Desde “Canción para mi muerte” hasta “Rasguña las piedras”, el ex Sui Generis compartirá historias, canciones y emociones en un show que promete ser tan íntimo como inolvidable, todo sonará en el Teatro del Hotel Guaraní el próximo 18 de mayo, desde las 21:00.
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A sus 72 años, Nito Mestre sigue siendo una figura clave en el mapa musical latinoamericano. Cofundador de Sui Generis junto a Charly García, su voz dulce y transparente marcó la banda sonora de muchas vidas. En esta nueva gira, el cantautor argentino no solo revive los grandes éxitos del pasado, sino que propone una experiencia que mezcla música, anécdotas, emociones y agradecimiento. Un viaje emocional por cinco décadas de historia musical compartida.
El espectáculo que presentará en Asunción el próximo 18 de mayo ha sido descrito por él mismo como “un festejo a lo grande”. Acompañado por su banda completa, Nito entrelaza canciones con relatos personales que invitan a los asistentes a sumarse a una fogata simbólica, donde el público y el artista se funden en una misma energía. Más allá del virtuosismo musical, su propuesta busca conectar desde lo humano, lo emotivo, lo verdadero.
Mestre también se encuentra en una etapa introspectiva, reflexionando sobre la madurez, el paso del tiempo y la vigencia de sus canciones. En esta entrevista, confiesa que algunas letras han cobrado un nuevo sentido con los años, que otras lo obligan a reaprenderlas, y que el presente le ofrece el privilegio de ver cómo padres e hijos comparten su música como un legado emocional. Habla de sueños cumplidos, de heridas sanadas, y de la profunda gratitud que lo impulsa a seguir cantando.

–¡Hola Nito! ¡Qué alegría hablar contigo sabiendo que volvés a Paraguay!
–Y volvemos, pero volvemos a lo grande, porque presentamos algo que se da por única vez. Lo hicimos en Argentina con mucho éxito. Todo el show se entreteje con historias que cuento sobre mis 50 años de carrera: cómo se grabaron los temas, muchas cosas que van surgiendo sobre la marcha para que el público conozca un poco más. Y voy con la banda entera. En otras ocasiones fui con trío, pero esta vez es distinto. Vamos con todo para mostrarles algo que es impresionante de escuchar y de ver. Lo hemos comprobado con los últimos conciertos. Es un festejo de mis 50 años, y como tal, tiramos la casa por la ventana. Estoy más que contento. Tengo recuerdos muy gratos de las veces anteriores que fui a Asunción: el público me recibió con mucho fervor.
–Pienso que, como músico, también es un regalo que te haces a vos mismo.
–Sí, totalmente. Es un regalo para mí también. Y siento una gratitud enorme por parte de la gente. Me cruzan por la calle y me dicen: “Gracias por hacerme feliz durante tanto tiempo”. Y los que van a los shows me dicen al final: “¡Qué bueno que vine! Me hiciste pasar una noche única”. Yo no lo llamo un show normal, es un evento donde dentro del teatro contamos historias, nos reímos, cantamos, tocamos con la banda. Desde algo muy íntimo hasta algo muy potente. Es una historia en la que el público y nosotros somos uno. Es como entrar en una gran casa con un fogón, pero con todo el sonido profesional que tenemos ahora. Es un repaso que emociona tanto a los mayores como a una gran cantidad de jóvenes que se acercan. Eso es lo que más me sorprende y me alegra.

–Me quedo pensando en eso que decís, de que las canciones tienen un significado para la gente, que es algo que ya excede a lo que vos podrías controlar. Entonces, ¿qué pasa por uno cuando, quien fue el que dio vida a esas canciones, en tu caso junto a Charly García?
–Yo siento que es porque recuerdan momentos, personas, noviazgos, reuniones con amigos, o amigos que quizás ya no están. Y nosotros nos hemos metido con todo esto en la casa, durante 50 años, de muchísima gente. Y uno relaciona la música con las cosas que le pasan en la vida, sobre todo emotivamente. Entonces te hace acordar a tal momento de tu vida, y es como recorrer un álbum fotográfico, pero con canciones. Pero no solamente es fotográfico: te lo hace sentir en la piel, en la cabeza. Eso me pasa a mí. Por eso cuento historias sin guión. De repente estoy cantando y me acuerdo de algo, que no es solo de la canción, sino algo que me pasó a mí durante estos 50 años, y se lo cuento a la gente. Así nos conocemos un poco más. Hay algo muy emotivo que pasa en estos shows, y es lo mismo que me contó Paul McCartney cuando vino a la Argentina la primera vez que yo tuve la oportunidad de abrirle el show. Me decía que todos los días son distintos porque el feedback con la gente te renueva la energía. Entonces yo veo las caritas, veo cómo están cantando, qué está pasando en el público, y eso te da una energía enorme para seguir tocando. Es el público al que estoy agradecido por estos 50 y pico de años de carrera. Muchas canciones tienen que ver con el público, porque sin ellos nosotros no estaríamos aquí.
