La jornada estuvo marcada por una serie de gestos de alto perfil que, según analistas críticos, fueron cuidadosamente orquestados. El Burj Khalifa de Dubái, el edificio más alto del mundo, se iluminó con el rostro de Narendra Modi, mientras que el futbolista argentino Lionel Messi enviaba un saludo en vídeo y una camiseta firmada.
Uno de los ejemplos de esta diplomacia fue la casi simultánea comunicación de los presidentes de EE.UU., Donald Trump, y Rusia, Vladímir Putin, con el mandatario indio. Ambos líderes, además de felicitarle, abordaron la guerra de Ucrania, en una notable coincidencia que posicionó a Modi como un interlocutor clave para las dos potencias enfrentadas.
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El desfile de gestos personales continuó con otros líderes. La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, publicó una selfi con Modi, un símbolo de la química entre ambos que se ha hecho viral bajo el hashtag “#Melodi”.
Más felicitaciones
A su vez, la felicitación del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, fue interpretada como una reafirmación de su alianza estratégica en un momento de alta tensión regional.
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Este tono familiar “evidencia una tendencia global a personalizar las relaciones para avanzar en las agendas bilaterales”, dijo a EFE un alto funcionario diplomático que pidió el anonimato.
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La estrategia de comunicación también se dirigió al Sur Global. Líderes de países de África, el Caribe y el Pacífico calificaron a Modi de forma recurrente como la “voz del mundo en desarrollo”, consolidando uno de los mensajes clave de la política exterior de Nueva Delhi.
Silencio de Xi Jinping
En medio de este coro de alabanzas, el silencio del presidente chino, Xi Jinping, fue igualmente notorio, subrayando la profunda rivalidad estratégica entre las dos potencias asiáticas.
Analistas en la capital india intentaban hoy dar sentido a este desfile de tributos, describiéndolo no ya como política exterior tradicional, sino como una nueva forma de “política-espectáculo” a escala global, diseñada para cimentar la imagen de un líder indispensable.

La principal crítica apunta a que la diplomacia de Modi, centrada en la “química personal” con otros líderes, ha fracasado en prevenir crisis estratégicas. El ejemplo más citado son las 18 reuniones personales entre Modi y el presidente chino, Xi Jinping, que no impidieron el sangriento enfrentamiento fronterizo de 2020.
Para estos críticos, esto demuestra que “las muestras de afecto” no pueden anular los duros intereses geopolíticos.