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Cuando eran cerca de las 20:00, hora pactada para el inicio de la función, todavía quedaba mucha gente formando fila y esperando entrar, pero lastimosamente no todos pudieron acceder. Pero quienes se perdieron de esta oportunidad están de parabienes con la segunda función gratuita que se presentará este martes en el Gran Teatro “José Asunción Flores” del Banco Central del Paraguay (Federación Rusa y Augusto Roa Bastos).
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“Kurusu Rape” se trata de la interpretación del Vía Crucis a través de la conjunción entre la danza y la música en vivo. La puesta está basada en la traducción al guaraní realizada por el padre Alberto Luna. La coreografía es de Miguel Bonnin, la música de Luis Szarán (incluyendo recopilaciones y registro sonoro de José Antonio Perasso) y la dirección del grupo Sonidos de Paraqvaria estuvo a cargo de Ian Szarán.

El mismo padre Alberto Luna encarnó la voz de Jesucristo, mientras que la actriz Clotilde Cabral iba realizando el relato, todo en guaraní, pero con traducciones en una pantalla, a medida que las escenas se iban sucediendo.
Para que una obra ambiciosa, de grandes magnitudes no solo artísticas sino también espirituales, pueda funcionar, todo se debió ensamblar correctamente y eso sucedió en esta ocasión. Es una puesta sólida, donde se pudo notar la entrega de cada elenco presente en el escenario.

El Vía Crucis es de por sí un pasaje religioso potente, lleno de dolor y que nos recuerda sobre el poder del amor. En ese sentido, toda la solemnidad como también los matices emocionales fueron transmitidos con gran compromiso por los artistas.
Todo esto más la música, que entre sones de la religiosidad popular, los cantos de estacioneros de Areguá, mezclados con sublimes interpretaciones de los músicos de Paraqvaria, hicieron que el público pueda estar inmerso desde el primer momento dentro de ese transitar con Jesús y, sobre todo con el dolor de su madre María. Ambos personajes, interpretados magistralmente por Abel Rivarola y Sofía Schittner.

Contemplar ese sufrimiento y la carga de la cruz, nos deja pensando en cómo cada uno, hoy en día, carga simbólicamente con sus propias luchas y cómo se puede, a través de la espiritualidad, fortalecer la fe, la compasión y el amor al prójimo.
La obra nos deja mucho para reflexionar, pensando también en el verdadero significado de la Semana Santa, recordando lo que ha sufrido Jesús por nosotros, y pensando si nuestra existencia se puede asemejar un poco a su bondad y empatía, en tiempos donde se necesitan más que estos valores.
