Covid: La ‘zona cero’ europea de la pandemia resurge, pero no olvida

CODOGNO. Un recuerdo aciago pervive en las calles de Codogno, el pueblo italiano convertido hace cinco años en la ‘zona cero’ de la pandemia en Europa. El tiempo ha pasado y sus vecinos se han repuesto del susto, pero jamás olvidarán al virus que oscureció todo, antes incluso de que encerrara al resto del mundo.

Un recuerdo aciago pervive en las calles de Codogno, el pueblo italiano convertido hace cinco años en la 'zona cero' de la pandemia en Europa.
Un recuerdo aciago pervive en las calles de Codogno, el pueblo italiano convertido hace cinco años en la 'zona cero' de la pandemia en Europa. Gonzalo Sánchez

“Aquello ha dejado huella. Muchas personas cambiaron al ver la muerte cara a cara en parientes o amigos o porque temieron morir”, asegura a EFE el trabajador de la Cruz Roja local, Cristiano Rozza.

El 21 de febrero del 2020, Codogno amanecía como el primer foco autóctono de coronavirus más allá de China tras constatar el positivo de uno de sus vecinos. Aquella mañana, su Ayuntamiento decretaba los primeros cierres para evitar aglomeraciones.

Una desgracia inesperada

La avalancha fue tan grande como inesperada para este municipio de 15.000 almas, situado en la llanura lombarda y que, hasta entonces, vivía de su polígono industrial, a apenas 50 kilómetros de Milán.

En esos primeros instantes, la centralita de la Agencia Regional de Emergencias colapsó y a los hospitales de toda la comarca empezaron a llegar cientos de personas con problemas respiratorios. El primero, un ‘codoñés’, Mattia, el ‘Paciente Uno’.

Hace cinco años, el alcalde del apacible pueblo italiano de Codogno (norte), Francesco Passerini, se vio de la noche a la mañana al frente de la primera 'zona cero' de la pandemia en Europa, pero, aunque todo haya pasado, hay traumas que marcan.
Hace cinco años, el alcalde del apacible pueblo italiano de Codogno (norte), Francesco Passerini, se vio de la noche a la mañana al frente de la primera 'zona cero' de la pandemia en Europa, pero, aunque todo haya pasado, hay traumas que marcan.

Rozza respondía al otro lado de la línea. “Las llamadas se quintuplicaron, no lográbamos responder a todas. Pero lo peor fue hacer una especie de selección telefónica”, rememora, todavía apesadumbrado.

La imagen más cruda la ofrece el cementerio, que acababa de abrir una nueva área para las sepulturas del próximo lustro, pero que llenó en pocos meses, asegura el alcalde, Francesco Passerini.

El Gobierno italiano decidió entonces cerrar primero Codogno y otros pueblos, luego algunas provincias y, al final, el 9 de marzo, confinó al país. Dos días después, la Organización Mundial de la Salud declaraba la pandemia... aunque el virus ya corría.

Mientras, en este pueblo creían estar solos ante esta maldición y cundía el miedo. Muchos voluntarios de la Cruz Roja se largaron: “Éramos unos cien y quedamos veinte”, dice su presidenta, Gesuina Fusari, que se anima a recordar pese a unas reticencias iniciales.

Recobrada normalidad

Una mujer pasa por delante de un altar dedicado a los "caídos por la covid-19" en el cementerio de la localidad italiana de Codogno, convertida hace cinco años en la 'zona cero' de Europa.
Una mujer pasa por delante de un altar dedicado a los "caídos por la covid-19" en el cementerio de la localidad italiana de Codogno, convertida hace cinco años en la 'zona cero' de Europa.

Ahora, tras la tranquilidad que inyectaron las vacunas y la inmunidad en el mundo, en Codogno se respira normalidad, aunque sus vecinos lleven en la mente aquel drama que causó más de 197.000 muertos en Italia.

“Las cosas han cambiado, pero fue terrible”, rememora Mauro, de 62 años, que en un repentino gesto de respeto se quita el sombrero para apuntar que solo en su edificio murieron “cinco o seis ancianas”.

La sede de la Cruz Roja es hoy un remanso de tranquilidad y los voluntarios que se dejaron la piel en la emergencia esperan charlando, o calentando sus manos con un café, la próxima llamada que les ponga nuevamente en marcha en estos fríos días de invierno.

En sus garajes hay siete ambulancias nuevas, relucientes, pues las cuatro anteriores tuvieron que desecharse con los motores destrozados por los cientos de miles de kilómetros que recorrieron llevando enfermos (dos han sido donadas a Ucrania y Gaza).

Muy cerca, aquella batalla es recordada con un monumento en el que se leen tres palabras: “Reinicio”, “resiliencia” y “comunidad”. Cada 21 de febrero, también este, el Ayuntamiento lleva flores.

Momento para la memoria

En estos días de funesto aniversario, la gente acude al camposanto y se detiene unos instantes ante una Virgen en su entrada en memoria de “los caídos por la covid-19”, iluminada por algunas velas.

“Muchos se acuerdan como si fuera ayer”, reconoce el padre Fabio, un misionero monfortiano que lleva dos años en el pueblo y que lee en la sacristía de la cercana iglesia de Santa María di Caravaggio, junto a una estufa encendida. En la puerta, un desinfectante de manos al lado de la ‘Madonna’ evoca tiempos increíbles.

Los vecinos de la localidad italiana de Codogno pasean por su plaza central, cinco años después de que se hallaran en la 'zona cero' europea de la pandemia de coronavirus.
Los vecinos de la localidad italiana de Codogno pasean por su plaza central, cinco años después de que se hallaran en la 'zona cero' europea de la pandemia de coronavirus.

El centro impoluto de Codogno, de casas bajas y sobrias, rezuma vida a media mañana, especialmente alrededor de una hermosa iglesia dedicada al patrón San Blas con el tejado cubierto por incontables palomas que se acurrucan por el frío.

En su plazoleta se extiende un mercado al que peregrina cada día una muchedumbre, también de otros pueblos, para compra u ojear la inabarcable lista de productos en sus puestos, desde fruta o suculentas salchichas y quesos hasta antigüedades.

“¡Cómo podríamos olvidar!”, exclama Annalisa, mientras charla con algunas amigas entre las viandas.

La vida, cómo no podía ser de otra manera, sigue su curso en Codogno. Se puede olfatear dentro de sus cafés, que por estas fechas exhiben ‘chiacchiere’ y otros dulces propios del carnaval. Otros bares parecen resistirse a quitar la decoración de San Valentín, unos corazones de cartón que anuncian una normalidad ya recobrada.

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