A los 14 años, Jennifer Shrader Lawrence estaba de vacaciones en Nueva York cuando un cazatalentos la vio caminar por la calle y le cambió la vida. Ella le pidió a sus padres abandonar la secundaria en Kentucky para dedicarse a la actuación. Lo logró. Y nunca volvió a sentarse en un aula. Hoy, a los 35 años, la actriz de Los juegos del hambre y El lado luminoso de la vida no solo suma un Oscar, millones de dólares y récords de taquilla, sino también una reputación poco común en Hollywood: la de ser brutalmente sincera, políticamente incorrecta y orgullosa de no encajar en el molde.
Ganó el Oscar en 2013 por El lado luminoso de la vida, sin haber tomado una sola clase formal de actuación. Era, en ese momento, la actriz más joven en alcanzar tres nominaciones. La estatuilla no la guardó en su casa, sino en la de sus padres en Louisville, porque decía sentirse “rara” teniéndola en su sala de estar.
Lawrence no esconde su incomodidad con las exigencias de imagen que impone la industria. “Me siento fatal cuando estoy a dieta, y a mí me gusta cómo me veo. Estoy harta de todas esas actrices que parecen pájaros… Prefiero verme un poco gordita y parecer una persona real que un espantapájaros glamuroso”, dijo alguna vez, fiel a su estilo.

En 2014 fue víctima del mayor hackeo sexual a celebridades de la historia, cuando fotos privadas fueron filtradas en internet. Ella lo definió sin rodeos: “No es un escándalo. Es un delito sexual. Es repugnante. La ley y nosotros necesitamos cambiar”.
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Más allá de los golpes bajos, su carrera siguió en ascenso: de cobrar 3.000 dólares semanales en Lazos de sangre pasó a recibir 25 millones por No miren arriba. También entrenó como arquera para encarnar a Katniss Everdeen, aprendió a despellejar ardillas para un papel y confesó que, en medio del glamour, puede manchar un vestido de alta costura con Doritos.
En el plano personal, estuvo vinculada sentimentalmente con Chris Martin y el director Darren Aronofsky, antes de casarse con el galerista Cooke Maroney, con quien tiene dos hijos. Entre sus frustraciones figuran audiciones fallidas para Gossip Girl, Crepúsculo y Se dice de mí, que irónicamente la acercaron a Emma Stone, hoy una de sus mejores amigas.

Su próximo estreno, Die My Love, la vuelve a poner en el radar de la crítica: interpreta a una madre en un entorno rural que enfrenta su propia psicosis, bajo la dirección de Lynne Ramsay y junto a Robert Pattinson.
Deportista en su juventud, fan de Queen y The Beatles, defensora de la igualdad de género y de los salarios justos para las actrices, Jennifer Lawrence sigue siendo una figura que incomoda, inspira y entretiene por igual. Su historia no es la típica de Hollywood. Y probablemente esa sea la razón por la que, 21 años después de dejar la escuela, sigue siendo la “chica real” que conquistó la pantalla grande.
