DeGeneres, que ya había presentado los Óscar en 2007, fue poco a poco imponiendo su sello personal y, con la complicidad de las estrellas del cine, se echó sobre los hombros una gala de tres horas y media a base de bromas que no necesitaron recursos de mal gusto para arrancar sonrisas.
“Ha estado lloviendo durante los últimos días, pero estamos bien. Gracias por sus oraciones”, dijo DeGeneres en el arranque de su monólogo inicial en referencia sarcástica a la exagerada alarma que causaron en Los Ángeles, ciudad poco acostumbrada al agua, las precipitaciones caídas los días previos al evento.
Finalmente salió el sol y la alfombra roja permaneció seca, aunque eso no impidió que Jennifer Lawrence se tropezara nada más bajarse de la limusina y diera con sus huesos en el suelo, como ya le ocurrió en 2013 en el momento de subir a recoger su estatuilla de mejor actriz.
DeGeneres estuvo ágil para sacar punta de la torpeza de Lawrence, nuevamente candidata al Óscar este año por su papel en Escándalo Americano.
“Si ganas hoy creo que deberíamos llevarte el Óscar (al sitio)”, le dijo la presentadora a la actriz, que finalmente vio sentada como la actriz keniata de origen mexicano Lupita Nyong'o se hacía con la preciada estatuilla con lágrimas en los ojos en el que fue el instante más emocional de la ceremonia.
DeGeneres se sacó del bolsillo un boleto de lotería formato “rasca y gana” que entregó a Bradley Cooper después de que perdiera en la categoría de mejor actor de reparto con Jared Leto -el único en acordarse de Venezuela y Ucrania sobre el escenario- por aquello de hubiera “un premio de consolación”.
Y la gala de los Martin Scorsese y Sidney Poitier terminó por tomar un cariz hogareño, como si fuera una de las tantas fiestas caseras organizadas entre amigos para ver los Óscar por televisión.
Tras preguntar “¿quién tiene hambre?” y sugerir que iba a encargar unas pizzas, se personó allí un repartidor con tres cajas llenas de porciones que se repartieron entre las primeras filas con ayuda de los asistentes que se pasaron platos desechables y servilletas. Harrison Ford, Lawrence, Scorsese, Brad Pitt y Angelina Jolie, Kevin Spacey y otros se hicieron con un pedazo.
Las pizzas eran reales, como certificó Lawrence devorando un trozo en directo, y preparadas en un establecimiento de Sunset Bulevar de una cadena local que recibió la mejor promoción que ningún comercio podría tener, como pone de manifiesto sus en las redes sociales.
Preguntados por cómo se cocinó todo, el encargado de contestar el teléfono en esta pizzería esquivó cualquier comentario con un “llame usted mañana”, abrumado por la atención mediática.
Los Óscar en sí mismos fueron un fenómeno en Twitter donde una autofoto de grupo “improvisado” por DeGeneres con Cooper, Nyongo'o, Pitt, Jolie, Lawrence, Julia Roberts, Spacey, Leto y Meryl Streep se “retuiteó” hasta colapsar la cuenta de la Academia de Hollywood que estuvo caída durante unos minutos.
La foto estableció un nuevo récord en Twitter tras ser compartida más de 1,1 millones de veces y superar la marca anterior establecida por Barack Obama tras ganar por segunda vez las elecciones presidenciales. Esa instantánea fue “retuiteada” 778.329 veces.
La autofoto o “selfie” fue parte de una campaña publicitaria orquestada por Twitter con ABC, con Samsung como patrocinador, no en vano la imagen fue sacada con un teléfono de alta gama de la compañía surcoreana. La cena de comida rápida todavía coleó tras algún que otro premio y unos anuncios.
DeGeneres pasó literalmente la gorra, el sombrero montañero del cantante Pharrell Williams, para recaudar dinero entre millonarios para pagar el manjar, momento que Kevin Spacey aprovechó para darle una propina a la presentadora.
Williams, por su parte, puso a bailar al público con su tema Happy, el más animado de los entonados en la ceremonia, y por el que estaba nominado al Óscar de mejor canción (aparece en Mi Villano Favorito 2). Nyong'o, Amy Adams, y hasta Streep con un animado movimientos de hombros -porque no hay nada con lo que no se atreva actriz nominada a 18 estatuillas en su carrera- le siguieron el ritmo a Williams, no así Lawrence que, quizá temiendo caerse de nuevo, rechazó la ocasión de mover el esqueleto.
Inesperada fue la sentida mención de Bill Murray a su amigo del pasado Harold Ramis, fallecido en febrero y con el que no se hablaba desde que hicieron Groundhog Day (1983) , y la dedicatoria del italiano Paolo Sorrentino a Diego Armando Maradona por ser una de sus inspiraciones en la vida.