En las consultas médicas y en conversaciones cotidianas, los términos artritis y artrosis suelen usarse como si fueran lo mismo. No lo son.
Aunque ambas afectan a las articulaciones y pueden causar dolor y limitación funcional, su origen, evolución, tratamiento y pronóstico difieren de forma importante.

Entender esas diferencias ayuda a consultar a tiempo, ajustar expectativas y tomar decisiones informadas sobre el cuidado de la salud.
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Dos conceptos distintos bajo el mismo paraguas

- Artritis es un término amplio que describe la inflamación de las articulaciones. Existen más de 100 tipos, entre ellos la artritis reumatoide, la artritis psoriásica, la gota o las artritis infecciosas. Muchas de ellas son enfermedades inmunológicas o metabólicas que pueden afectar a varias partes del cuerpo, no solo a las articulaciones.
- Artrosis, también llamada osteoartritis u osteoartrosis, es una enfermedad degenerativa del cartílago articular y del hueso subyacente. Se debe al desgaste y a cambios mecánicos y biológicos de la articulación. Es la forma más frecuente de enfermedad articular en adultos mayores.
Dicho de otro modo, toda artrosis es un tipo de “artritis” en el sentido amplio anglosajón (osteoarthritis), pero en español coloquial se distinguen: “artritis” para procesos inflamatorios sistémicos e “artrosis” para el desgaste articular.
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Cómo se manifiestan: patrones de dolor y rigidez

El patrón de síntomas orienta mucho:
- Artritis inflamatoria: el dolor suele acompañarse de rigidez matutina prolongada (más de 30–60 minutos), hinchazón visible y calor en la articulación. La molestia mejora con el movimiento suave y empeora con el reposo. Puede haber cansancio, fiebre baja o pérdida de apetito en fases activas, porque es una enfermedad sistémica.
- Artrosis: el dolor es “mecánico”: empeora con el uso (caminar, subir escaleras, agarrar objetos) y mejora con el reposo. La rigidez matutina, si existe, es breve (menos de 30 minutos). Pueden aparecer crujidos (crepitación) y pérdida progresiva de movilidad.
La distribución también aporta pistas. La artritis reumatoide típicamente afecta de forma simétrica a las pequeñas articulaciones de manos y pies (metacarpofalángicas y proximales), mientras que la artrosis es común en rodillas, caderas, columna cervical y lumbar, la base del pulgar y las articulaciones distales de los dedos (nódulos de Heberden y de Bouchard).
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¿Quiénes tienen más riesgo?
- Artritis (inflamatoria): puede presentarse a cualquier edad, incluso en jóvenes y niños (artritis idiopática juvenil). Factores genéticos, el tabaquismo, ciertas infecciones y el sexo femenino aumentan el riesgo en patologías como la artritis reumatoide.
- Artrosis: la edad es el principal factor. También influyen el exceso de peso, trabajos o deportes con carga repetitiva sobre articulaciones, lesiones previas (como roturas meniscales), alineación anómala (genu varo/valgo), y factores genéticos.
Qué muestran las pruebas: la mirada clínica importa
No existe una única prueba que por sí sola defina el diagnóstico, pero hay patrones característicos:
- En la artritis inflamatoria, los análisis pueden revelar marcadores como factor reumatoide o anticuerpos anti-CCP (artritis reumatoide), ácido úrico elevado (gota) o signos de inflamación sistémica (VSG, PCR). La ecografía y la resonancia ayudan a detectar sinovitis activa o erosiones tempranas.
- En la artrosis, las radiografías suelen mostrar estrechamiento del espacio articular, osteofitos (picos de hueso), esclerosis subcondral y, en fases avanzadas, deformidad. Los análisis de sangre suelen ser normales, porque no hay inflamación sistémica sostenida.
El diagnóstico final se basa en la combinación de historia clínica, exploración física y pruebas complementarias. Autodiagnosticarse a partir de una radiografía o de un análisis aislado puede llevar a errores.
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Tratamientos: objetivos distintos, estrategias complementarias
El manejo difiere porque persigue cosas distintas.
- Artritis inflamatoria:
- Artrosis:
En ambos casos, dejar de fumar, dormir bien y abordar salud mental y dolor crónico mejora resultados. La automedicación prolongada con antiinflamatorios sin supervisión conlleva riesgos gastrointestinales, renales y cardiovasculares.
Mitos frecuentes
- “La artrosis es solo cosa de la edad”. La edad influye, pero no es destino. El ejercicio y el control del peso previenen y ralentizan su progresión.
- “Si tengo dolor y rigidez, seguro es artritis reumatoide”. Hay muchas causas de dolor articular. El patrón, las articulaciones afectadas y las pruebas orientan el diagnóstico.
- “Los suplementos regeneran el cartílago”. La evidencia de glucosamina, condroitina u otros es inconsistente; pueden ayudar a algunas personas, pero no sustituyen el tratamiento de base ni las medidas no farmacológicas.
- “Mover la articulación empeora la artritis”. En la mayoría de los casos, el ejercicio adaptado es beneficioso; se evita solo en fases agudas muy dolorosas o por indicación médica.
¿Cuándo consultar?
- Dolor articular persistente más de unas semanas.
- Rigidez matutina prolongada, articulaciones hinchadas o calientes.
- Dolor con deformidad progresiva, bloqueo o inestabilidad.
- Síntomas sistémicos (fiebre, cansancio marcado, pérdida de peso) junto con dolor articular.
- Limitación para actividades cotidianas o trabajo.
Una evaluación temprana por medicina de familia y, si procede, reumatología o traumatología, permite iniciar el tratamiento adecuado y prevenir daño irreversible.
La clave: identificar el mecanismo para tratar mejor
Artritis y artrosis comparten escenario —la articulación—, pero representan obras distintas: una es un incendio inflamatorio que conviene apagar pronto; la otra, un desgaste mecánico que requiere mantener y reforzar la “estructura” con medidas locales y de estilo de vida.
Reconocer cuál es cuál es el primer paso para aliviar el dolor, preservar la función y proteger la calidad de vida.