“Su llegada es muy comentada, todos estamos emocionados”, confiesa a EFE la joven Valentina, resguardada en la sombra de la principal calle contra un calor de pasmo.
Castel Gandolfo es un pueblo en el que viven 8.000 almas situado a unos 30 kilómetros al sur de Roma, en lo alto de un volcán extinto cuyo cráter contiene hoy las idílicas aguas del lago Albano.

Su posición elevada hace que en el estío sea más aireado y fresco que en Roma. Hace dos milenios el emperador Domiciano ya poseía una inmensa villa de recreo en el lugar y, a partir del siglo XVII, los papas lo eligieron para escapar de la inclemente canícula romana.
Lea más: Grecia cobra 20 euros a turistas de cruceros que visiten Santorini y Mykonos
El Vaticano estival
Los dominios pontificios empiezan con el Palacio Papal, inaugurado por Urbano VIII en 1626 y que ofrece una vista impresionante del lago, pero también cuenta con dos observatorios astronómicos y un extenso jardín con palacetes en su interior.

El palacio de Castel Gandolfo es clave en la larga historia de los papas, tanto que está bajo jurisdicción de la Santa Sede. En él murieron Pío XII y Pablo VI, se dio cobijo a refugiados en la II Guerra Mundial, Juan Pablo II lo consideró un segundo Vaticano y, desde su balcón, Benedicto XVI se despidió del mundo en su insólita renuncia.
Lea más: Guía para moverse por Londres: transporte, Oyster Card y apps útiles

La elección de Francisco en 2013 interrumpió esta tradición, ya que el pontífice argentino prefirió pasar el verano en su residencia habitual, la Casa Santa Marta, aunque hizo abrir al público el palacio en forma de museo y los jardines, que él visitó solo en una ocasión, en marzo de 2013, para saludar a Ratzinger.
Ahora, su sucesor ha optado por retomar esta tradición: el próximo domingo, y hasta el 20 de julio, León XIV se mudará a Castel Gandolfo, aunque residirá en la Villa Barberini y no en el palacio, aún museo.

El pontífice podrá reposar entre los altos muros de la villa, que garantizan una total privacidad, pasear por sus frondosos jardines o nadar en su piscina, dado que es un conocida su pasión por el deporte.
Lea más: Cinco países donde podés vivir un mes como turista con poco dinero

Sus apariciones públicas confirmadas están contadas: el 13 de julio dará misa en la iglesia del pueblo, una pequeña joya barroca obra de Bernini; el día 20 pasará por la vecina Albano y luego volverá al Vaticano para regresar en el puente de agosto.
“Bienvenido”
Maurizio gestiona una tienda de recuerdos justo en frente del Palacio Papal. “Hay mucho frenesí porque esperamos desde hace 13 años el regreso de un papa”, reconoce.
Naturalmente, los pontífices también han sido un maná para el comercio local. En su centro hay varias tiendas repletas de objetos de todo tipo con sus efigies -postales, llaveros o figuritas- y los retratos no faltan en todo restaurante o café que se precie.

Por eso, la larga ausencia de Francisco fue mal recibida por una parte importante de los comerciantes, al menos al principio. “En los primeros tiempos se notó, pero luego abrió al público el palacio y los jardines y lo superamos bien”, apostilla.
La confirmación de que Castel Gandolfo sigue interesando se palpa en estos días de abrasadora ola de calor, cuando su plaza es atravesada por grupos de turistas llegados en autobuses o por tren.
Giancarlo charla con unos amigos a la salida de la iglesia, que ya muestra un discreto cartel en el que se lee “Bienvenido papa León”. Su llegada, asegura, es “importantísima” porque sin la presencia pontificia “Castel Gandolfo es como un cuadro sin marco”.
Sin suvenires de León XIV
Pero, por otro lado, llama la atención la ausencia de suvenires de León XVI. “No tenemos imágenes suyas porque todavía no nos han autorizado. Lo único que ha salido es un libro del Jubileo. Con los otros, el día después, o máximo 48 horas después, ya circulaban las postales e imágenes. Esperamos pacientemente”, admite el vendedor.
No obstante, hay quien teme la inminente llegada de este insigne huésped dado que alterará la vida paisana por el obvio despliegue de seguridad y la invasión de cientos, así como miles de peregrinos que no siempre se sientan a comer o se rascan los bolsillos.
Simone sirve las mesas de un restaurante de la avenida principal y ya avisa que las vacaciones de León XIV pueden perjudicar, por lo menos, a quienes viven de las cocinas.
“Cuando está el papa, el pueblo se convierte en un circuito cerrado por la seguridad y, quien es de la zona, se va a otros pueblos porque no quiere esperar dos horas de fila para comerse un helado”, asevera, junto a la estatua de Pío XII que recibe a sus comensales.