–Me parece hermoso eso que decís que te pasa a vos también, que te reencontrás con canciones, porque obviamente, como también decís, hay canciones que se cantan más, los famosos hits, pero esas otras, o esos “lados B”, quizás, o rarezas, que no siempre las llevás al vivo. Entonces, ¿cómo es ese reencuentro?
–Y reencontrarse con esas canciones a veces es difícil, porque hay que reaprenderlas (risas), pero sí, es como que cobran otro significado, porque las canciones también con la madurez van cobrando un sentido mayor. Ahora me encuentro con canciones que digo: “Ahora las estoy cantando como debí haberlas cantado”. Para hacer todo esto, obviamente, escucho todos los discos, y los siento igual de fantásticos pero como amorosos, muy “Heidi”, como yo los llamo, muy inocentes, y tienen toda esa inocencia. Ahora está la mezcla de la inocencia con la madurez. Yo me considero un eterno adolescente, de esos que guardan al adolescente dentro. Pero la madurez te trae esa otra cosita, donde la canción tiene más sentido, la sentís de otra manera, aprendés a cantarla de otra manera, la sentís más profundamente. Porque a veces las letras cobran el significado que uno les quiere buscar ahora. Con el tiempo, ese significado cambia. Y eso es muy importante. Y hay otras que, bueno, hay que ver cómo volverlas a cantar, cómo recordarlas para darles sentido. Ahí entra la parte linda de ser músico, donde uno puede jugar con esos climas. “Vida”, por ejemplo, fue un disco grabado casi a las apuradas. Éramos nuevos y entramos a grabar. Era toma uno, toma dos, listo, chau. Y ahora uno ha tenido todos estos años para volver a tener esa misma inocencia, pero cantar con la madurez de ahora.

–Es que en esa época también uno hacía lo que podía con los recursos que tenía, como me estás contando, que entraron al estudio, grabaron así, y era lo que se sabía también.
–Claro, no había todo lo que hay ahora, todos los recursos, pero eso también plasma una época, un espíritu. La tecnología ha avanzado mucho y ahora podemos escucharlo mejor. Imaginate que cuando cantábamos esas canciones al principio, ni siquiera teníamos monitores de piso para escucharnos en vivo. Escuchábamos desde allá, de costado, y nos acostumbramos a eso. Eso también nos hizo caballos de batalla, por así decirlo, porque estamos preparados para lo que venga. Entonces, cuando llega la tecnología, ahora tenés monitores de oído, micrófonos como los que quería tener desde chico, guitarras que soñaba tener y ahora las tengo, y suenan como deben sonar. Pero más allá de la parte técnica, está la parte emotiva, y yo hago hincapié en eso: quiero dar shows para conectar con la gente. Todo el amor que me han dado ahora lo vuelvo a recibir de golpe, y ahora lo veo. Antes, a veces hacíamos shows de 30 minutos, terminabas y te ibas al otro, tres por noche. Ahora los shows son uno por día, por razones obvias de edad. Cada día es particular. Me levanto a la mañana, caliento la voz, salgo a caminar para tener tonicidad, me enfoco y me conecto con esa energía de gratitud. Saber que tengo una noche especial por delante, y quiero que sea inolvidable para la gente. De eso se trata.
–Ya que hablás de conectar, pienso en las cosas que se señalaban en aquellos discos que vas a revisitar. ¿Qué sentís que ha cambiado y qué no? ¿Creés que algunos temas resuenan con la actualidad?
–Sí, creo que todos. Tanto los de antes como los de ahora tocan temas totalmente actuales. Lo que ha cambiado es lo digital, las redes sociales. Pero hay una cosa que es volver a lo emotivo, que pasa en ciertos momentos de la vida, sobre todo en la adolescencia y la post-adolescencia, y que siempre se repiten. Cambian las formas, tal vez, pero no el fondo. Me encuentro con chicos jóvenes que vienen a los shows a encontrarse con algo que es de antes, pero me tratan como si fuera su primo, porque sienten que eso está pasando hoy. Sobre todo, después de la pandemia. Todos los temas, increíblemente, siguen vigentes. No sé si para bien o para mal, porque entonces decís: el mundo no ha cambiado. Y a veces el mundo ha cambiado para mal. Nos hemos vuelto más modernos, digitales, y creemos que eso es bueno. Yo soy amigo de lo digital, pero también tiene su parte negativa, claro.

–Y hablando de esto de visitar de nuevo las canciones, ¿qué te generan todos estos recuerdos? Porque a veces uno no se acuerda de repente ni lo que hizo el año pasado, entonces, ¿cómo podés tener tan lúcedos y vivos, frescos, tantos recuerdos de tantas cosas que habrás pasado?
