La celebración de los treinta años de música de David Portillo fue, además de un concierto, un relato vital, un tejido de memorias contado con honestidad, calidez y una voz que mantiene su pureza intacta. El Teatro Municipal Ignacio A. Pane lleno de público, se convirtió en escenario y refugio de una noche donde la emoción fue constante.
Acompañado de una banda de altísimo nivel —Giovanni Primerano en piano; Paula Rodríguez en contrabajo y bajo eléctrico; Víctor Morel en batería; Dani Pavetti en percusión; Gabriel Colmán en guitarras eléctrica y acústica; Martín Ortega en guitarra de nylon; Sixto Corbalán en arpa paraguaya; Vicho Echeverría en acordeón y teclados; y los coros de Ale Portillo, Rodrigo Portillo y Lucas Rodríguez—, Portillo abrió el concierto con “Un viaje al interior”, agradeciendo al público por acompañarle siempre y ser parte de su historia.
Con la delicadeza de quien sostiene sus raíces entre las manos, evocó luego sus vínculos con la guarania al interpretar “Guarania de un recuerdo”, preparando el terreno para uno de los momentos más simbólicos de la noche: “Noches del Paraguay”, presentada junto a imágenes de su primer casete "Mi gran sueño" y la portada de diario que celebraba su triunfo en el Festival del Takuare’e. El contraste entre el niño proyectado y el adulto de hoy emocionó a todo el teatro.
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El concierto continuó con un arco sonoro que se movía entre lo íntimo y lo festivo. Con “Kerasy”, acompañado solo por el piano, su voz brilló con una claridad conmovedora; más tarde, entre gritos cariñosos de “¡Fuerza churro!” desde la platea, interpretó “Sin mirar el mar”. No faltó “Ruego y camino”, precedido por un breve documental que repasaba su recorrido artístico y recordaba aquel apodo que lo marcó desde pequeño: el mitã’i que canta.
La noche avanzó con momentos familiares hondos y emotivos. En “Che ru” compartió escenario con su hermano Javier Portillo, y más adelante, tras recordar que su padre fue su “mentor”, interpretó “Unchained Melody”, pieza que lo consagró en el reality Mix. Cada palabra mostraba la memoria viva de ese vínculo.
El clima volvió a la ternura plena cuando sus tres hijos subieron al escenario para “Mi pequeño amor”, un instante que erizó la piel del público. “La música tiene un poder increíble”, dijo entonces, visiblemente conmovido al ver cómo su herencia seguía sembrando música.

La velada siguió entre temas propios y clásicos reinterpretados como “Oración a mi amada”, “Tus lágrimas” y “Mientras siga brillando el sol”, así como una hermosa historia de reencuentro transformada en canción con la inédita “Nunca me dejó partir”, dedicada a su esposa.
El recorrido siguió con “Soy de la Chacarita”, “Estar sin ti” y “Cada vez que esta música suena”, esta última otra canción inédita que reafirma su versatilidad como compositor entre el pop latino, la música paraguaya y la canción de raíz.
El homenaje a sus ídolos llegó con “Mi retorno” y un abrazo musical a flor de piel en “Renacer”, interpretada solo al piano. Antes del cierre, Portillo agradeció al público por detener su ajetreo cotidiano para estar allí: “Parar un poco y entregarnos atención es una bendición para los músicos, me dan fuerza para seguir”, dijo.

Y así, en un canto colectivo, la noche desembocó en “Hoy es domingo”, que invita a la calma y a la felicidad simple. Al pronunciar como un mantra “solo puedo ser feliz”, su sonrisa confirmó que estaba celebrando no solo treinta años de música, sino una vida colmada de afecto, memoria y gratitud.
Fotografías gentileza de José Eduardo Giménez.
