El fallecimiento del Papa Francisco, ocurrido esta mañana del 21 de abril de 2025 a los 88 años en su residencia de la Casa Santa Marta, ha marcado el inicio de una serie de rituales milenarios en el Vaticano. Entre ellos, uno de los más simbólicos y menos conocidos por el gran público es la destrucción del Anillo del Pescador, una joya que representa la autoridad espiritual del pontífice como sucesor de San Pedro y que, tras su muerte, será inutilizada en un acto cargado de historia y significado.
El Anillo del Pescador, o Anulus Piscatoris en latín, no es un simple adorno. Su diseño, que muestra a San Pedro pescando desde una barca, evoca el pasaje bíblico en el que Jesús lo llama a ser “pescador de hombres” (Marcos 1:17).
Desde el siglo XIII, este anillo ha sido un emblema del poder papal, utilizado históricamente para sellar documentos oficiales y privados con lacre, garantizando su autenticidad. Cada Papa recibe uno propio al inicio de su pontificado, y en el caso de Francisco, este fue entregado el 19 de marzo de 2013 por el cardenal Angelo Sodano durante la misa inaugural de su ministerio.
A diferencia de sus predecesores, Francisco rompió con la tradición al rechazar un anillo de oro macizo, optando por uno de plata dorada. Este gesto, coherente con su estilo austero y su mensaje de humildad, reflejó su deseo de alejarse de los símbolos de lujo asociados al papado.
Sin embargo, más allá de su material, el anillo mantuvo su esencia como insignia de autoridad, un vínculo tangible con el legado de San Pedro.
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¿Por qué se destruirá el Anillo del Pescador del papa Francisco?
La destrucción del Anillo del Pescador tras la muerte de un papa tiene raíces prácticas y simbólicas. Históricamente, cuando el anillo servía como sello oficial, su inutilización era esencial para evitar que cayera en manos equivocadas y se usara para falsificar documentos pontificios.
Aunque hoy su función es principalmente ceremonial, el ritual persiste como una señal inequívoca del fin de un pontificado y el inicio del periodo de Sede Vacante, en el que la Iglesia queda sin líder hasta la elección de un nuevo papa.

Según el protocolo vaticano, el encargado de retirar el anillo del dedo del difunto pontífice es el cardenal camarlengo, actualmente Kevin Joseph Farrell. En presencia de testigos, el anillo es destruido, tradicionalmente con un martillo de plata, aunque en tiempos recientes el procedimiento ha variado.
Por ejemplo, tras la renuncia de Benedicto XVI en 2013, su anillo no fue machacado, sino marcado con una “X” para anularlo, un precedente que podría influir en el caso de Francisco.
Un ritual en evolución
La muerte de Francisco, el primer papa latinoamericano y una figura que transformó la imagen del papado con su cercanía y sencillez, pone de nuevo en el foco este rito. Algunos expertos sugieren que, fiel a su legado, el Vaticano podría optar por un gesto simbólico más discreto, como exhibir el anillo en los Museos Vaticanos, una práctica iniciada con Juan Pablo II, en lugar de destruirlo por completo.
Sin embargo, hasta que las autoridades eclesiásticas lo confirmen, el destino exacto de esta pieza sigue siendo una incógnita.
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Lo cierto es que la destrucción del Anillo del Pescador trasciende lo material. Es un recordatorio de la transitoriedad del poder humano, incluso dentro de una institución tan perdurable como la Iglesia Católica.
Mientras el mundo despide a Francisco y el Vaticano se prepara para un nuevo capítulo, este pequeño objeto de plata dorada encarna el fin de una era y la promesa de continuidad en la fe.