–Lo que siento es que los recuerdos son siempre distintos. Como te digo, voy sin guión. Entonces, va pasando lo que nace en el momento. De algunos temas recuerdo cuando los estrenamos, o recuerdo que en tal tema yo estaba viviendo tal experiencia. No necesariamente relacionada con la canción, sino algo que me pasaba a mí. Por ejemplo, después del “Adiós Sui Generis” cuento que el año siguiente yo estaba yendo preso cuando vino la dictadura. O cuando grabábamos “Vida”, recuerdo la hora, quiénes estaban, qué sentíamos. Esas cosas se vienen solas, y para mí es casi un ejercicio. Así el recuerdo es fresco y natural. Esa es la parte analógica del asunto. Hay gente que me dice que escriba un libro, pero a mí me gusta más contar las cosas así, de esta manera, porque me hace sentir vivo, presente, como en una reunión de amigos. Somos todos como amigos, parientes, primos, padres, hijos, donde nos contamos cosas y escuchamos la misma música. A veces vienen padres con hijos, donde el hijo le regaló las entradas al padre, como diciéndole: “Papá, te voy a llevar a ver la música que te gustaba y que me hiciste escuchar a mí”. Eso te mata. O parejas que se enamoraron con una canción y se regalan las entradas uno al otro. Y ahora tengo mucho más contacto con el público que antes, que terminabas un show y te sacaban corriendo al siguiente. Ahora eso es muy placentero.
–Me parece maravilloso. Y hablando de música, sé que has lanzado temas nuevos en los últimos tiempos. ¿Cómo es tu relación con la forma de lanzar música hoy? Donde el disco ha perdido un poco su valor.
–La idea de empezar a grabar siempre es dejar registro. Aunque durante la pandemia hubo un parate, y uno decía: “Para qué me voy a molestar en grabar si no sé cuándo voy a salir a tocar, o cómo se va a difundir”. No era muy amigo del streaming, de tocar solo, porque no hay aplauso del público. Me sentía raro. Cuando retomamos, vi que tenía varios demos y sigo teniendo. Pienso terminarlos y seguro terminarán en un disco. Empecé a grabar y salieron “Distintos”, “Cayendo” y “Acercate a mí”. Los estoy lanzando de a uno, y eso tiene ventajas: lo disfruto y no tengo la presión de una fecha. El tema sale cuando esté terminado, punto. Cuando haya diez, sacaremos un disco en vinilo. Me alegra que esté volviendo la costumbre de escuchar discos y vinilos, porque significa reunirse con amigos, tomar unos mates, conversar, leer los créditos. Eso es comunicarse, como cuando mirás a alguien a los ojos o das un abrazo. Es necesario, como también lo es dejar el móvil a un lado mientras comemos. Creo que el mejor de los mundos se va a equilibrar entre lo analógico y lo digital. O la inteligencia artificial, que espero también se equilibre.
–Quiero cerrar con esto que decís en “Trip de Agosto”, donde afirmás que a lo mejor se cumple el sueño que deseás. Entonces, ¿estos años fueron como los deseaste?
–Se cumplieron muchísimos sueños, y mejores de los que pensaba. Aclaro que no toda la vida fue lisa. No todo fueron flores. Tuve momentos difíciles, sobre todo cuando tuve problemas con el alcohol, hace 26 o 27 años. Pasé momentos oscuros, baches, mal de amores, golpes. Pero tengo que decir que tuve y tengo una linda vida, sobre todo por el oficio que me tocó. Yo estudié medicina, quería ayudar a curar a la gente. Mi padre era violinista y médico, pero dejó el violín para curar. A mí me pasó al revés: curar gente cantando, más aún ahora que el mundo está bastante complicado. Por una cuestión lógica de edad me queda menos por delante. Pero no volvería al pasado, porque lo viví intensamente. Hoy estoy cosechando ese cariño que me sigue llegando. Aún me cuesta dimensionar la gratitud, pero caigo en la cuenta de que algo hice bien. Me miro al espejo y me veo como un ser humano normal. Pero cuando recibo cariño, me doy cuenta de que valió la pena. Estoy extremadamente agradecido por lo que me tocó.
De esta manera, Nito Mestre no solo celebra 50 años de música, sino también medio siglo de vida compartida con su público. Con una gira que es más ceremonia que concierto, el músico se entrega con la honestidad de quien ha aprendido a abrazar cada etapa del camino. En Asunción, la cita será una oportunidad irrepetible para reencontrarse con las canciones, con los recuerdos, y con un artista que sigue creyendo en la magia del escenario como punto de encuentro.
Precios de entradas
Bronce: Gs. 150.000
Plata: Gs. 230.000
Oro: Gs. 300.000
Oro + M&G: Gs. 550.000
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