¿Cómo se construye una identidad con una carrera en constante movimiento? Para El Zar, en un punto del camino la música deja de ser solo melodía para transformarse en paisaje. Allí aparece Paradiso, su quinto álbum de estudio.
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Con un sonido que fusiona la raíz del rock nacional con una estética luminosa y contemporánea, el grupo da un paso más allá: crea un disco-concepto que habla del viaje, la libertad y la transformación.
Charlamos con Pablo Giménez (quien completa el dúo principal junto a Facu Castaño) sobre este nuevo capítulo en su carrera, las emociones que laten detrás de cada canción y el pulso humano que sigue guiando su arte, más allá de escenarios, cifras o giras. Porque Paradiso no solo se escucha: se recorre.
—El nuevo disco, Paradiso, me pareció una obra que gira en torno al viaje y la libertad. ¿Cuál fue el punto de partida emocional o vivencial que les inspiró a crearlo?
—Cien por ciento. Creo que se fue dando eso del viaje, pero un poco cuando pensamos en hacer un nuevo disco y demás, siempre teníamos ideas guardadas con Facu que iban surgiendo, que no entraron en otros discos. Pero lo que nos pasó fue que, como idea inicial, nos fuimos —me acuerdo— Facu, Nico Btesh (el productor) y yo al delta de Buenos Aires, en el Tigre, a una isla. Llevamos todo un estudio, nos instalamos cuatro días y empezamos a hacer canciones, ideas, un montón de cosas. Y eso fue el puntapié inicial de lo que sería Paradiso. Es eso: un viaje, irte un poco —física o mentalmente— del día a día, de la rutina, salir de esos lugares y explorar más.
—¿Qué representa ese viaje hoy para ustedes? ¿Es más simbólico o literal?
—Creo que tiene un poco de las dos cosas. Lo más importante es eso más interior. También tiene que ver con el momento que estamos viviendo como mundo, donde todo pasa por números y likes… que está bien, es una realidad. Pero fue evocar ese momento en que hablabas con un amigo, decidías sin pensar mucho irte de viaje y te ibas: eras vos, la ruta, las montañas, el paisaje. Decidimos revalorizar esos lugares increíbles que tiene Argentina y fuimos a hacer todo el videoálbum a la provincia de San Juan. También es eso: vivir desconectados un rato de las pantallas. Después volvemos a Buenos Aires y estamos súper conectados, pero nos gusta reivindicar esa pausa.

—¿Sentís que es necesario parar para poder crear?
—Sí, estoy 100 % de acuerdo con eso. Es como un músculo. Me acuerdo cuando nos fuimos a ese viaje que te decía. Era cruzar un río, nada más. Pero ahí el músculo empieza a ejercitarse: entrás en un ejercicio de composición, de crear personajes, de salirte un poco de la óptica diaria. Y eso es muy sano a la hora de hacer canciones. Las ideas pueden aparecer en cualquier momento, pero también hay que buscarlas, ejercitar ese músculo. Después, hacer un disco no es solo inspiración: es mucho trabajo de estudio, de perfeccionar detalles. Este disco lo trabajamos durante un año y medio, con mucho cariño.
—Hay canciones muy emocionales como “La forma de estar solo” o “No entiendo si es amor”. ¿De dónde surge todo lo que escuchamos en este disco? ¿Qué diferencia hubo con el proceso del anterior, Río Hotel?
—Río Hotel tenía una inspiración de Brasil, pero siempre intentábamos llevarlo a algo nuestro. Pero Paradiso tiene identidad 100% de rock argentino. Volver un poco a esas bases, a nuestros héroes: Andrés Calamaro, Gustavo Cerati, Charly García, Fito Páez… No fue algo premeditado. Una vez que sale el disco y lo escuchás, empezás a atar cabos. Fue más bien una sensación de hacer lo que nos fascinaba en ese momento. Pero sí, está muy teñido de lo que son los próceres del rock nacional argentino.
—Paradiso suena a El Zar, pero también suena distinto. ¿Cómo manejan esa tensión entre identidad y evolución?
