Con un golpe de mazo que resonó un día después de la clausura prevista en la COP30, los negociadores sellaron en Belém un resultado que muchos, incluidos los gobiernos de España y Colombia, consideraron tibio.
“Sé que algunos de ustedes tenían mayores ambiciones”, dijo, como pidiendo perdón, el presidente de la COP30, el brasileño André Corrêa do Lago, durante el plenario.
Diez años después de la firma del Acuerdo de París y uno después de que la temperatura de la Tierra superara los 1,5 grados centígrados con respecto a la era preindustrial, el texto fue aprobado con un sonoro silencio, rápidamente y sin aplausos.
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UE esperaba “más”
La Unión Europea (UE), que asumió el liderazgo ante la ausencia de Estados Unidos, tuvo que aceptar un documento sin mención a los hidrocarburos, principal fuente del calentamiento global.
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“Hubiésemos preferido tener más”, reconoció el comisario europeo de Clima, Wopke Hoekstra, antes del plenario.
Por otro lado, los países en desarrollo tampoco lograron de las naciones ricas compromisos financieros concretos más allá de lo que se acordó el año pasado.
La COP30 tuvo lugar tras dos conferencias seguidas que dejaron huella: la COP29 de Bakú, en la que se estableció un criticado objetivo global de financiación, y la COP28 de Dubái, en la que se mencionó por primera vez la necesidad de una transición para dejar atrás los combustibles fósiles.
La de este año, en principio, era más modesta. Se buscaba acordar, por ejemplo, una lista de “indicadores” para acciones de adaptación, algo que difícilmente genera titulares.
Como reconocía a EFE la jefa de una delegación latinoamericana al inicio de la cumbre, “no hay un gran resultado a entregar”.

Combustibles fósiles
Aun así, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, trató de elevar la ambición y lanzó la idea de una “hoja de ruta” para el fin de los combustibles fósiles, un avance con respecto a lo negociado hacía dos años en Dubái.
La Amazonía, con sus ceibas gigantes y ríos del tamaño de mares, era el escenario elegido por el mandatario para consagrarse como líder ambiental.
La idea de la hoja de ruta ganó fuerza con el apoyo de más de 80 países, y fue recogida en un primer borrador de texto.
El momentum duró poco. Después de un incendio que provocó la evacuación de la COP e interrumpió las negociaciones, Corrêa do Lago presentó el viernes un segundo borrador sin combustibles fósiles. Los países árabes lo habían vetado.
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En una tensa reunión posterior para intentar desbloquear el impasse, la representante de Arabia Saudí se llegó a enzarzar con la vicepresidenta y ministra para la Transición Ecológica de España, Sara Aagesen, debido a la insistencia de esta última en una hoja de ruta, según contaron a EFE fuentes presentes.
“La noche va a ser larga”, resumió Aagesen a los medios en un receso, mientras los asesores del comisario europeo ya empezaban a barajar el retraso de su vuelo de vuelta.


Un resultado “que no estaba a la altura
Al final, la UE dio marcha atrás y se contentó con un texto en el que, entre otras cosas, se reafirma la necesidad de una mayor ambición en los planes nacionales de recorte de emisiones contaminantes para, así, limitar a 1,5 grados centígrados el calentamiento global.
WWF tachó el resultado de “modesto”, mientras que Greenpeace dijo que no estaba “a la altura” de la emergencia.
Ataúdes simbólicos y entierro aplazado
La sociedad civil, en cambio, sí dio la talla. Después de que las tres últimas COP ocurrieran en dictaduras, con escasa o nula protesta, en Belém hubo manifestaciones de indígenas, de médicos y hasta de trabajadores que extraen látex de los árboles del caucho de la Amazonía.
La movilización alcanzó su apoteosis el sábado pasado, cuando miles de personas participaron en una marcha por las calles de Belém y arrastraron unos ataúdes simbólicos de cartón destinados al gas y al petróleo. El entierro real, sin embargo, tendrá que esperar.
