“Puertas” es un viaje sonoro y existencial donde cada canción funciona como umbral hacia una idea, un conflicto, un reflejo incómodo. Con producción de Héctor Castillo y Eduardo Cabra, y una lírica que se mueve entre la metáfora afilada y la melancolía filosófica, la banda propone una experiencia que va más allá de lo musical.
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Roberto Musso, líder y compositor, construye esta vez un universo simbólico protagonizado por un viajero sin nombre que atraviesa un corredor infinito. No hay mapa, no hay llave maestra, solo el impulso de seguir avanzando a pesar de las trampas, el humo y las puertas que llevan a sitios inesperados.
Desde el funk de “Perro de Alcibíades” hasta la introspección de “Esplín”, el álbum plantea preguntas urgentes sobre el poder, la tecnología, la identidad y el sentido de seguir cruzando puertas, aunque no sepamos qué hay del otro lado.
Conversamos con Roberto Musso sobre este nuevo disco, su mirada sobre la inteligencia artificial, el rol del arte en tiempos de control, y la posibilidad de encontrar refugio en la fragilidad.
-“Puertas”, como habías definido a través de un comunicado, es un corredor infinito donde cada canción es un umbral. Quería saber cómo surgió este concepto del viajero sin nombre y qué representa para vos hoy ese tránsito entre puertas.
-Sí, sí, me obligaron a escribir eso, ¡no quedó tan mal! (risas). Cuando de repente ves el nombre “Puertas”, o la palabra “Puertas”, es un adjetivo, como un nombre muy simple, pero que tiene una simbología muy cargada y muy grande con lo que puede significar. Como dice ahí, pensamos que se puede simplificar como un recorrido de una persona que ha viajado, que puede ser la vida misma de uno, donde cada vez que uno se para frente a una puerta, está tomando una decisión. De hecho, creo que como seres humanos, somos un resumen de las decisiones que hemos tomado hasta hace un segundo atrás, y eso es lo que nos define.
Esas puertas a veces parecen tan enigmáticas; podemos golpear, y quizás en un momento que pensamos que alguien nos atendería, no nos atendió nadie. Entramos en lugares de los que nos arrepentimos por haber estado, y nos fuimos dando un portazo, jurándonos no volver nunca más. Esas puertas que de repente uno miró por la cerradura, no le gustó lo que estaba pasando adentro, y dijo: “Mejor acá no me meto porque voy a tener problemas”. Puertas que se nos cerraron, que nos expulsaron por el derecho de admisión, que pensamos que era totalmente injusto, pero no pudimos entrar. Y un montón así. Me parece que cada una de las ocho canciones define bastante bien un estado de ánimo de cada persona frente a una determinada puerta.

-Sobre “Puertas”, mencionás que no hay un mapa ni un recorrido establecido, tampoco una llave. ¿Creés que hoy más que nunca vivimos en una época sin guías claras?
-Sí, sí, también lo que decís: sin mapas, un poco quizás sin rumbo, también un poco con falta de brújula, pero con Google Maps asistiéndonos allá atrás. Y como dice la canción que abre el disco, capaz que es muy fuerte la palabra, “¿en qué puerta estará mi salvación?”. Salvación como palabra, pero para mí me gustaba mucho también como una palabra fuerte de significado, que a cada uno le parece perfecta. Cada uno le da el peso que le corresponde a cada escucha, digamos. Pero me parece que es eso, el buscar, como la eterna búsqueda de la felicidad —entre comillas—, que para cada uno de nosotros significa una cuestión diferente, y que en definitiva no es un lugar concreto, un lugar conciso. Quizás sea simplemente ese camino a seguir recorriendo, que van a ser infinitas las puertas que vamos a seguir pasando, golpeando, cerrando y abriendo.
-Mencionabas las infinitas posibilidades, y eso me lleva a su música. Siempre se mueven entre varios estilos, y este disco no es la excepción: hay funk, garage, melancolía, un toque onírico muy presente... ¿Es una necesidad para ustedes trabajar con un cruce de estilos, quizás para que cada canción sea una puerta distinta, pero al final todas conectadas?
-Sí, está muy bien lo que preguntas. Cuando me preguntabas, pensaba también que soy una persona que se aburre muy rápido en general. Mis compañeros de Cuarteto me dicen: “Che, Roberto, ¿nunca repetís un estribillo?”. Me pasa que lo escucho diez veces y me aburre, y lo quiero cambiar, quiero una regla diferente. En lo que vos preguntabas muy bien, estaba un poco eso también, no por el aburrimiento en sí mismo, sino también para sacar discos que sean contundentes, que sean diferentes de una canción a otra.
