La dificultad repentina para hablar, encontrar palabras o articular sonidos con claridad puede ser una de las primeras señales de un accidente cerebrovascular (ACV). Reconocer estos síntomas a tiempo y actuar con rapidez marca la diferencia entre una recuperación favorable y secuelas permanentes, e incluso entre la vida y la muerte.
Cuando las palabras no salen: qué ocurre en el cerebro
El lenguaje depende de redes neuronales ubicadas principalmente en el hemisferio izquierdo del cerebro, en áreas como Broca (producción del habla) y Wernicke (comprensión).
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Cuando un coágulo bloquea una arteria (ACV isquémico) o un vaso se rompe (ACV hemorrágico), el flujo de sangre y oxígeno se interrumpe.

En minutos, las neuronas comienzan a dañarse. El resultado puede ser:
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- Afasia: dificultad para comprender o producir lenguaje. La persona puede hablar con frases incoherentes o no entender indicaciones simples.
- Disartria: habla pastosa o poco clara por alteración del control muscular.
- Anomia: incapacidad para encontrar palabras comunes, incluso para objetos cotidianos.
Estos cuadros suelen aparecer de manera súbita. No dependen del esfuerzo o de “ponerse nervioso”. Si el habla se altera de repente, es una alerta que no debe ignorarse.
Un síntoma que rara vez llega solo
La alteración del habla puede presentarse junto a otros signos de ACV: desviación de la boca, debilidad o entumecimiento de un brazo o una pierna, visión borrosa en uno o ambos ojos, dolor de cabeza intenso sin causa aparente, pérdida del equilibrio o confusión.

La regla mnemotécnica “FAST” (por sus siglas en inglés) ayuda a reconocer la emergencia: Face (rostro caído), Arms (brazo débil), Speech (habla anormal) y Time (tiempo de actuar).
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La importancia del tiempo: una ventana estrecha
El tratamiento para un ACV isquémico, como la trombólisis intravenosa, es más eficaz si se administra dentro de las primeras 4,5 horas desde el inicio de los síntomas, y en algunos casos puede considerarse la trombectomía mecánica hasta 24 horas en centros especializados.

Cada minuto cuenta: cuanto antes se restablece el flujo sanguíneo, mayor es la probabilidad de preservar tejido cerebral y funciones como el habla.
Por eso, especialistas recomiendan no conducir por cuenta propia ni esperar a que “se pase”. Ante síntomas repentinos, hay que llamar de inmediato a los servicios de emergencia y describir lo observado, incluyendo la hora de inicio o la última vez que la persona estuvo bien.
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¿Podría ser otra cosa?
Ciertos cuadros pueden confundir: crisis epilépticas focales, migraña con aura, hipoglucemia, infecciones o efectos de sustancias.

Sin embargo, solo una evaluación médica con estudios de imagen (tomografía o resonancia) permite diferenciar y descartar un ACV. La recomendación es clara: ante la duda, tratarlo como un ACV hasta demostrar lo contrario.
¿Quiénes están en mayor riesgo?
La probabilidad de sufrir un ACV aumenta con la edad, pero no es exclusiva de personas mayores.
Factores de riesgo modificables incluyen hipertensión arterial, fibrilación auricular, diabetes, colesterol elevado, tabaquismo, consumo excesivo de alcohol, sedentarismo y obesidad.
En personas jóvenes, causas como disección arterial o trastornos de la coagulación también pueden estar implicadas.

Controlar la presión, mantener la glucosa y los lípidos en rangos saludables, no fumar y hacer actividad física regular reduce de forma significativa el riesgo.
Para quienes ya han tenido un ACV o un ataque isquémico transitorio (AIT), la adherencia a la medicación y el seguimiento médico son cruciales.
Recuperación del habla: qué esperar
La rehabilitación del lenguaje con fonoaudiología/logopedia puede comenzar tan pronto como el estado clínico lo permita.
La plasticidad cerebral —la capacidad del cerebro para reorganizarse— facilita la recuperación, especialmente en las primeras semanas y meses. La intensidad, precocidad y continuidad de la terapia, junto con el apoyo familiar, influyen en el pronóstico.
Aun así, la mejor “terapia” es evitar que el daño se produzca: reconocer y tratar un ACV de inmediato ofrece la mayor oportunidad de preservar la función del habla.
Qué hacer si alguien no puede hablar bien de repente
- Observá: pedí a la persona que sonría, levantá ambos brazos y repetí una frase simple. Notá cualquier asimetría o dificultad.
- Registrá la hora: anotá cuándo comenzaron los síntomas o la última vez que estuvo sin alteraciones.
- Llamá a emergencias: explicá que sospechás un ACV y seguí las indicaciones. No administres comida, bebida ni medicamentos sin indicación médica.
La dificultad súbita para hablar no es un lapsus común: es un mensaje de alarma del cerebro. Actuar rápido puede salvar palabras, recuerdos y vidas.
