Esta oportunidad es algo que ella define como “más que un sueño cumplido”. Y si bien la beca cubre la totalidad de la matrícula, aún necesita reunir fondos para los gastos de traslado y estadía en Boston, Estados Unidos, donde tiene su sede la institución
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Con ese fin —y también como una forma de celebrar y visibilizar su recorrido artístico— Magalí organiza el festival “We Exist!” (¡Nosotras existimos!), que tendrá lugar el miércoles 2 de julio a las 20:30 en el Teatro de las Américas del CCPA (José Berges 297).
La velada reunirá varios de sus proyectos musicales más significativos: Magalí Benítez & Mar Pérez, el trío Rodríguez-Benítez-Morel, Majuja Trío y Band’Elaschica. Las entradas anticipadas cuestan G. 50.000 (al (0985) 760096) y en puerta estarán disponibles por G. 60.000.
En esta entrevista en exclusiva, Magalí repasa su historia con la música, los desafíos de crear desde Paraguay, su visión artística y cómo fue el proceso para llegar hasta esta nueva etapa de su carrera.
-Felicidades por lo que lograste. Sé que es algo que querías y lo intentaste varias veces. Pero antes de eso me gustaría saber lo que te lleva allá, o sea ¿cómo llegó la música a tu vida?
-Empecé a tocar el piano a los 12 años, influenciada por mi hermano mayor. Él estudiaba en el Conservatorio Nacional de Música. Recuerdo verlo practicar en casa y me llamaba mucho la atención ver cómo coordinaba las manos, cómo sabía qué tecla tocar. Fue una mezcla de curiosidad y esa edad en la que querés hacer lo que hace tu hermano. Me enseñó un par de cosas con lo poco que sabía, y luego empecé a tomar clases particulares con su profesora durante un año. Al año siguiente, decidí probar el ingreso al Conservatorio.
-¿Y cómo es ese momento en el que una decide, siendo tan joven, dedicarse a algo así?
-Creo que todo empieza de manera lúdica. A esa edad no pensás que vas a hacer esto toda la vida. Es como cuando elegís un deporte para practicar en verano. Ya teníamos un teclado en casa por mi hermano, así que no hubo que comprar instrumento. Eso facilitó mucho las cosas. Pero con el tiempo, durante los años de estudio, llega ese momento de realización donde decís: “Sí, me estoy dedicando a esto y no me veo haciendo otra cosa”. Ahí se convierte en una elección consciente.
-¿Y tus padres? ¿Tienen formación musical?
-No, mis padres no son músicos. Pero mi mamá siempre tuvo una sensibilidad especial por el arte. Cuando yo tenía seis años, nos llevó a mis dos hermanos y a mí a probar el ingreso al Conservatorio. Sólo mi hermano del medio pasó el examen. Yo no lo pasé, pero no me afectó tanto. Fue años después, viendo a mi hermano tocar, que nació mi interés. Volví a intentar el examen, ya en la categoría para niños más grandes, y esta vez sí ingresé. Hoy en día enseño en el mismo Conservatorio, así que imaginate el giro de guion.
Camino a la profesionalización
-¡Increíble! Y una vez que empezás a estudiar, también se abre el mundo académico. Pero en algún momento aparece el interés por lo popular: la música paraguaya, el jazz. ¿Cómo se fueron desarrollando tus gustos?
-Fue casi por accidente. En 2011 intento ingresar al Conservatorio. Como ya había hecho un año de piano clásico, quería seguir con mi profesora. Pero no quedaban cupos. Me ofrecieron otro instrumento, pero yo quería seguir con el piano. El director del Conservatorio, amigo de mis padres, escuchó la situación y ese año se reabrió la carrera de piano popular, que llevaba años cerrada. Sin saber bien qué era, acepté. Me animé sabiendo que el instrumento era el mismo, aunque los estilos eran otros.
Con el tiempo fui entendiendo las diferencias. Y cuando entré a la licenciatura en música en la FADA, descubrí aún más. Ver en el libro de carreras de la UNA que existía esa opción fue una señal. Terminé el colegio, apliqué, y fue ahí donde me cambió la visión. Los profesores nos mostraron el cariño por lo propio, nos expusieron a obras nacionales que normalmente no se escuchan. Para mí fue mágico.
-Qué importante el rol de los profesores. Pueden marcar el camino artístico que uno toma. También en la universidad conociste a otros colegas y ahí empieza también tu voz personal, tus composiciones.
-Totalmente. La etapa universitaria fue súper fructífera. No solo en gustos musicales, también en conocer la escena. Los profes tocaban en vivo en bares de Asunción, y nosotros íbamos como grupo a verlos. Eso generaba un networking natural. Con los años, los amigos que hacés ahí son con los que después trabajás o tocás.
También se plantó la semilla de la composición. Aunque al principio era por ejercicios impuestos, componer te llena de ideas. Escuchás lo que funciona, lo que suena bien, qué instrumentación usar. Poco a poco vas encontrando tu lenguaje. Empecé a experimentar: poner letras, trabajar armonías.
-Y es una búsqueda muy íntima.
-Sí. La composición todavía es un camino en desarrollo para mí. Me siento al piano casi todas las semanas, grabo ideas, pero muchas quedan sin terminar, como ejercicios. Algunas sí las paso a partitura. Si después de escucharla varias veces me sigue gustando, entonces vale la pena dejarla registrada.
Mis referentes son varios, y sigo desarrollando mi estilo. Lo importante es que ese espacio de componer sea sin juicio. Si me emociona a mí, ya está. No parto de la idea de hacer un hit. Es algo íntimo. Si me gusta y me conmueve, entonces funciona.