Yo creo que es un sello distintivo de Cuarteto, a veces con más o menos acierto, digamos. Pero como bien decís, el disco recorre canciones que son propiamente de cortes rockeros y hasta punk, te diría, por ejemplo, “Cara de Nada”, “Puertas” que es una canción también muy desenfrenada, pero con un arreglo bastante complicado; el funk de “El Perro de Alcibíades”; la melancolía de “Splinter”. Yo qué sé, el género de “El Camello Patagónico”, que es una rareza en sí misma. Pero nos gusta mucho eso de que sean discos totalmente eclécticos. Y yo creo que eso después en el show en vivo, que no te miento, cuando estoy últimamente componiendo las canciones, hago un viaje al futuro y me las imagino cómo serían llevadas al show en vivo. Y es un ingrediente más también a la hora de definir o pensar el arreglo de determinada canción.
-Trabajaron en producción con Héctor Castillo y Eduardo Cabra. ¿Qué aportes hicieron al disco y cómo fue la experiencia de trabajar con ellos?
-Por lo general, una vez que tenemos el set de canciones definidas —sobre todo las que no están en el disco, pero quizás más de las que van en el disco—, vemos un poco el perfil de productor que les caería bien. Además, nosotros, por más trayectoria que tengamos, seguimos aprendiendo un montón de trabajar con distintos equipos de producción.
Héctor Castillo es un productor con muchísima experiencia en lo que es el rock alternativo, ese rock guitarrero, que lo escuchás en “Barba” y en “Cara de Nada”, en “Puertas”, en “El Cuarto de Nico”, que también es complicada, pero tiene también esa impronta de guitarras que le saca un sonido increíble.
Eduardo Cabra, de Visitante, también es otra persona divina con la que hemos trabajado antes. Es muy bueno en darle forma a canciones a veces más complicadas en el arreglo, que son más rítmicas. Las dos que hicimos con él, que son “El Astrónomo que No Podía Ver el Cielo” y “Camello Patagónico” —que quizás son las joyitas raras del disco—, les dio una calidez que obviamente no tenían en el demo y quedaron muy bien con su dirección ahí.
-Para mí, la música Cuarteto siempre tiene joyas y rarezas, especialmente en su profundidad filosófica, que es lo que más amo de la banda. Pero en este disco, siento una profundidad emocional aún más marcada. ¿Creés que esto va de la mano con el crecimiento y la madurez que ustedes, como banda, han experimentado, y que también se refleja en su sonido y pensamiento lírico?
-¡Totalmente! Mira, me disparaste un montón de respuestas, me encaminaste a esas respuestas posibles.

-¡Quiero saber todas! (risas)
-Una, primero que nada, yo a veces con artistas que me encantaron siempre, tenía temor porque muchas veces veía el sinónimo de madurez como de aburrido, de que un artista se ponía aburrido cuando maduraba y que se llenaba de filtros, ¿viste? Para no tener la frescura quizás. Esa madurez a veces significaba para mí mucho de eso, ¿no? Siempre quise escaparle rotundamente, como te decía hoy, al aburrimiento cuando estoy haciendo los demos.
Por otro lado, yo estoy contigo porque siempre he intentado componer desde la experiencia, la madurez —entre comillas— también, pero increíblemente cada vez llegamos a público más joven, ¿viste? Es algo que sigo sin tener explicación, por suerte, pues no la tengo. Siempre Cuarteto llegó a público más joven. Si vos hacés una encuesta, seguramente capaz que vos estás dentro de ellos, el momento en que uno escucha, se encuentra con El Cuarteto, generalmente es antes de los veinte años de edad, ¿viste? Por lo general, me parece a mí. Y hoy, claro, sigue pasando eso, quizás todavía más jóvenes, y claro, cuanto más veteranos estamos nosotros, más se nota la brecha generacional, digamos, ¿no?
Pero es algo que no tengo... Tengo un montón de teorías que me encanta coleccionar, indemostrables, pero ninguna ha sido totalmente la demostración así confiable de lo que sucede, con cómo conecta la gente joven con las canciones, por más que como bien decís vos, para mí las siento cada vez como más filosóficas, más reflexivas, más psicológicas, más complicadas y, sin embargo, público adolescente y preadolescente se engancha de una forma increíble, ¿no?
