MONTREUX, Suiza. "Pet Sounds" fue compuesto por Wilson para su banda The Beach Boys y lo repasó en un concierto en el que reafirmó la atemporalidad del disco lanzado en 1966.
Wilson, septuagenario y sin la voz clara y potente que tenía antaño, compartió escenario con una banda perfectamente coordinada y compuesta por diez músicos, entre ellos el también miembro de The Beach Boys, Al Jardine, que cantó un puñado de canciones en solitario.
El fundador de The Beach Boys, considerados como uno de los grupos de rock estadounidense más importantes de la historia, comenzó el concierto con “California girls” y “I get around”, dos temas de la etapa más temprana que transportaron a los 4.000 espectadores a la California más surfera de los años 60.
A estos temas les han seguido, entre otros, “Surfer girl” -la primera canción jamás compuesta por Wilson- y “Sail on, sailor” antes de que con “ Wouldn't it be nice” se iniciara el repaso a los temas de “Pet Sounds”, obra artística que el ex Beatle Paul McCartney definió como “el mejor disco vocal jamás grabado”.
A pesar de que “Pet Sounds” no obtuvo el éxito comercial esperado, marcó el inicio de la etapa experimental del grupo y le confirió al líder del grupo un gran prestigio como compositor y productor dado que todas las canciones menos la tradicional caribeña “Sloop John B” fueron escritas, arregladas y producidas por Wilson.
La dificultad de las armonías forzó a Wilson, en algunas ocasiones, a ceder el papel de vocalista principal a los miembros de la banda, en especial al cantante y pianista Darian Sahanaja, que junto a los guitarristas y vocalistas Probyn Gregory y Nick Walusko se encargaron de llegar donde el genio de la música pop rock no pudo.
El público, lejos de enojarse o sorprenderse por los cambios constantes de vocalista para adaptarse a las posibilidades del cantante estadounidense, se entregó a la energía surfera y ovacionó constantemente tanto a Wilson como a los coristas.
Uno tras otro han ido sonando las canciones de este álbum clave en el pop rock mundial como “God only knows”, que Al Jardine confesó como “su canción favorita de todas las que ha compuesto Brian en su carrera”. La banda acabó con “Good vibrations” y con “Surfin' USA”, que el Auditorio Stravinsky vivió tal como si estuviera en una playa soleada californiana.
Se encargó de calentar motores para Wilson, el británico Bryan Ferry, otro que también demostró que la veteranía es un grado con su glam-rock que puso de pie a toda la platea desde el principio con un recital de clásicos como “Slave to love” y “Love is the drug”.
Con una voz aterciopelada ligeramente rota y arropado por nueve músicos solventes, Ferry propuso una puesta en escena muy rockera y mostró lado más polifacético y se atrevió a tocar el piano eléctrico y la armónica. El mito de los ochenta bailó constantemente y mostró gran complicidad con los miembros de su banda y compartió con ellos el protagonismo del concierto.
En prácticamente cada canción al menos dos músicos realizaban un solo, siendo la saxofonista Jorja Louise Renn y los guitarristas Jacob Anders Quistgaard y Christopher Spedding especialmente vitoreados por el público melómano del festival.