El padre Silvio Suárez, quien ofició la ceremonia, recordó con calidez y admiración al actor y director: “José Luis ejercía la tarea de ministro de la lectura. Tanta era su responsabilidad que hace unos días le dijo a su compañera acá: ‘elegí otro lector’, porque no voy a poder”. Con esa anécdota comenzó una homilía donde se destacó no solo su aporte a la cultura, sino su entrega como miembro activo de su comunidad.
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“¿Quién no ha estado en las obras donde actuó? ¿Quién no recordará esas obras memorables que ha dejado?”, expresó el sacerdote, aludiendo a una trayectoria artística que marcó generaciones. “Queda esa actuación del artista que es capaz de transmitirnos sentimientos solo como él podía. Todo eso y más era José Luis Ardissone”, dijo.
El momento más conmovedor se vivió al finalizar la misa, cuando una voz se alzó desde el fondo de la iglesia: “¡Viva José Luis!”. El grito, lleno de fuerza y, por supuesto, teatralidad, dio paso a un aplauso largo, cerrado y potente. Acompañaron el féretro con emoción hasta el atrio, donde los abrazos y las lágrimas seguían fluyendo entre quienes aún no querían dejarlo ir.

Entre los presentes estaban sus hijos, Pablo y Alejandra Ardissone, también actores, quienes recibieron el cariño de todos. Alejandra, conmovida, compartió unas palabras: “Mi papá fue lo máximo, todo lo que aprendí lo aprendí a su lado. Muchas veces también nos peleábamos, pero la mayor parte de las veces coincidíamos en todo, porque teníamos el mismo carácter… Si fui actriz fue por él. Toda mi vida lo único que había a mi alrededor era teatro”.
La actriz Lourdes García, amiga y colega, también ofreció un testimonio entre lágrimas: “Nos deja una vara demasiado alta. No sé si va a existir en 20, 50 o 100 años otro José Luis Ardissone. Peleó durante 50 años por el teatro de este país contra viento y marea. Hoy nos encontramos acá personas que tienen desde 20 hasta 80 años, y todos somos sus hijos en cierta manera. Todos nos sentimos absolutamente huérfanos y decimos: ¿qué vamos a hacer ahora sin él? Pero él va a seguir vivo en cada uno de nosotros”, cerró.

José Luis Ardissone no solo deja un legado artístico inmenso: deja una comunidad, una familia extendida que lo reconoce como mentor, referente y amigo. Su nombre ya está inscripto en la historia de la cultura paraguaya, pero sobre todo, en el corazón de quienes lo conocieron, lo aplaudieron y lo amaron. El último adiós fue acompañado con aplausos, como debe ser.