—Nos pone muy contentos eso. Mucha gente nos dice: “Es muy diferente al disco anterior, pero sigue sonando a El Zar”. Eso nos alegra, porque la gente ya empieza a reconocer una marca propia en lo que hacemos. Intentamos hacer algo diferente, algo que nos represente en este momento. Y también nos gusta cambiar, no repetir fórmulas. Somos nosotros, claro, y hay cosas que se mantienen, pero buscamos evolucionar.
—Este disco incluye colaboraciones importantes con No Te Va Gustar y Ximena Sariñana. ¿Qué les dejaron esos cruces?
—Increíble. Ximena es una gran artista, amiga, siempre tira para adelante. Cuando vino a Buenos Aires empezamos “Todo al revés” en una juntada de composición, y fue muy orgánico seguir trabajando hasta que la canción estuvo lista. Muy felices. Esperamos poder cantarla con ella en octubre, cuando volvamos a México.
Con No Te Va Gustar también fue espectacular. Siempre los admiramos. Emi ya había cantado con nosotros en el Estadio Obras y en Uruguay. Cuando hicimos “Parte de mí”, sentimos que tenía ese aire. Se la mandamos a Emi y le dijimos: “Amigo, ¿qué onda, qué te parece esta canción?”. Y nos dijo: “¡Me encanta! Esperen que hablo con los chicos”. Al día siguiente ya estaban re adentro. Pero pusieron una condición: “Vengan a Uruguay”. Y así fue. Estuvimos tres días en estudio, compartiendo, grabando. Querían hacer algo que no fuera solo una canción en plataformas, sino una obra compartida. Fue una experiencia muy linda y enriquecedora.
—Más allá de las canciones, se nota que hay un equipo muy comprometido alrededor del proyecto. ¿Qué significa eso para ustedes?
—Es increíble. Desde Nico, nuestro productor, hasta toda la banda y el equipo que nos acompaña, no hay otro motivo más importante que el amor al arte. Toda esa gente involucrada lo hace porque lo siente, porque le significa la obra. Lo vimos mucho en la creación de Paradiso, también en la parte de vídeos. Un equipo gigante trabajó, incluso con lluvia y frío. Y querían estar, porque confiaban en lo que estábamos haciendo. Eso nos puso muy felices. Estamos muy agradecidos.
—¿Y este proceso de creación les dejó algún aprendizaje interno?
—Siempre estás aprendiendo. Y una de las cosas que más aprendimos es el valor del equipo. Saber trabajar en conjunto, valorar realmente al otro en su aporte. Facu y yo tomamos las decisiones, claro, pero armar equipo es espectacular. Antes, siendo una banda más chica, teníamos que hacer todo. Ahora, con el crecimiento, una de las cosas que más nos alegra es eso: poder rodearnos de gente talentosa y comprometida. Y eso mejora todo.
—Para cerrar, si Paradiso fuera una carretera, ¿cómo sería?
—Un poco está plasmado en el videoclip. Paradiso es eso: salir de la ciudad, encontrarte con la naturaleza, con las ciudades, los pueblos, las personas… y también con uno mismo. Remarcamos eso: no hace falta irse muy lejos. Como dice “Perdido”, salir a caminar ya es encontrarse. Es un estado mental, bajarse de la vorágine y disfrutar de otra manera.
—¡Genial! Imagino que eso es lo que vamos a escuchar cuando vuelvan a Paraguay.
—¡Obvio! Ya queremos ir. Vamos a estar el 17 de mayo en Rock al Puerto ¡Esperamos verlos a todos ahí! Estamos muy contentos por volver.

Así El Zar está en movimiento constante. Pero no se trata solo de kilómetros o de escenarios agotados: se trata de crecimiento, de evolución artística y emocional. Paradiso es testimonio de eso, una obra donde cada canción es una estación de paso, y también un reflejo de lo que fueron, lo que son, y lo que todavía están construyendo.
En un mundo donde todo va rápido, detenerse a escuchar este disco es, en sí mismo, un acto de conexión. Con ellos, con nosotros mismos, con algo que a veces no sabemos nombrar, pero que sentimos. Y así, como quien prende el motor y mira el horizonte, El Zar sigue viajando.