Otra arista que tenía tu pregunta, que fue bárbara, es que vos sabés que nosotros hacemos muchos meet and greet. Bueno, para la gente que no sabe cómo es el encuentro, generalmente lo hacemos antes del show, con los fans, para sacarse una foto. Nosotros lo hemos como humanizado un poco, reducimos la cantidad de gente pero le dedicamos por lo menos cinco, diez minutitos a charlar con cada uno y es un momento divino, porque disfrutan y no sabés lo que es eso de retroalimentación, de tener la opinión cara a cara de alguien que escucha tus canciones sin conocerte, digamos.
Y las historias increíbles que te cuentan, obviamente de las más light, que son cómo viajaron con la familia desde un lugar lejanísimo hasta vernos como plan familiar, el hotel, que el viaje en avión o terrestre. Y después historias mucho más crudas y duras de cómo una canción, una frase, los sacó de una depresión profunda a un pibe adolescente, cómo se la tomó un amigo que estaba al borde de tomar una decisión muy fea, gente a la que le salvó la vida —hablando de la salvación, ¿viste?—. Y no te miento, mirá que nos pasa en cada lugar de Latinoamérica.
Entonces, también eso para mí fue un motivo de sentirme muy cerca y muy conectado con la gente. Yo creo que no fue casualidad que canciones con tanta profundidad sensible, digamos, como “Puertas”, “El Cuarto de Nico”, “Splinter”, mucha de la inspiración está tomada en nuestras charlas con la gente. Así que bueno, es un input interesantísimo ese.

-Siento que la escritura de sus canciones se ha vuelto un refugio, quizás una forma de resistencia en un mundo cada vez más caótico. Los conciertos parecen ser una especie de “misas celebratorias” donde la gente se siente mejor y sus letras son un pilar fundamental en eso. ¿Creés que esta evolución en su escritura, influenciada por la retroalimentación del público, se diferencia de cómo componías al inicio de tu carrera?
-Sí, sí, tal cual como decís. Un montón de los chicos que nos van a ver y todo eso, que a veces van con los padres muchísimas veces, con temas de TDAH o del síndrome de deficiencia atencional —pero un montón, te digo, de verdad—, y a veces los padres mismos nos dicen ahí: “Mirá, el único cable a tierra que tengo yo para charlar con ellos son las canciones de ustedes”. Es una cosa muy loca, te cuento y se me pone la piel de gallina, muy fuerte todo eso.
Entonces, como bien decís vos, ellos se encuentran y nos dicen muchas veces los padres, como un lugar de contención colectivo. Es un lugar muy seguro también lo que son los conciertos de El Cuarteto. Como son multitudinarios, hay miles de personas y todo, hay una energía muy fuerte y hay un movimiento físico fuerte.
Aparte yo en muchísimos shows, cuando tengo la posibilidad de ver a la gente que está cerca, a los chicos jóvenes sobre todo, veo al Roberto adolescente mirando a su banda, esa alternativa, buscando algo distinto de lo que está en el mainstream. Me siento muy identificado yo también.
-Quiero retomar “Contrapunto para Humano y Computadora” (2019). En su momento, con ironía, ya anticipaban el avance de la inteligencia artificial. Hoy, viendo cómo ha evolucionado, ¿te preocupa el rumbo que está tomando la relación entre humanos y máquinas? ¿Crees que superó lo que imaginaban en la canción?
-Sí, sí, sí. Aparte, como que la reposicionó en otro lugar a la canción también. La había tocado tantas veces y todo que en un momento dije: “Bueno, vamos a darle un descanso”. Estábamos haciendo el setlist y dije: “No, no puede salir la canción esa”. Como que forma parte muy fuerte de la performance y todo.
Yo, te digo, con formación matemática y de computación, que hice la carrera de Ingeniería, siempre fui una persona pro-tecnología totalmente, pero paralelamente pro-humanidad. Yo nunca vi los avances tecnológicos como una amenaza, ni con miedo, todo lo contrario. Siempre los vi como herramientas que, mientras más mantengamos nuestra humanización y nuestra sensibilidad y todo eso, no son más que herramientas, digamos.
Entonces, capaz que no me asusta tanto. He visto un montón de movimientos de todo, también de la parte de gente creativa y todo, pero yo también estoy en contra de lo que es prohibir algo con fuerza, “natural” por decir. Es rara la paradoja natural/artificial, pero como que viene así. Entonces, mi opinión es que como lo que ha sido hasta ahora, cualquier elemento tecnológico que tenga que ver y que se cruce con el camino de la música, yo siempre lo he visto como una herramienta y lo he utilizado así.
