“Espectacularizamos un decomiso muy menor de droga como si estuviéramos atrapando a los mayores narcotraficantes del mundo”, reprocha, aunque también admite que “es un problema innegable”.
Ainhoa Vázquez (Pamplona, España, 1984) desmenuza la masculinidad dominante en el mundo del narco en su último trabajo 'Narcocultura. Masculinidad precaria, violencia y espectáculo' (Paidós, 2024), y por primera vez identifica a las grandes mujeres narcotraficantes de la región.
La autora, que a lo largo de su carrera ha entrevistado a una treintena de sicarios de la región, apunta a una “instrumentalización” política de la narcocultura que “muestra solo el miedo” y ofrece “respuestas muy populistas que no combaten al narcotráfico”.
Vázquez cree que cada vez hay más intentos por "censurar" las crecientes expresiones culturales –literatura, series o canciones– que enaltecen los estilos de vida del crimen organizado y aboga por la educación como "una forma de prevenir" y “reflexionar” sobre los “valores y antivalores” que transmiten.
“Si lo prohibimos y lo metemos debajo de la alfombra no vamos a llegar a ninguna solución”, dice tras recordar la polémica desatada el año pasado con el cantante mexicano Peso Pluma, un trapero que habla de drogas y reconocidos narcotraficantes y a quien se intentó expulsar del Festival de Viña del Mar, aunque finalmente él mismo canceló su actuación.
“Masculinidad en precario”
En su ensayo, la autora aplica a la narcocultura el concepto de “masculinidad en precario”, un término rescatado del sociólogo valenciano Josep-Vicent Marqués y que se refiere –dice– a la validación de uno mismo a través de una masculinidad “malentendida”, basada sobre todo en el dinero y la violencia.
“Son hombres que necesitan estar siempre demostrando que son lo suficientemente machos porque sienten que no valen en otros ámbitos de la vida”, señala. Lo hacen –explica– a través de la violencia y exhibiendo al público "constantemente sus acciones", un cambio de estrategia que ha llegado de la mano de las redes sociales.
“Estábamos acostumbrados a los narcos de más bajo perfil, que eran mucho más paternalistas y que se ganaban la lealtad y el cariño de la gente a través del paternalismo, pero desde hace un tiempo empezamos a ver a otro tipo de narcos: ahora hacen un show de la violencia a través de las redes sociales”, apunta.
“Se siguen sintiendo abandonados”
El patrón que se repite en los jóvenes que penetran en este mundo, cuenta Vázquez, es el de “la vulnerabilidad” en sus infancias: “La imagen de estar solos en un columpio en una plaza se repite en muchos de sus relatos; me lo han dicho en México, en Chile y en Colombia”.
Muchos “se siguen sintiendo abandonados”, asegura la académica, convencida de que “las personas no nacen siendo delincuentes” y que “la línea entre ser víctima y victimario es muy delgada”.
Pese al dominio masculino, la escritora recalca que las mujeres cada vez están adquiriendo “mayor poder” dentro del mundo del narcotráfico.
Según ella, lo hacen a través de dos fórmulas: "la feminidad masculinizada" que "busca el liderazgo" dentro de las organizaciones criminales; y “la estereotipada por el rol de género” para obtener protección de los carteles para “sobrevivir” en un ecosistema hiperviolento.
Comparar “es banal e irresponsable”
La percepción ciudadana de inseguridad no deja de crecer en Chile debido a una crisis de inseguridad motivada por la llegada al país del crimen organizado trasnacional.
La tasa de homicidios ha aumentado de los 4,5 por cada 100.000 habitantes en 2018 a los 6,3 en 2023. Sin embargo, enfatiza Ainoha Vázquez, el escenario chileno es distinto al resto de países de la región.
“No podemos comparar a Chile y a México porque los modus operandi de las bandas de narcotráfico han sido completamente distintos”, asevera. Según ella, hoy en México hay más de 1.000 carteles y 5.000 células criminales, mientras que en Chile existe, hasta ahora, "una tradición de familias o clanes familiares que se dedican al microtráfico".
“Es un ejercicio súper banal e irresponsable de parte de políticos y de la prensa igualarnos con México o con Colombia”, añade la experta, que sí alerta, sin embargo, de la necesidad de “prevenir para no llegar a eso”, “hablar de las víctimas” y “visibilizarlas”.