora como principal favorita. Antes de las películas de Farhadi, Irán había tenido una única nominación, en 1998, por “Children of Heaven.”

Que Ingmar Bergman es uno de los grandes realizadores de todos los tiempos es incuestionable y para él fueron los tres Óscar a mejor película en lengua no inglesa conquistados por Suecia. Pero desde su último Óscar, por “Fanny & Alexander” en 1983, una ‘maldición’ parece haber caído sobre la cinematografía sueca, que pese a cinco nominaciones, no ha conseguido ningún reconocimiento. Hannes Holm lo vuelve a intentar este año con “A man called Ove“, una mezcla de drama, humor y ternura que opta no solo al Óscar a mejor cinta extranjera, sino también al de mejor maquillaje y peluquería. Una película que ganó el premio de cine europeo a mejor comedia y que es un ejemplo del limpio estilo de filmación nórdico, cercano al del finlandés Aki Kaurismaki o el del noruego Roy Andersson. “A man called Ove” es la historia de Ove, un viudo cascarrabias que se rige estrictamente por las normas, cuya vida se ve trastocada por la pérdida de su empleo y por la llegada de una nueva familia al vecindario con un matrimonio de un sueco y una iraní. Una reflexión sobre la soledad, sobre la inmigración y sobre la pérdida de humanidad en la sociedad contemporánea que se ríe de los tópicos suecos y que destila calidez pese a su fría puesta en escena. La tercera en discordia para el Óscar, podría tener su oportunidad en la división entre los que apoyan “Toni Erdmann” o “The Salesman.”

“Land of Mine“, de Martin Zandvliet, opta al Óscar para Dinamarca con una historia que mezcla dos temas que siempre funcionan bien en el cine: la guerra y los niños, y además está basada en hechos reales, otro plus. Tras la rendición de Alemania en la Segunda Guerra Mundial, un grupo de jóvenes prisioneros alemanes son utilizados por las autoridades danesas para limpiar de minas una zona de playa. Un temible y frío sargento danés se encarga de controlar a estos jóvenes, casi niños, en una limpieza suicida que el realizador muestra con una frialdad estremecedora. Con unas soberbias interpretaciones y una estética muy cuidada, “Land of Mine” se llevó los premios de cine europeo a mejor fotografía, diseño de vestuario y maquillaje, además de recibir los galardones de la audiencia en los festivales AFI (Los Ángeles), Gijón (España), Robert (Copenhague) o Rotterdam (Holanda). Esta es la duodécima nominación para Dinamarca, que se llevó el Óscar en 1987 por “Babette’s Feast“, en 1988 por “Pelle the Conqueror” y en 2010 por “In a better world.”

En la que es la primera nominación para Australia, “Tanna“, de Bentley Dean y Martin Butler, es la que parte con menos posibilidades para llevarse el Óscar con su historia de amor a lo Romeo y Julieta en una población aborigen de Vanuatu. Premiada en la Semana Internacional de la Crítica de Venecia, “Tanna” cuenta unos hechos reales ocurridos en la isla que da título al filme, perteneciente a Vanuatu, en el sur del Pacífico. Una joven pareja de una tribu de la isla, que en pleno siglo XX vive como sus antepasados más lejanos, decide huir para poder casarse, en contra de los deseos de sus padres y de los líderes tribales. Rodada en la isla y con una mayoría de actores no profesionales, la película se beneficia de la frescura de sus intérpretes pero, al mismo tiempo, su escasa experiencia es también el punto débil de una película que se convierte en casi un estudio antropológico.

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