“El jaguar es patrimonio no solo de los colombianos sino de los latinoamericanos, una herencia de los ancestros que hay que valorar. En el futuro nos vamos a dar cuenta, ojalá no sea muy tarde, que vale más un jaguar vivo que uno muerto”, dice a Efe el biólogo Esteban Payán, director para América del Sur de Panthera, organización dedicada a la protección de 40 especies de felinos salvajes y sus ecosistemas.
Payán asegura que aunque no se crea, el jaguar es un agente regulador de los bosques y del agua, "valores que son difíciles de explicar a la gente porque son intangibles, pero tiene no solo el valor de regulación sino un valor propositivo que da medios de vida para gente pobre" a través del ecoturismo.
Pueblos indígenas colombianos como los arhuacos, que viven en la Sierra Nevada de Santa Marta (norte), el sistema montañoso frente al mar más alto del mundo, consideran que la "Panthera onca", nombre científico del jaguar, está asociada con el poder, la sabiduría y la fuerza.
En su cosmogonía, los arhuacos creen que ese felino, que tiene la mordida más fuerte del mundo en relación con su tamaño, es el responsable de sostener el sol y evitar que toque la tierra, manteniendo en equilibrio y regulando el cambio climático.
Los enemigos
El jaguar, que tiene pelaje amarillo salpicado de rosetas oscuras y a menudo vive cerca del agua por lo que es un magnífico nadador, se puede encontrar desde el norte de México hasta el norte de Argentina, teniendo una distribución fragmentada en Colombia.
El Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible cataloga al jaguar como una especie "vulnerable" y según Angélica Paola Díaz, investigadora adjunta del Instituto Humboldt, está amenazado por factores como la "caza por retaliación".
La experta en felinos explicó a Efe que la "caza por retaliación" se da porque el jaguar ha ido perdiendo su hábitat con lo que "disminuyen las zonas en las que puede conseguir alimentos".
"En esa búsqueda de alimentos, de supervivencia, encuentra ganado, que es una presa fácil para él, y es cuando los ganaderos lo cazan", puntualiza la experta.
Por su parte, Payán explica que en Colombia se ha perdido casi el 50 % de la distribución ancestral del jaguar por la actividad humana, de las cuales la más importante es la agricultura extensiva que ha convertido los hábitats naturales en monocultivos.
Esfuerzos para su conservación
Históricamente el jaguar existía en todas las regiones colombianas por debajo de los 2.000 metros de altitud sobre el nivel del mar, exceptuando el desierto de La Guajira.
Para proteger al felino, el Gobierno colombiano tiene un acuerdo de cooperación con Panthera y está próximo a firmar el Plan Jaguar 2030, la hoja de ruta para lograr la conservación mediante la cooperación regional.
"Ese plan, avalado por Naciones Unidas, lo que busca es que para el 2030 los países en donde hay jaguares tengan una serie de salvaguardas de conservación para asegurar que el jaguar permanezca en ese país", detalla Payán.
En Colombia los esfuerzos para preservarlo están enfocados en zonas de "especial importancia por la conectividad con el corredor del jaguar, que es la herramienta marco para la conservación en el país", añade.
Los grandes focos de trabajo están en la región del Catatumbo, la Orinoquía y la Amazonía, al igual que en el Chocó, el Magdalena Medio, el Parque Nacional Paramillo y la Serranía de San Lucas, en el norte del país.
Estos últimos son de los más importantes para la conservación del jaguar porque "se unen las poblaciones que están al occidente de los Andes con las del oriente y esa es la única conexión que existe, que permanece a nivel continental y si eso se pierde por siempre quedan separados", explica Payán.
Bonos de carbono
Otro frente puesto en marcha es el de los bonos de carbono para conservar los bosques de los jaguares. De la iniciativa hace parte la empresa Interconexión Eléctrica S.A. (ISA), líder en el continente en la transmisión de electricidad con operaciones en Colombia, Brasil, Chile y Perú, entre otros países.
En algunas zonas las redes de ISA pasan por lugares del corredor del jaguar y mediante este proyecto se paga a los campesinos para que no tumben sus bosques.
“Es una estrategia innovadora para asegurar el hábitat del jaguar a gran escala”, apostilla Payán.