Es cierto que ahora, con todo el tema de las IA, del Chat GPT y todo, hay cosas que me encantan. Por ejemplo, estoy con mi hija que tiene catorce años estudiando problemas de matemática y todo eso; es el mejor profesor de matemática que he tenido en mi vida, ojalá hubiera tenido un profesor así cuando era adolescente. Pero bueno, yo soy más de ver siempre los pros en esas cosas, digamos, que los contras.

-Claro, y siento que vivimos en un contexto de sobreinformación. En ese sentido, ¿crees que lanzar un disco con una narrativa tan definida como el suyo, que requiere media hora de atención, es un acto subversivo o revolucionario hoy en día? Es como decir: “Escuchá, concentrate media hora y mirá qué podés sacar de esto”.
-Sí, sí, sí, ¡me encanta la definición de acto subversivo! Me encanta, me encanta. Siempre tratamos también nosotros de matizar, ya que venimos obviamente de otras generaciones, un poco ese gustito que teníamos cuando empezamos a hacer música, y cómo ha cambiado todo hasta ahora. Pero obviamente no podés seguir con un estandarte dado que quizás ya está añejado, porque en definitiva seguimos haciendo un show en el cual terminás vendiendo entretenimiento, no hay vuelta que darle, pero sí con la máxima honestidad y disfrute que tenemos nosotros.
Yo me siento el mismo Roberto cuando empezamos a tocar acá en el underground de Montevideo frente a cuarenta personas, y me encanta que sea así. Yo creo que también eso la gente lo ve en la propuesta de El Cuarteto. Está bastante difusa la barrera entre el artista y el público, como te digo, es un ir y venir muy fuerte.
Y seguimos pensando en esas cosas chiquitas que capaz que nadie les da pelota, como si sacamos ocho canciones de golpe —bueno, cinco en este caso porque eran tres estrenadas—, pero que nos importa muchísimo el orden en que la gente las escuche. Me gusta poder ordenar yo. Me encantaría que escucharan “Fuerte” primero, ¡ya que nadie me da bola, como mi hija que a veces empieza a escuchar el estribillo de una canción y lo pasa para otro, y yo: “¡Poné toda la canción, no seas mala! ¡Vos viste todo lo que me cuesta hacer una canción, dale la chance al artista!”. Es así.
Pero esos pequeños detalles, yo creo que a mucha gente igual le llegan, al seguir teniendo esas ganas, además de sacar varias canciones juntas, de que sea una obra conceptual, como te decía, del orden, del arte de etapa, que tenga mucho que ver con las canciones. Todo este disco, para mí, tiene todo ese tratamiento de arte surrealista, que es algo que a mí me encantó siempre desde chico. Consumí mucho y con El Cuarteto de aquel momento también, las obras de teatro de Ionesco, de Goethe, La cantante calva, Esperando a Godot, todo eso; los libros de Borges, de Cortázar. Y nos gustó mucho, nunca tan explícitamente como en este disco, tan metidos en el arte, en el concepto. Bueno, de hecho, “Camello Patagónico”, la canción que cierra, es una obra surrealista en su concepto total.
Así que bueno, ahí seguiremos poniendo nuestra semillita, pero también, como bien decís vos, con el desarrollo de las redes sociales y todo eso, estamos, yo creo, bastante aggiornados a lo que es la actualidad hoy por hoy.
-Totalmente, bueno Roberto, te tengo que dejar porque este es el tiempo que me dieron, pero me debés una entrevista más larga la próxima (risas).
-¡Dale, la seguimos porque está muy interesante! Te agradezco un montón y bueno, ojalá nos veamos pronto de nuevo este año. Hacemos la segunda parte de la nota cuando quieras.

Hacia nuevas respuestas
De esta manera, “Puertas” no busca respuestas fáciles. Invita a habitar la duda, a sostener la pregunta, a recorrer pasillos internos que muchas veces preferimos ignorar. Y eso, en una época dominada por la inmediatez, es una rareza valiente.
Hablar con Roberto Musso es como detenerse en medio del ruido para escuchar a alguien que ha pensado largo y tendido sobre su arte y su tiempo. Así Cuarteto de Nos no pretende dar lecciones, pero en su obstinación por cruzar puertas, por explorar nuevas formas de decir lo mismo de otra manera, hay una forma de resistencia.
En septiembre volverán a Paraguay con este nuevo disco en la valija. Y será, otra vez, una oportunidad para encontrarse. Porque quizás la salvación —si existe— esté en eso: en la posibilidad de compartir una canción, una duda, una puerta abierta.