Berta Rojas rememora que este gran viaje de La huella de las cuerdas tuvo su origen en el Festival Iberoamericano de Guitarra, que dirigió hace unos 15 años en Washington DC, Estados Unidos.
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“Era un festival organizado por la Asociación de Agregados Culturales de Iberoamérica. Entonces, tenía la misión de tratar de alcanzar la mayor cantidad de países iberoamericanos y encontrar sus cultores más destacados en la guitarra. Y buscando guitarristas me encontré con muchos otros instrumentistas de otros cordófonos latinoamericanos”, comenta.
Agrega que así tuvieron en el festival al brasileño Hamilton de Holanda con su bandolín, al venezolano Jorge Glem, quien ejecuta el cuatro y la mandolina, y al peruano Federico Tarazona, que toca el charango.
“Empezó a abrirse un universo completamente desconocido para mí hasta ese momento y así es que surge un poco la curiosidad por seguir conociendo más de estos instrumentos y de estos instrumentistas, que son de un virtuosismo y una exuberancia que realmente merecen toda nuestra atención y todos nuestros oídos”, añade.
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Junto con los productores Popi Spatocco y Sebastián Henríquez, con quienes ya había trabajado en sus álbumes anteriores, conformó un “triunvirato” para llevar adelante este viaje en busca de La huella de las cuerdas.

La guitarrista afirmó que este viaje no solamente se trató de encontrarse con los intérpretes de estos diversos instrumentos en estudios de Roma, Italia; Ciudad de México; Bogotá, Colombia; Santiago de Chile; Buenos Aires, Argentina; Los Ángeles y Boston, en Estados Unidos; sino también remontarse a la historia de estos instrumentos y de la guitarra.
Recuerda que la musicóloga Jania Sarno encontró que en 1523 se había inventariado el ingreso de 30 guitarras, que son las chitarra battente, que hoy llamamos renacentistas; y 12 vihuelas a San Juan y Santo Domingo, marcando el ingreso de estos cordófonos a América.
“A partir de ahí, estos son los detonadores de una explosión de instrumentos”, señala Berta. En este sentido, destaca que solamente México cuenta con “una cantidad innumerable de cordófonos que son nativos del Virreinato de la Nueva España”.

“Esta es también una invitación a conectarnos con nuestra historia, a encontrar la historia de estos instrumentos, la historia de la guitarra misma y la historia de la cuerda pulsada”, acotó.
Dialogar a través de los ojos
En tiempos donde gracias a la tecnología se dan muchas colaboraciones musicales a distancia, Berta Rojas apostó por reunirse in situ con cada uno de los intérpretes que forman parte de La huella de las cuerdas.
“Queríamos recuperar un poco esto que, de alguna manera, estamos perdiendo, que es el sentarnos a dialogar mirándonos a los ojos, tratando de entrar en el mundo del otro respetuosamente. Y ver en esa resonancia con la música del otro qué podíamos construir juntos”, detalla.

No obstante, señala que la tecnología sí les permitió trabajar a distancia con Popi y Sebastián, quienes estuvieron dirigiendo las sesiones desde Buenos Aires.
“La presencia in situ en estos lugares me permitió ensayar con los músicos y construir juntos la versión que habríamos de terminar ofreciéndole al público en este disco”, acotó.
Estas versiones a las que hace referencia son La huella del códice, junto con Evangelina Mascardi en la vihuela y Lincoln Almada en la percusión; El canario, junto con Eloy Zúñiga y la mata del Huapango, para la que se utilizaron la jarana, la quinta huapanguera y el violín.
También está Sara, junto con Fabiola Méndez en el cuatro puertorriqueño; Bambuco pa’ Billy, en el que colabora el trío Hermanos Saboya con Diego Saboya en la bandola andina colombiana, Lucas Saboya en el tiple colombiano y Daniel Saboya en la guitarra; y Tierra Mía, con Alfonso Ureta en el guitarrón chileno, Francesca Ancarola y Manuel García en el canto.

En el Tríptico Americano presenta a Pedro Franco en el primer movimiento El Mar (Baião) interpretando el bandolín; en el segundo movimiento La Montaña (huayno) está Federico Tarazona con el charango y, en el tercer movimiento, denominado Los Llanos(vals-joropo) aparece Jorge Glem con el cuatro venezolano.
En La huella de las cuerdas también está presente el arpa paraguaya ejecutada por Lincoln Almada presentando una combinación de las polcas Che la Reina y Arroyo y Esteros.
Sobre el final del álbum aparece el reconocido productor y músico argentino Gustavo Santaolalla con el ronroco y el tema del reconocido videojuego (y también serie de televisión) The Last of Us.
Del vinilo a la realidad aumentada
La huella de las cuerdas no solo está disponible en las plataformas digitales, sino también en una edición en vinilo, acompañada por un libro que detalla todo lo relacionado con las obras, los instrumentos y los intérpretes que forman parte de este material.
“Quisimos documental, dejar en fotos los instrumentos, hicimos también una tabla a escala con la afinación de los instrumentos y también tenemos elementos de realidad aumentada”, detalla.
A través de una aplicación también denominada La huella de las cuerdas se puede escanear –al igual que un código QR– las rosetas circulares que aparecen en el libro, observar distintos videos y también representaciones en 3D de los instrumentos y “tocarlos” a través del celular.

