En teoría, “tomar un descanso” de las redes sociales debería traer calma. En la práctica, muchas personas describen lo contrario: ansiedad, irritabilidad o la urgencia de “solo mirar un segundo” el teléfono. Entre el FOMO (miedo a perderse algo) y el JOMO (alegría de perderse algo), ¿cómo distinguir un descanso saludable de un retiro que encubre una relación problemática con las plataformas?
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El péndulo entre FOMO y JOMO

- FOMO: es la sensación de que, lejos del teléfono, algo importante sucede sin nosotros. Se alimenta del flujo constante de novedades, notificaciones y recompensas sociales que refuerzan el chequeo compulsivo.
- JOMO: Es la capacidad de disfrutar de estar desconectado. No se trata de renunciar a la información, sino de elegir con calma qué consumir y cuándo, sin culpa.
Ambos son respuestas a la misma economía de la atención. La diferencia está en el control: en el FOMO manda el algoritmo; en el JOMO, mandás vos.
La ansiedad cuando el teléfono no está cerca
Esa incomodidad no siempre es “normalidad digital”. Psicólogos y especialistas en comportamiento describen fenómenos como:
- “Vibraciones fantasma”: creer que el teléfono sonó o vibró sin que haya ocurrido.
- Aumento de la excitación basal: una alerta constante que dificulta la concentración.
- Nomofobia: malestar intenso al estar sin el móvil o sin conexión.
Estas reacciones no implican, por sí solas, una adicción clínica. Pero cuando la ansiedad por la ausencia del teléfono interfiere con el sueño, la convivencia o el trabajo, puede ser una señal de uso problemático.
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Señales de advertencia

- Chequeo compulsivo: mirar el teléfono de forma automática aunque no haya notificaciones.
- Escalada de uso: cada vez más tiempo para obtener la misma “satisfacción”.
- Abstinencia emocional: irritabilidad, inquietud o tristeza al desconectar.
- Impacto funcional: retrasar tareas, dormir peor, descuidar relaciones.
- Fracaso repetido al intentar reducir el tiempo de uso.
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Mini-test: 5 preguntas rápidas
Respondé sí o no a cada afirmación. Si acumulás 3 o más “sí”, considerá ajustar hábitos y, si te preocupa, buscar orientación profesional.
- Cuando dejo el teléfono en otra habitación, me siento inquieto o “incompleto”.
- Abro redes sociales sin haberlo decidido conscientemente, varias veces al día.
- He intentado limitar mi uso y no lo he logrado durante más de una semana.
- Mi sueño, trabajo o estudio se resienten por quedarme “scrolleando”.
- Me cuesta disfrutar planes sin pensar en compartirlos o en lo que me estoy perdiendo.
Este test no diagnostica, pero ayuda a identificar patrones que vale la pena atender.
¿Descanso o abstinencia?
Un descanso saludable suele traer, tras una incomodidad inicial, mayor claridad, mejor sueño y un uso más intencional al volver.
Si, en cambio, el “descanso” dispara malestar sostenido, conductas compensatorias (por ejemplo, sustituir con otras apps) o pensamientos persistentes sobre “lo que me pierdo”, quizá no sea un descanso, sino una señal de dependencia psicológica.
Por qué cuesta tanto: diseño y cerebro
Las plataformas están optimizadas para captar y retener atención: notificaciones variables, barras infinitas, métricas sociales visibles. Estos elementos operan sobre mecanismos de recompensa y refuerzo que nos predisponen a “solo un poco más”.

Entenderlo no es excusa, pero sí contexto: no es solo fuerza de voluntad; también es arquitectura.
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Cómo inclinar la balanza hacia el JOMO
- Deliberar el cuándo: fijá ventanas concretas para redes (por ejemplo, dos bloques de 20 minutos).
- Quitar el gancho: desactivá notificaciones no esenciales y eliminá la pantalla de inicio con accesos directos a redes.
- Hacerlo menos tentador: activá el modo escala de grises y desinstalá apps en días de pausa.
- Defender el sueño: cargá el teléfono fuera del dormitorio y definí una “hora sin pantallas” antes de dormir.
- Redirigir la recompensa: sustituí el scroll con actividades breves que también liberen tensión (caminar 10 minutos, respiración 4-7-8, música).
- Volver con intención: al retomar, preguntate “¿qué vengo a buscar?” y salí cuando lo obtengas.
Cuándo pedir ayuda
Si el uso de redes afecta de forma persistente tu ánimo, tus relaciones o tu desempeño, o si aparecen síntomas de ansiedad o depresión, conviene consultar con un profesional de la salud mental.
Un enfoque basado en hábitos, junto con estrategias de regulación emocional, suele ser más efectivo que la prohibición total.
Desconectar no es renunciar al mundo, sino recuperar agencia. Entre el FOMO y el JOMO, el objetivo no es desaparecer, sino estar: presente, atento y a tu propio ritmo.