-Y cuando mostrás tus obras, ¿cómo es esa experiencia?
-Muy linda, aunque vulnerable. Querés que alguien valide tu trabajo. Por suerte, las veces que mostré mis composiciones recibí comentarios muy positivos. Me dicen: “De todos los temas, el tuyo fue mi favorito” o “Qué bien suena”. Eso me emociona. Especialmente con “Antes de la luz”, una de mis primeras composiciones. La gente sigue recordándola. Me sorprende que todavía genere ese efecto.
-Es difícil que una obra perdure en un mundo con tanta música disponible. ¿Cómo lo ves?
-Hoy la música se consume como un producto de un solo uso. Sacás un single y al mes ya tenés que sacar otro. Todo es efímero. Pero creo que podemos revertir eso. Apostar a lo que perdura. Aunque sea una obra vieja, hay que insistir en tocarla, en compartirla.
-Y registrar. Dejar huella. Crear el cancionero de nuestra época.
-Exacto. Hay que grabar, tener las partituras, compartir sin miedo. Si alguien te pide la partitura, dársela sin envidia. Porque esto también es parte de la historia. En Paraguay, por ejemplo, se cree que no hubo compositoras. Pero eso es porque no hay registros. Que no estén las pruebas no significa que no existieron. Ahora más que nunca hay que componer, registrar, tocar. Decir con claridad que es una obra tuya. Sin miedo. Estamos creando la identidad sonora de nuestra época, aunque no lo dimensionemos.

Soñar en grande
-Y eso también es soñar en grande, como lo que te está sucediendo ahora. Contame un poco sobre esto.
-Voy a Berklee, a estudiar el “Master of Music in Global Jazz”. Es una maestría en interpretación de jazz global, que mezcla el jazz con músicas de diferentes culturas. La primera vez que fui a Berklee fue en 2021, al programa de verano de cinco semanas con beca completa. Esa experiencia reafirmó mi deseo de estudiar allí.
Apliqué dos veces a esta maestría. La primera vez, en 2023, no quedé. Esa vez ya rendí el TOEFL, que es el examen de inglés que piden, así que para el siguiente intento en 2024 ya no tuve que preocuparme por eso. Pude enfocarme en mejorar los videos, mis respuestas para las entrevistas y el resto de la documentación. Creo que también recordaron mi postulación anterior y notaron mi crecimiento. Fui pasando cada etapa del proceso hasta que finalmente llegó la noticia de que había sido aceptada. Fue un momento muy emocionante, una confirmación de todo el esfuerzo invertido.
Pero aprendí muchísimo en el proceso. Creo que es importante mencionar los fracasos como para normalizar. Personalmente me inspiran más las historias de gente que dice: “a mí me tomó tantos intentos para llegar a esto”, entonces se normaliza el proceso.
-Y obviamente ahora empieza otra historia también, porque es ir a vivir a un país bastante diferente, con otra cultura, encima en un momento muy complicado para la gente, pero bueno, igual uno puede seguir intentando.
-Uno tiene miedo de la incertidumbre que pueda generar cualquier situación política, pero creo que son cosas que escapan de nuestro control y si esperamos a que todo esté alineado, todo perfecto para empezar a intentar, nunca vamos a dar ese paso. Siempre va a haber algo, ya sea financieramente hablando o en lo político o en lo personal. No existe ese momento perfecto, es uno el que tiene que animarse a intentar a pesar de cuál sea el panorama. Animarse a hacer música ya es osado ¿por qué recular ahora? (risas).
-¿Y qué emociones te atraviesan antes de partir a cumplir algo que siempre soñaste?
-Creo que siento todo, duda, emoción, alegría, es difícil separar. De Paraguay me llevo el cariño de los amigos, eso me conmueve mucho y espero llevar la música. Siempre estoy con mi bandera militando la música paraguaya. Siempre con ganas de ayudar a que Paraguay figure en el mapa, de que la gente conozca más de nuestra cultura. Espero aprender mucho del programa, conocer gente, creo que me voy más con la mente y el corazón abiertos para cargar de todas las ideas e influencias musicales y personales, porque te podés ver influenciado por tantas historias de vida.
-Bueno y este concierto es una excusa para despedirte por un tiempo y es una forma noble de decirle a la gente que esto vale la pena.
-Es un festival que armé con todos los proyectos más significativos para mí en mi estadía y formación musical en Paraguay. Para mí tiene varias finalidades: por un lado rendir un homenaje y visibilizar a las mujeres que me ayudaron en mi carrera y me permitieron lograr lo que estoy logrando, porque es muy importante reconocer eso y decir “gracias a ellas estoy donde estoy”. También es una forma de mostrar y resumir en una noche lo que yo vengo trabajando durante años con amigos, y mostrar un poco de mi música propia. Con cada set mi idea es mostrar un tema propio. Es escuchar mis diferentes personalidades musicales que tengo con cada proyecto. La última finalidad es que me ayude a cubrir los costos del viaje porque a pesar de la beca completa hay muchas gestiones que pagar. Me hace mucha ilusión haber organizado un festival así. Ojalá que salga todo bien, que la gente pueda ir a disfrutar y que se emocionen también conmigo.
De esta manera, Magalí no solo se abrirá paso en uno de los escenarios más exigentes del mundo, sino que lo hará con una voz propia, comprometida con su raíz y con una mirada sensible hacia el presente.
Su historia es también la de muchas artistas que, desde el sur del mundo, construyen caminos con talento, perseverancia y comunidad. El festival “We Exist!” no solo es una oportunidad para acompañar su viaje, sino también para celebrar todo aquello en lo que ya está dejando huella.