“Este libro tiene muchas formas de mirarlo. Desde la tecnología, desde la lectura y desde lo auditivo”, sostiene.
La presentación del álbum también estuvo acompañada por la proyección de un documental, en el que se resume todo este trabajo de “dos años bien intensos”, según señala Berta, y que abarcó diez países.
Una guitarra con historia
Berta Rojas grabó casi todo el álbum con su guitarra clásica moderna construida por el luthier Michael O’Leary a la que bautizó como La Rojita y que la acompaña desde hace varios años.
Sin embargo, para La huella del códice utilizó una guitarra clásica que data de 1820 y que fue realizada por el luthier Francisco Pagés López.
“Es una guitarra que es la antecesora de la guitarra de seis cuerdas que conocemos ahora. Es una guitarra que tiene seis órdenes de cuerdas y cada orden son dos cuerdas. Son once cuerdas, porque la primera es simple y las otras son de dos”, explica.

Añade que este instrumento “se aloja en el cuerpo de una guitarra barroca” y “describe también el mismo cruce que sucede a lo largo del tiempo, porque este es un luthier de Cádiz, que era el puerto de salida de los españoles hacia América. Desde Cádiz se embarca y construye esta guitarra en La Habana (Cuba)”.
La histórica guitarra le fue prestada por el coleccionista y constructor de guitarras italiano Gabriele Lodi. Berta Rojas asegura que ejecutar este instrumento requirió “una gran dosis de caradurez”, pero por un par de días pudo practicar con él antes de realizar la grabación en Italia.
La artista también comenta que no experimentó mucho con los otros cordófonos que aparecen en el álbum. “Creo que a mí lo que me pasaba era que estaba embelesada mirando a sus cultores. Cada uno de esos instrumentos está lleno de secretos”, acota.
En cuanto a la selección de las obras que componen este álbum, Berta señala que la idea fue “ir encontrando dónde los instrumentos se manifiestan con mayor autenticidad”.

“Fuimos tratando de encontrar dónde esos instrumentos encuentran su voz más potente y dónde la guitarra podía entrar sin desvirtuar su esencia. Teniendo siempre a esa guitarra que es la que va a la búsqueda de estos instrumentos, la que hace de puente, la que invita, la que congrega”, remarca.
Tras haber ganado en 2022 el Latin Grammy al Mejor Álbum de Música Clásica con Legado, Berta Rojas asegura que a la hora de trabajar en este material solamente buscaron volcar lo que sentían en un producto musical y que la suerte que corra ya depende del gusto de la gente.
“No tenemos nuestra expectativa puesta en esto, tenemos nuestra expectativa puesta en seguir haciendo arte desde el corazón”, remarcó.
Actualmente, la guitarrista paraguaya es miembro de la Comisión Directiva de la Academia Latina de la Grabación y se prepara para participar de la Semana Latin Grammy, que se celebrará del 9 al 13 de noviembre en la ciudad de Las Vegas, Estados Unidos.
El camino a la felicidad
Mientras espera que con este nuevo álbum “la gente busque en el pasado las respuestas para entender hacia dónde vamos”, Berta Rojas sigue abriendo el camino para una nueva generación de jóvenes guitarristas, desde su rol como profesora asociada de Berklee College of Music, una de las universidades de música más prestigiosas del mundo, y también conectando a los chicos que fueron parte del Ensamble Pu Rory, el proyecto Jeporeka o de la Instrumentoteca con grandes maestros de todo el mundo.
“Son siempre cuatro o cinco chicos que están tocando para estos maestros y recibiendo una devolución de ellos. Hace poco logramos que Mica (Ñúñez) esté en Inglaterra, pasó un mes con la gente del Bristol Guitar Society, del que tengo la suerte de ser madrina”, comenta.
En tanto, María Paz Cubells y José Carlos Acha la acompañaron en una de las presentaciones que ofreció recientemente en Colombia.
“Esta es una posta que yo ya le entregué a los chicos y la misión de ellos es llevarla lo más alto que puedan, mientras que esto les dé felicidad”, expresa.

Consultada acerca de si cree que ya alcanzó la cima de esa montaña en la que se encuentra la felicidad, Berta asegura que está caminando todavía, pero tiene muchos momentos de felicidad que “vienen de la empatía y de la solidaridad”.
“Vienen de la certeza de que cuando navegamos en compañía de la gente joven, que está buscando su lugar en el mundo de la música, solamente crecemos con ellos”, sostiene.
“En ese lugar donde estoy, que no es ninguna cima, es un camino en el que hay mucha, mucha felicidad. Estoy muy agradecida a la vida por la oportunidad de hacer lo que amo y, desde la empatía y la solidaridad, ver crecer a tantos jóvenes talentos del Paraguay y del mundo”, concluye.
