Después de abrir el concierto del rapero argentino en abril pasado (un hito que cualquier artista urbano paraguayo soñaría alcanzar), Friggi sintió que algo no estaba bien. En lugar de plenitud, apareció una pregunta que lo descolocó: ¿quién soy cuando no actúo para nadie?
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“El momento en que empecé a atravesar esa crisis fue cuando terminó la subida de ese gran escalón como artista nacional al ser telonero de Duki. ¿Sabés por qué? Porque en ese momento yo ya venía teniendo una relación tóxica, también de amistades, y sentía que todo eso me estaba destruyendo”, explicó.
“Ahí empecé a pensar: ‘¿Qué es lo que quiero para mí como artista?’. Estaba soportando mucho por mi arte, y realmente estaba en un ambiente en el que ya no quería estar. Entonces me dije: ‘Este no soy yo’. Ya me estaba consumiendo el alter ego de Friggi, el artista. Me estaba obligando a hacer cosas que Friggi haría, pero que no haría el yo, el verdadero, entonces recordé quién era como César también, y pude poner en orden mis pensamientos”, detalló.
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La soledad elegida
Entonces, para el artista la música no surgió de la compañía, sino de un silencio buscado. En ese silencio se pudo escuchar. “Justamente una amiga me dijo algo que me hizo mucho clic. Le conté que me estaba sintiendo solo mientras trabajaba en el álbum, y ella me respondió que quizás era una soledad que yo había elegido. Y tiene razón, yo elegí ese momento para estar solo porque sentía que era lo mejor para mí. Esa respuesta me hizo muy bien y la abracé. Así que esa soledad y esos sentimientos que experimenté fueron los que, en última instancia, le dieron forma al álbum”.
De esta manera, el álbum no es solo una colección de temas: es un recipiente de sentimientos. “Canciones como el tema ’333′ fueron cruciales. Me habló directamente, como si la música en mi cabeza me dijera: ‘Este tema tiene una identidad única y una vibra motivacional. Tenés que seguir este camino’. Me cansé de dar mis sentimientos a algo o a alguien que no valía la pena y decidí dárselos a este álbum. Siento que el álbum sí los valoró y por eso ahora está causando todo lo que está causando. Básicamente, comprimí todos mis sentimientos en este proyecto”, sentenció.
Sobre uno de los temas, “Modular”, elegido como corte promocional, declaró que es su centro emocional. “Creo que era un caos que atravesaba muchas áreas de mi vida. ‘Modular’ no se refiere a la palabra en sí, sino a un momento en mi vida en el que sentía que ya no podía modularme. Estaba viviendo con sentimientos rotos, en una vida que ya no quería con una chica. Ya no me podía modular a mí mismo, entonces el tema se quedó así y me encantó”.
La familia como raíz
Pero entre grabaciones y escenarios, Friggi mantiene otro trabajo y un rol esencial en su hogar. “Soy alguien que necesita proveer. Trabajo, hago mis cosas, ayudo en casa, cuido a mis sobrinos. Hago todo lo que hace una persona normal, pero también me doy tiempo para mi música y lo hago de la manera correcta”, contó.
El artista confesó que “al principio, hacía música a escondidas. Mi mamá y el resto de mi familia ni sabían que yo quería ser músico, en parte porque me daba vergüenza que escucharan mis canciones. Cantaba cosas que no quería que oyeran. Pero eso cambió: tuve la oportunidad de presentarme en un evento de un banco y mi familia lo vio. Fue ahí cuando se dieron cuenta de que realmente le meto ganas a esto”, afirmó.
Incluso uno de sus sobrinos le menciona que quiere ser rapero, y él lo guía desde otra experiencia: “Le digo que está bien, pero que primero tiene que aprender a leer y a escribir muy bien. Le digo que no quiero que siga los mismos pasos que yo seguí. Yo estuve en el underground, en el trap, como dicen, y aprendí, pero ya no quiero seguir aprendiendo de ese lado, ahora quiero aprender lo nuevo y lo interesante”.
En ese sentido hablar de lenguaje, lectura y responsabilidad, porque si hubo un cambio crucial ese está en la manera de decir y en la conciencia de quién escucha.
“Antes mis letras eran mucho más fuertes de lo que son hoy. Cambié mucho, y es justamente lo que sigo buscando: ser más agradable para el público. Me hace sentir bien, por ejemplo, cuando mi mamá y mi vecina escuchan mi música. Hoy entiendo la importancia de cuidar lo que digo. El lenguaje tiene peso, y también leer y escribir. Eso me permite dar un mejor mensaje a los que me escuchan”, admitió.
En esa búsqueda y sinceridad, no rehúye la ironía ni la provocación, como cuando utiliza el nombre del expresidente Horacio Cartes en sus rimas. “La gente me juzga por mi apariencia y piensa que soy un ladrón, porque tengo tatuajes en la cara. Pero yo no tengo miedo de decir quién es el verdadero ladrón en este país: Horacio Cartes. Si algo me llega a pasar, ya saben por qué. Yo no me escondo, digo lo que pienso y rapeo como me siento.”
Ser real en un mundo de apariencias
De hecho, en el videoclip de “Modular”, Friggi se muestra tal cual es, sin escenografías ni lujos prestados.
“Quería que la gente, aunque me juzgue, no pueda decir: ‘Él es así porque se pone un Lamborghini de fondo’. Pero yo no ando en un Lamborghini ni vivo en una casa de diez millones de dólares. Estoy en mi casita con mi auto, y esto es lo que soy. Fue algo que se me ocurrió a último momento, como si un rayo me iluminara. Me miré al espejo, hablé conmigo mismo y pensé: ‘¿Qué es lo que este álbum tiene que ser?’. Y ahí fue cuando nació todo eso”.
Al respecto, también conecta con una visión de la escena urbana. Su mirada sobre la música paraguaya es tan autocrítica como esperanzada. “Creo que la escena urbana va por buen camino, pero hay una diferencia entre dos palabras: ser ambicioso y ser visionario. La ambición está bien, pero la visión es mejor. Cuando sos ambicioso, tenés miedo o querés más, pero tenés miedo a dar más. Y para lograr algo, tenés que dar más", dijo.
“Para mí, el álbum fue una inversión con la que no busqué nada a cambio, y lo que estoy recibiendo ahora es mi premio. Creo que a los artistas solo les falta entender ese lado para profesionalizarse. En cuanto a la escena urbana, lo único que falta es desbloquear al ‘jefe final’: la audiencia. Que la audiencia acepte más el arte o que no le cierre las puertas tan rápido”, pidió.
De esta manera, “Yo soy yo” no es solo un álbum: es una declaración de principios. Un testimonio de un artista que aprendió a reconocerse más allá del personaje, que eligió la soledad para volver a encontrarse, y que hoy pone su voz al servicio de una visión más amplia: conectar, cuidar el lenguaje, honrar a su familia y ser ejemplo para quienes vienen detrás. “Si me preguntan quién soy, siempre voy a responder: yo soy yo”.