Competir puede perjudicar el vínculo de pareja

¿Quién tiene el sueldo más alto? ¿Quién tiene el círculo de amigos más interesante? Por mucho que dos personas se amen, a veces la competencia forma parte del día a día de las parejas.

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Según la terapeuta Anika Boekenhauer, es bastante frecuente y normal que los miembros de la pareja compitan entre sí en relación a determinados temas, sobre todo si éstos tienen cierto peso en la relación, como por ejemplo el éxito laboral, la educación de los niños, el cuidado del hogar o los hobbys.

Todos estos son ámbitos que muchas personas observan con detenimiento para determinar cómo se desenvuelve la pareja en ellos. Y no es poco frecuente que sientan cierta sensación de triunfo cuando comprueban que son mejores en eso.

Pero, ¿de dónde sale ese sentimiento de ‘quiero ser mejor que tú’? Algunos psicólogos creen que detrás de esto hay un deseo de diferenciación, una necesidad de no convertirse en uno con el otro. La competencia es una posibilidad de establecer diferencias.

Por lo general, no hay ninguna animosidad en esto. Muchas veces hay incluso buenas intenciones detrás de la competitividad, como defender la propia autorrealización o luchar por la relación.

Un ejemplo de esto es que muchas veces las parejas discuten por quién es el que hace más por la relación. Por lo general está detrás de esto el deseo de tener una relación armónica. Ese es un buen objetivo, aunque la competencia no es necesariamente la mejor estrategia para alcanzarlo. Lo que sucede es que si los miembros de la pareja compiten entre sí, suelen interferir rápidamente en el vínculo las acusaciones y la arrogancia.

Pero no sólo el deseo de delimitar espacios puede llevar a medir fuerzas con la pareja, explica la psicóloga Ilona Burghoff. La causa puede ser también una baja autoestima. Quien siente que no es suficiente suele esforzarse por otro lado para reafirmarse ante la pareja. De hecho, cuando uno tiene una buena autoestima es más fácil aceptar a la pareja tal como es, lo cual reduce las ganas de competir con el otro.

Lo más difícil es cuando los integrantes de la pareja ya no pueden salirse de la modalidad de duelo. Si se compite mucho por determinado tema, se puede decir algo más tarde con cierta distancia: "La verdad es que fue una tontería". De esa forma, la pareja tiene la posibilidad de reparar la situación.

Pero si los miembros de la pareja intentan ganarle al otro con cada tema, la cosa ya no funciona. La competencia permanente lleva a que la pareja oscile entre el ataque y la retirada, lo cual no es una base saludable para ninguna relación.

A esto se suma que la competencia puede también generar envidia. Si bien esta puede ser en parte un motor que hace que se intente alcanzar algo, es un arma de doble filo. Esto sucede cuando llega un punto en que el otro no se puede alegrar por la promoción o el nuevo tiempo récord que alcanza al correr su pareja e incluso siente amargura. Esta suele esconder un sentimiento de baja autoestima y debe ser trabajada en una terapia o un coaching.

Para los amigos en común también puede ser desagradable cuando una pareja se la pasa compitiendo. La mejor forma de lidiar con este tipo de parejas si se quiere pasar una noche en paz, sin discusiones, es evitar los temas en que compiten. También se puede abordar la rivalidad en la pareja con humor o hablar más tarde en confianza con uno de ellos.

Pero, ¿cómo desarticular la competencia en la pareja? Lo mejor es hacerse preguntas: ¿Qué hay detrás de la competitividad? ¿Qué esconde? ¿Se puede alcanzar este objetivo sin rivalizar?

Luego hay que hablar con el otro. No hay forma de solucionar esto pasándolo por alto y sin aclararlo. Sin embargo, hay que estar atento a que la charla no se convierta en otro motivo de competencia.

Esto no significa que la competencia tenga que desaparecer por completo. Un poquito de rivalidad puede volver más interesante la relación. Cuando una pareja que ama la literatura discute acerca de quién es capaz de encontrar los mejores libros, por ejemplo, esto puede convertirse en un incentivo y una oportunidad para la diversión, lo cual beneficia a los dos.

Lo mejor es medirse con el otro en cuanto a valores, no rendimiento. Es decir, la competencia puede asumirse con el otro y no contra el otro. De esta forma pueden fijarse objetivos comunes, como aprender un idioma nuevo y difícil o comprar una casa. De esta forma, los miembros de la pareja compiten por algo que los puede unir más.

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