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El show fue más largo de lo habitual, con partes diferenciadas inspiradas en los elementos esenciales: una especie de perodáctilo de cartón volando sobre la asistencia, el fuego, mediante llamas creadas digitalmente, grandes pedruscos flotando y finalmente el hielo, con pequeños icebergs que surgieron del suelo.

Como propuesta artística, un amplio abanico de estilos, como es habitual en los desfiles de Chiuri desde su llegada a la división femenina de Dior en 2016, una de las grandes marcas mundiales del lujo, con clientas de gustos variados en todos los rincones del planeta.

Hubo abundancia de blusas blancas, bordadas en el pecho, con cuellos altos y mangas amplias, que asomaban debajo de abrigos entallados, ricamente estampados, de seda y lana, también de cuello alto, como las botas.
Una tendencia que recordaba el movimiento Nuevos Románticos de principios de los años 1980.

J’adore Dior
El desfile no se paró ahí: hubo también abrigos holgados, colores tierra, tendencia streetwear, camisetas sobrepuestas sobre camisas, con el logo conocido de la marca: “J’adore Dior”.
El homenaje al clasicismo francés llegó en forma de corsés que se alargan de forma acampanada a nivel de la cintura, troquelados y rígidos, encima de blusas ligeras.
Transparencias, ya sea como largos velos encima de conjuntos negligés, medias y zapatillas planas.